1. La casa que las dudas construyeron y el Liverpool tiró abajo
Después de todo, lo que sucedió en Anfield fue lo normal. El Arsenal es un buen equipo, el Liverpool un muuuuuuuy buen equipo… y ganaron los segundos. Esta es la realidad actual. Algo que ni mucho menos quiere decir que el Arsenal esté mal. El Arsenal está en una muy buena situación, con esperanzas renovadas, fichajes nuevos y Emery en un segundo año con la innegable misión de que todo encaje en la posición que debería. Incluso David Luiz. Aunque en Anfield, todos los escépticos del central brasileño y su fichaje tuvieron la razón. Porque el Arsenal dejó lo que pudo sobre el césped de Liverpool, sin ser nunca suficiente. Implorando a la fortuna que, por ejemplo, tuvo el Tottenham la semana pasada en el Etihad. Estuvieron cerca con los fervientes fogonazos de Nicolas Pépé y de Pierre-Emerick Aubameyang. Pero lo probable es que nunca resistiese hasta la última y definitva señal del árbitro.
Las dudas, por muy encomiable que fuese el esfuerzo, estaban ahí siempre que uno vislumbraba a Trent Alexander-Arnold y a Andy Robertson instalados en ataque. La apuesta de Emery sólo podía ser construida si el gol de su dúo de ataque llegaba. Lo que llegó, no obstante, fue un error de Sokratis y el uno a cero; un error más grande de David Luiz y el dos a cero; y un error ya de coronación (¿cómo le encajaría una corona a este chico en el pelo?) de David Luiz otra vez para el tres a cero. Porque David Luiz no puede fallar con modestia. Y sus errores a veces no son ni tan graves, pero siempre son muy groseros en estética. Fueron y no precisamente pocos los que dudaron de su fichaje. Todos ellos tuvieron esta vez razón. Aunque también con ilusión, como diría la canción de A Day to Remember (“This Is The House that Doubt Built”), esta es la casa (y sobre todo este sábado) que el Arsenal construyó sobre dudas y que el Liverpool tiró abajo.
2. El siguiente nivel
Por culpa del mundo en el que vivimos, donde el microescopio puede ver tanto y a la vez tan poco, pero sobre todo por culpa del Manchester City, cada pequeño problema del Liverpool se sobredimensiona absurdamente. Este mes porque al City no le ganaron en la Community Shield, porque el Norwich disparó más veces que cualquier otro visitante a Anfield la temporada pasada (vale, este dato es bastante más nicho), porque al Chelsea no le pudieron ganar con la comodidad esperada. De hecho, empataron y el Liverpool tuvo que llevarse el trofeo en la tanda de penaltis. Porque el Southampton casi empata con un disparo cruzado de Danny Ings. Contra el Arsenal, sin embargo, vimos al Liverpool en todo su esplendor. Porque hay un top-6 y, más todavía, hay un top-2. La diferencia la vimos el sábado por la tarde. En un perfecto contraste de equipaciones, como también del nivel de rodamientos de unos y de otros.
Como decíamos más arriba, el Arsenal es un buen equipo, un muy buen equipo incluso; los actuales campeones de Europa están simplemente a otro nivel. Acribillaron de forma perpetua a los londinenses. Metieron la máxima velocidad y no pararon de axfisiar con la presión. Tanto fue así que un jugador de la talla de Dani Ceballos, fruto del agobio, mandó un centro espectacular a su propia frontal para que Sadio Mané se quedase a punto de completar el regalo en gol. Volvieron a pasar cosas de esas. Y lo ya comentado de David Luiz. Porque al Liverpool le falta su portero titular, y en pequeñas cosas se nota, pero todo lo demás es una locura, es espectacular. Porque la semana anterior fue Mané y esta vez ha sido Salah. Que seguro que estaba inmerso en una súper-híper-mega-crisis de la que no nos habíamos enterado pero aquí apareció para demostrar que es uno de los mejores. Como todo el Liverpool.
3. Incluso el fuego del Newcastle puede quemar
El Tottenham perdió un partido que todos presuponían que debía ganar. A diferencia del partido ya comentado en las dos primeras reflexiones, esto no terminó de seguir el guión lógico y normal. Ahí estaba Steve Bruce para arruinar la fiesta. Para obtener él mismo oxígeno. Tres derrotas nunca son bienvenidas y menos cuando todos han detestado tu contratación ya de antemano. Después de ser humillados en campo del Norwich una semana atrás, los Spurs estaban encaminados a hacer lo propio, sólo que probablemente de forma más pronunciada. Pero nunca nada terminó de arrancar. Porque en vez de enganchar los cables a la batería con la presencia como titulares de Eriksen y Lo Celso (ambos suplentes, por no mencionar la completa ausencia de un lesionado Tanguy Ndombele), Pochettino se la jugó a simplemente empujar el coche con Moussa Sissoko. Por lo que sea no funcionó.
No obstante, a pesar de que a toro pasado es mucho más fácil de juzgar, contra el Newcastle el conseso hubiese sido que se lo podía permitir. Que es el Newcastle. Pero esta vez sacaron su rendimiento del año pasado con Benítez para demostrar que lo de Bruce no tiene por qué ser necesariamente una procesión. Atascaron a un Tottenham con Sissoko y sin ideas. Porque por no estar, no estaba ni Dele Alli, dejando gran parte de la responsabilidad creativa con la que penetrar en esa defensa del Newcastle en Erik Lamela. Lo intentaron, pero acaban en situaciones estáticas, donde ninguno de los locales supo percutir. Y un centro de Christian Atsu (en serio, qué partido…) que Davinson Sánchez midió sangrantemente mal para despejar, fue convertido por Joelinton. Como contra el Aston Villa, donde pasó algo parecido, salió Eriksen. Y también salió Lo Celso. Pero las “urracas” resistieron de una forma que nadie sabía si podrían volver a hacer sin Benítez, hasta que Harry Kane se quedó cerca, hubo un posible penalti no pitado y los Spurs se quedaron en unos ridículos once disparos. Pochettino jugó con fuego pensando en el rival al que se enfrentaba, pero resulta que incluso este Newcastle puede hacer que te quemes.
4. La cena en una churrascaría del Aston Villa
Poder respirar. Lo que el Fulham jamás pudo hacer. El Aston Villa ha ganado y, después de sensaciones relativamente buenas bajo la estela de dos derrotas en las dos primeras jornadas, por fin tiene el triunfo, los tres puntos. Porque volvieron a convencer y más de lo que hicieron contra Tottenham o Bournemouth. En el primer caso, su tesoro se fue por el sumidero tras escaparse de unas manos difícilmente tan capaces como las de Eriksen, Kane & Co. En el segundo, porque ya habían perdido prácticamente antes de empezar, con dos goles encajados en los dos doce primeros minutos. Se sabía internamente del valor del buen trabajo efectuado, que debajo de los resultados había algo, algo que han construido. Pero también lo hizo el Fulham (esta comparación cesará algún día, pero para entonces ya estaremos todos ingresados en un manicomio), que nunca pudo contrastar la materia prima con la victoria. Parte de ello es que Villa, si bien un equipo bastante propositivo para un recién ascendido, no vive tan al límite.
Dos señales de alarma las dos primeras derrotas; apaciguadas ante los muchachos de Marco Silva (más sobre ellos en el siguiente punto). Quizás es lo único que el Fulham necesitó: un partido contra ellos a tiempo. Porque los Toffees empezaron el partido con brío, con empuje. El problema es que el Villa respondió empujándoles más fuerte todavía. Y nunca supieron cómo responder y fueron triturados en una transición defensiva relativamente manejable por un recién ascendido, aprovechando Jota Peleteiro para colar un sublime pase a Wesley. Con todo el tiempo del mundo (para cocinar churrasco, invitar a sus compañeros, recoger y limpiar…), marcó. Creó una ventaja en el luminoso que el Villa nunca se vio incapacitado para sostener. Y remarcar, con la anotanación del dos a cero. Cuando ya habían comido todo el churrasco y Anwar El Ghazi trajo un tradicional postre egipcio (*mira en Google postres tradicionales egipcios*… basbousa mismamente) para completar la cena.
5. Mutuos pases laterales hasta el fin de los tiempos
La semana pasada estaba “emocionándome” con el Everton (entiéndase “emocionar” como mirar a todo lo positivo). Y no tenía ganas de que hiciesen lo que acabaron haciendo el viernes: el ridículo. Vale, tanto no. Pero Dios mío, qué frustración. No porque yo tenga un vínculo emocional con el Everton. Sin embargo, sí lo tengo con una estructura narrativa. Con mis reflexiones de la semana pasada. Y es que el Everton tiene su propio valor narrativo, conocido como “otra gran temporada de los muchachos de Marco Silva”. La caricatura que están empezando a encarnar de manera inquietantemente exacta. El comienzo, como comentaba más arriba, fue esperanzador y lo primero a lo que Silva se agarró tras el partido, reseñando que le gustó el arranque. Quiso hacer mucho hincapié en ello, queriendo ignorar otra noche de fallos. Una derrota de poderoso hundimiento. Cargada de angustia y sin remedio, sin que Sigurdsson pueda crear lo que un media punta indiscutiblemente titular debería, sin que Michael Keane pueda confirmar de que está equipado para jugar y rendir en el Everton y no sólo en el Burnley de Sean Dyche.
Son muchas cosas. Son muchas las fugas de aire y los parches de dudosa calidad. No es irreversible, pero lo parece. Porque niguno entre Richarlison, Sigurdsson (para él deberían crear un puesto como el de kicker o punter en la NFL, que venga sólo a chutar los balones parados) y Bernard son excelsos pasadores del balón, excelsos combinadores. Y por eso les cuesta subir ese nivel a la calidad de las jugadas ofensivas. Luego, además, como me apuntó a través de Twitter un fiel seguidor de esta casa, Gonzalo Carol, Richarlison en banda derecha pierde muchísimo. No fue capaz de desenvolverse jamás con soltura, con eficacia. Bernard probablemente pierda todavía más y por eso no es él quien se va a la derecha. Pero es un problema a resolver. André Gomes y Morgan Schneiderlin, desde la medular, lo que es, no lo hicieron. Como venía a sugerir el periodista Tom Williams, ambos empezaron a encadenar pases laterales del uno al otro, uno tras otro, como si intentasen batir algún tipo de récord mundial. Probablemente sigan en Villa Park todavía dando pases laterales, mientras estas palabras son leídas por ti.
6. Otro penalti fallado
Las aguas ya han vuelto a su cauce. El Manchester United ya está haciendo el tonto. Cuando no debería. Cuando, pese a sus deficiencias, debería estar ganando. Pero no, no. Un desastre en defensa, un gol en contra, un penalti fallado, un empate logrado y una derrota consumada. ¿Por qué es todo tan difícil? Porque ya casi no saben cómo es que no lo sea. No fue ni tan mala actuación de los chicos de Solskjaer, generando movimiento, alborotando dentro de lo que podían al Crystal Palace estando un gol abajo. Pero claro, necesitas más. De tu fichaje estrella sin ir más lejos. Balonazo largo de Vicente Guaita hacia un punto vagamente parecido al ataque, duelo áereo que Victor Lindelöf pierde ante Jordan Ayew y se acabó. Tan facil como eso. Porque Lindelöf pierde el duelo, pero luego si Harry Maguire estuviese más cerca y no, aproximadamente, en Leicester, habría ayudado. Y con destreza, con velocidad y habilidad, Jordan Ayew humilló en un abrir y cerrar de ojos a la defensa local.
Tristemente para ellos, los locales, así terminaría la historia. No exactamente así, pero así de todos modos. Porque arremetieron. Scott McTominay de todas las personas posibles extrajo un penalti. Una cosa que para el United es más un problema que una solución (es que de verdad…). Por vaya usted a saber qué razón, y como tantos habían implorado, esta vez lo tiró Rashford. Para demostrar que él no los falla. Solamente que él… también los falla. Casi consiguen otro penalti y menos mal que no. Se encargaría Daniel James de igualar con un brillante golazo para aupar al United a un posible triunfo; que se desvanecería, cuando un mero contragolpe ya en el descuento de quien mejor podía vivir con un empate, sentenció. Al palo corto de de Gea. Lo hizo el lateral al que no se llevó el Manchester United este verano, por exactamente la banda del lateral al que sí ficharon, como el Crystal Palace sí que se llevó los tres puntos.
7. La primera victoria
Es siempre importante, no siempre es definitoria. Aunque el Leicester espera que lo sea. Da la sensación de que lo será. Se enfrentó a dos probables rivales directos cuando la competición se acerque a su final. Dos rivales por hacer suyos un puesto entre los seis primeros de la liga; entre los cuatro primeros incluso. En el Sheffield United encontraron a un contrincante que ni mucho menos iba a dejarse doblegar. Pero lo positivo del Leicester es que sacaron la victoria de Bramall Lane, donde el Crystal Palace se ha dejado puntos y muchos harán lo propio. Demostraron los Foxes que pueden lidiar con aquellas situaciones que no vengan dadas de cara. El Sheffield United, como ya hizo en las dos jornadas anteriores, se supo ordenar a una altura intermedia para pringar todos los ataques (o casi) de un Leicester quien, sin embargo, siempre disponía de esa peligrosa capacidad de actuar en un chasquido de dedos.
Así le cayó el balón a Vardy y el gol en la portería local. Pero una prueba de mayor fuego fue la que el Sheffield United trajo desde las entrañas de los vestuarios. Con un poco la reticencia de ir a cuchillo en la primera mitad, su entrenador Chris Wilder les indicó que fuesen e hiciesen exactamente eso en la segunda. Y plantaron cara al Leicester, poniéndoles ahora a ellos a prueba en defensa. Pero tras el empate del debutante Oliver McBurnie, la compostura jamás desapareció para los de Brendan Rodgers y, por tanto, tampoco su omnipresente peligrosidad. Y con un mastodóntico remate, Harvey Barnes ilustró el nuevo paso en la consagración del Leicester. Marcó un suplente (y qué suplente que se pueden permitir), el Sheffield United les empujó, y aun así ganaron. Porque los mimbres están ahí, cada vez más capaces.
8. No es ideal
Tres de tres; tres derrotas de tres partidos. Para el Watford parece algo circunstancial, si bien han sido tres derrotas y ningún enfrentamiento con un equipo del top-6 incluido. Toda derrota tiene una explicación, una coherencia, visos de no ser una tendencia irreversible. Aunque ello, al mismo tiempo, puede distorsionar la perspectiva de uno; hacer señalar cómo no todo está tan mal porque todo tiene una lógica explicación. Por eso, y porque sólo han pasado un trío de jornadas, es difícil diseccionar cuál es el problema. El Brighton salió lanzado desde el pistoletazo inicial para desmontar al Watford. Pero luego la cosa cambió contra un Everton que nunca se escapó, si bien tampoco pudo ser igualado. Y contra el West Ham sucedió un poco lo mismo.
Un partido que, a diferencia del que les midió a los muchachos de Marco Silva, empezó con viento soplando a favor, donde un fallo clamoroso de Will Hughes para marcar pemitió al partido girar sobre sí mismo y en favor del West Ham. Como el Everton, un equipo con más calidad. No por una cantidad abrumadora pero sí tangible. Situaciones de las que los Hornets sustrajeron puntos y más puntos la temporada pasada para remarcar que eran una revelación. Sin embargo, no todas las revelaciones son sostenibles. Contra el West Ham llovieron las ocasiones, reseñando el excelente analista Michael Cox cómo había sido un partidazo, pero el Watford se llevó el palito más corto de los dos. Corrigieron contra el Everton males defensivos del primer día contra el Brighton, contra el West Ham corrigieron males ofensivos del segundo día. La presión está sobre la cuarta cita, con cero puntos, de que ambos factores conecten a su favor.
9. Aceptar un nuevo reto
El Wolverhampton está inmerso en un reto para el que tanto trabajó la temporada pasada. Entre jornada y jornada de la nueva campaña de la Premier League, lo importante: las rondas previas de la Europa League. Y está al borde de clasificarse para la fase de grupos. Entre medias, no pudo haber tenido un mejor rival contra el que jugar en liga, el Burnley. El equipo que quedó séptimo un año antes de que lo hicieran los Wolves. Que jugaron las ilustre rondas previas. En su caso contra Aberdeen, Istanbul Basaksehir y Olympiakos. Iban camino de los grupos, cuando una expulsión en Grecia desmanteló su trayectoria en favor de los helenos. Al Wolverhampton le podría pasar algo similar, pues si bien la situación está en la dirección que ellos quieren que esté, ganaron por solamente un gol de ventaja al Torino en el partido de ida en Italia (2-3). Pero los goles en campo rival y su innegable calidad como equipo, debería prevalecer.
Había mucho más de milagro en el Burnley del año pasado, a pesar del hecho de ganar a Aberdeen y, sobre todo, Istanbul. Pero la ironía yacía en Molineux en el hecho de que entre un partido de previa y otro, apareciese el fantasma de la Europa League pasada. Para recordar a los Wolves las dificultades de su nuevo reto. Un gol de Ashley Barnes les encarriló un partido que no sólo fue ese y retirarse a defender hasta que apareciese por ahí el Torino para jugar el siguiente partido. El Burnley perdió la posesión, obviamente, pero tiró trece veces y cuatro a puerta por los diecisiete y dos de los locales. La Europa League mola y el Wolverhampton pretende ir a por ella. Y siempre estará un Burnley para amargarte entre una cosa y otra. Pero esta vez, también pudieron sacar los de Nuno el empate, con Raúl Jiménez marcando de penalti en el descuento. Porque el nuevo reto ha sido aceptado.
10. Un club parece que se salvará, pero el otro puede que no
Bury y Bolton. Bolton y Bury. Dos clubes del área metropolitana de Manchester y ambos al borde de la extinción de sus presentes encarnaciones. Aunque, tan al borde como parece que se puede llegar, el pasado viernes por la noche (con el límite siendo medianoche, aunque entonces ampliado ante la aparición de un creíble comprador) comenzó el proceso de la venta del club. Después de años de una gestión tan arrastrada por el barro, en caso de completarse la transacción, dichos años no serán borrados. Es una luz porque parece que evitarán la desaparición del club, evitando tener que ser refundado cinco divisiones más abajo y sin un estadio en el que jugar. Pero también es solamente menos oscuridad que una luz como tal, por decirlo de alguna manera. Institucionalmente el club, sin apenas jugadores (los que quedan sin haber cobrado), con los seis partidos de esta temporada aplazados, es ahora mismo una catástrofe que sus potenciales nuevos dueños (una compañía de estadísticas avanzadas llamada C&N Sporting Risk, la cual lidera de forma conjunta Rory Campbell, hijo del político Alastair Cambell) amortiguarán. Pero la incertidumbre reinará un tiempo.
Aunque ya es más, de algún modo, de lo que pueden decir en Bolton. Un club también contra las cuerdas, apunto de ser noqueado. Porque en los últimos días, produciéndose su ya mencionada fecha límite, el Bury se ha llevado más portadas. Pero ahora es el Bolton, quien este próximo martes, recibe su fecha límite para encontrar un comprador veraz y no ser expulsados de la liga, liquidados y refundados entre equipos de barrios y aldeas en el fútbol amateur. Un Bolton que hace 12 años estaba jugando en la Copa de la Uefa contra el Bayern Munich. Aunque con lo que queda ahora, quizás allí llegaron por una serie circunstancias de difícil sostenibilidad. Como el Bury a tercera división tras su ascenso (con jugadores a unos sueldos que no podían pagar) en mayo. Las reflexiones, las preguntas y todos los factores que nos incitan a analizar lo que ha llevado a estos dos clubes hasta aquí, son extremadamente complejos. Difícil es la solución a corto, medio y largo plazo. Pero mientras haya a alguien a quien le importe, estos clubes, estos entes tan especiales para tantos, siempre existirán de una forma o de otra.