1. Una icónica victoria
Iba a ser un proceso de asfaltado en Norwich. Las señales eran cuantiosas y ninguna buena. Para empezar, simple y llanamente jugaba el Manchester City. Si a ello le sumas un propositivo equipo que puede perderse en ocasiones en ingenuos actos y que además tenía a cuatro jugadores importantes de baja, además de otros cinco, algo tipo “cero a siete” hubiese sido ambicioso pero tampoco descabellado. “No puedo ‘aparcar el autobus’ porque no me quedan ya defensas”, decía Daniel Farke, entrenador del Norwich, en los días previos al partido. Le quedaba Grant Hanley, así que prefirió echar hacia atrás y colocar en defensa al medio centro (cedido por el Sevilla) Ibrahim Amadou. La situación era de tal precariedad que puso a dos porteros entre los siete suplentes. Es que todos los caminos señalaban a Roma. O, en este caso, a la paliza del Manchester City. Pero no, no sucedió.
Una victoria impregnada de epicidad hasta en el último hueco. Un cabezazo a portería en un córner del medio centro Kenny McLean. «Bueno, pequeño revés, esto se ‘arreglará’ enseguida». Y luego, de repente, contragolpe, pase de Pukki a Todd Cantwell y gol. En un pis, pas habían arrasado al Manchester City en vez de al revés. Nada tenía sentido más allá de que Aymeric Laporte no estaba y se notaba. El Norwich se vio que no salió a colgarse del larguero. Pero daba igual, el City asedia y te asfixia pasando y pasando el balón hasta que este acaba dentro de tu portería. Y lo hizo. Pero, nuevamente, por tercera vez – por primera vez en liga encajaban tres goles fuera de casa desde Anfield en enero de 2018 – el Norwich marcó con ímpetu, descaro. Entusiasmo por atrapar el momento. Y tanto que si lo hicieron. Una gesta que sólo es de Septiembre, pero qué gesta, aun así. Es tal el dominio del City que marcarle tres y resistir, defender tan bien cuando más lo necesitabas, se convierte en algo icónico. Porque las diferencias son tan bestias. Pero al Norwich le dio todo igual, para vivir una noche que hace que un cosquilleo recorra tu espalda en el momento y lo hará, también, en el futuro.
2. Ser indestructible también es efímero
El Manchester City. Ay, el Manchester City. ¿Cómo analizas exactamente a un equipo tan anómalo? El City, por muy tópico que sea, acude a los partidos a ganarlos básicamente. De forma literal. Y material cuando han pasado los noventa minutos. Pero no es para siempre, a pesar de que su inevitabilidad, su forma tan rutinaria de abrumar pueda hacer pensar lo contrario, no es para siempre. Esa encarnación exacta no es eterna. Porque si el City rinde a niveles tan demenciales es porque empuja los límites como prácticamente nadie. Y esto no es con un doble sentido en referencia a sus conductas empresariales. ¿O sí? Pero el caso es que, en lo futbolístico, también sucedió con el Barcelona; también con el Bayern. De diferentes formas, con diferentes formas. Aunque con el mismo entrenador. Al que la Premier League le venció con violencia en su primera temporada y él volvió para responder con dos temporadas de dominio atronador. Pero no gratis, eso sí.
Aquí, a diferencia de sus años en Alemania, ha habido alguien que ha respondido al reto. Que ha tenido la capacidad y ha ido a perseguirles. [Más sobre en el 10º punto.] En cierto modo, el City es víctima ahora de sus propias dementes propuestas, ya que el Liverpool puede llevarles a ellos ahora a un fracaso superior al éxito de muchos otros. Contra el Norwich vimos cómo puede todo descoserse cuando no es perfecto. Como decíamos, el City rinde como rinde porque toma riesgos que pocos toman. Empuja a los partidos sobre la portería rival a tales extremos que si, luego, no son Laporte y Fernandinho los guardianes de la puerta de la jaula humana, puede no funcionar. Veremos cómo se vuelve de este evento tan único, tan chocante. Probablemente con victoria. Pero ser indestructible, también para el City, no es algo irreversible.
3. Cuando es lo demás más que el jugador
Hay momentos que se abren. Lo hacen las oportunidades, se alinean las estrellas, los astros, tus presentimientos interiores. Muchas veces ni siquiera lo percibirás. Ocurrirá, como un árbol cae en un bosque. No te has enterado, pero ha sucedido. Estará naciendo una persona en ese momento. Otra estará falleciendo mientras uno trata de entender qué significa todo esto. Y las ocasiones, en las que sí te das cuenta, el sol sale en perfecta simetría por un calle que va de este a oeste y viceversa en una ciudad o en un pueblo del mundo. Al Chelsea se le irá la mano fichando jugadores menores de edad, alguien se dará cuenta y la FIFA les sancionará. Dicha secuencia no es la más común del mundo es cierto. Pero esta vez ha sucedido. En una realidad paralela quizás haya ocurrido también, pero de forma ligeramente distinta. Puede que para mejor. Puede que para peor. Aunque para Tammy Abraham difícilmente lo sería.
Es el máximo goleador de la Premier League en el que equipo al que dedicado la mayoría de su vida. Del club del que era parte cuando se le ocurrió twittear hace siete años: “Dicen que somos lo que comemos. Eso es gracios, porque no recuerdo haberme comido a esta sexy bestia esta mañana”. Antes de AuronPlay, estaba Tammy. Y ahora también, cuando la oportunidad sobre el campo le ha llegado, por circunstancias esquivas y azarosas de la vida. Un delantero del que se ha dudado y se duda. Y se seguirá haciendo. Pero tras marcar contra el Norwich, tras volver a hacerlo contra el Sheffield United, en esta ocasión lo hizo contra una de las mejores defensas de la temporada pasada en la élite, proyectando él una impresión de estar evolucionando a ese siguiente nivel. Porque se creía que sería Dwight Gayle en versión alta, pero a veces, la repetición, el hacer algo una y otra vez, en el sitio en el que tienes que hacerlo, te convertirá en mejor. Y Abraham está haciendo exactamente eso.
4. Por ahora
Hay algo que no está bien en el United. No lo estaba ayer, no lo está hoy, no lo estará mañana. Sin embargo, contra un equipo que podría haberse llevado a los chicos de Solskjaer por delante, con impetuosa e infrenable fuerza, el United respondió para arañar todo un triunfo cuando las moleculas de oxígeno empezaban a disiparse con su agridulce comienzo. Y no debería sorprenderte, después de todo, son “el Manchester United”. Lejos de tonterías, de leyendas urbanas, de percepciones deshonestas acerca de los “años dorados”, fue a través de un penalti, de un mal Leicester, de un despliegue de fuerzas propio rudo y pegajoso, de pobre estética, a través de la cual los locales ganaron en esta ocasión. Acabaron con un ínfimo 0.3 en “goles esperados” – penaltis descontados – según la medición de Opta Sports. Pero razones no les faltaban para descender a las profundidades de sus propias entrañas existenciales y sacar de ahí los tres puntos.
No vitales porque estamos en Septiembre, sí vitales porque están mal de la cabeza como cualquier club grande en horas bajas. Y por “están” me refiero a dentro del club y más todavía al entorno del mismo. Pero esta vez no fallaron otro penalti. Gracias, Díos mío. Esta vez sólo estaba Rashford para tirarlo y acertó. Como el Leicester no terminó de poder hacerlo. Por diversos factores, uno de ellos la búsqueda de quiénes son ellos mismos y a través de qué jugadores deberían formar. Pese a Tielemans, pese a Maddison (su puesto en banda en vez de por dentro quizás ayude a explicarlo), la producción ofensiva no terminó de llegar. También por su excompañero Harry Maguire. Y por el resto de sus nuevos compañeros. Por lo menos y por ahora, con los ciento y pico millones gastados, la defensa funciona. Esta vez para ganar tres puntos.
5. Porque no sorprende
Hay cosas que sorprenden en esta vida; hay cosas que no. Que el agua moje, que el sol salga por la mañana… son cosas que corresponden a la primera categoría. El amor verdadero, de alguna forma, muchas veces cae en el segundo. Así como también el hecho de que Dan Burn, central (teóricamente) tosco de toda la vida, juegue de carrilero izquierdo; titular, encima. 85 kilos de peso, 1,98 de altura. Lo que es un eléctrico futbolista de banda como mandan los cánones. Aunque tal novedad se produjo a raíz de algo posiblemente más sorprendente aún: al Brighton no le quedaban jugadores de banda, más allá del lateral camerunés Gaëtan Bong y Solly March de titular en la otra banda. ¿Pero dónde están los Josés Izquierdos y Alirezas Jahanbakhshes cuando los necesitas? Aquí, simplemente ausentes.
Una especie de árbol de carne y hueso pegado a la línea de cal. Pero no se puede que no se lo ha ganado, porque él jugó un partido de aprobado y el Brighton jamás sufrió en exceso, pues él, como el resto del equipo, pareció desenvolverse con aptitud dentro del minucioso sistema de Graham Potter. Lo que sí sufrirían las “gaviotas” fue un desagradable empate cuando el botín daba la sensación de haber sido obtenido. Pero sorprendente no fue. Dominaron, marcó Neal Maupay un golazo, tuvieron las mejores ocasiones mientras que el Burnley se hacía el “muerto” como tan bien hace, pues en el 90:12 de juego… ¡zasca! De la nada, rápida y excelsa cominación de pases, golazo de Jeff Hendrick y empate en el primer disparo a puerta del equipo en todo el partido. [Insertar risa malvada de Sean Dyche]
6. Un paso hacia arriba
Los muchac… No, de verdad, venimos de un parón de selecciones pero del Everton necesitamos todavía más descanso. Al igual que el Everton necesita jugar sus partidos en casa. Todos. Porque esos los gana y los de fuera los pierde. Y esa, quizás, sea la mejor, la más acertada forma de resumir al equipo. Con el Bournemouth tiende a pasar tres cuartos de lo mismo. Pero no hay tanta inversión detrás que justificar. Ni al supuesto “nuevo Mourinho” en el banquillo. El Bournemouth de Eddie Howe no juega con nuestros sentimientos de la misma forma. Howe está ahí, por su parte buscando si tiene dentro de sí ese siguiente nivel personal. Pero en Bournemouth, por muy difícil que sea darlos de forma extremadamente pronunciada, siguen dando pasos hacia delante y hacia arriba.
Con diferentes experimentos y probaturas, esta vez Joshua King tirado a la banda y Dominic Solanke en punta. Lo segundo, quedándose sin marcar por enésima vez, quizás no inspire tanta confianza. Pero sí lo hace Solanke en el propio Howe. Y la victoria lo justifica. Como lo hacen los goles de Callum Wilson. Un equipo que sigue en una especie de eterna búsqueda de fortalecer su defensa sin romper su estilo y lo que hacen. Encajaron el empate, pero la victoria sería finalmente capturada. Mientras el Everton sigue con las ruedas atascadas en el barro siempre que no es en Goodison Park donde juegan, los muchachos de Eddie Howe aprovecharon. Y ganaron.
7. No hay escapatoria
Un nuevo desastre. Una nueva auto-inflingida operación de demolición. Tienen al que posiblemente, posiblemente, sea el mejor delantero de la Premier League marcando dos goles, situando al Arsenal cómodamente en ventaja. Con su radiante sonrisa Pierre-Emerick Aubameyang había hecho lo difícil. O lo que uno presumiría más difícil si no estuviésemos hablando del Arsenal. Hacía sol, estaban jugando “el derbi de los campos de entrenamiento” (el Watford usa las antiguas instalaciones de un Arsenal cuyos nuevos dominios están justo al lado) contra un Watford recién salido del electro-shock recibido el fin de semana pasado con el despido de Javi Gracia y la subsiguiente contratación de Quique Sánchez Flores.
Todo era correcto, lógico, en el partido; lo exigido a los campeones de marear la perdiz (el Arsenal) cuando se trata de dar ese definitorio golpe de efecto positivo. Nuevo entrenador en Emery, segundo año, Aubameyang todavía siendo un delantero de élite, Ceballos, Özil titular contra un equipo al que debería poder desmantelar sin enormes complicaciones. Y sí, y no. Todo y nada. Porque ni con cero a dos a favor pudieron. El Watford pareció darse cuenta de que solamente tenía que apretar el acelerador. Porque no tuvo que hacer mucho más, ya que el Arsenal no tiene escapatoria de sí mismo. Son quienes son y no van a cambiar pronto. Puede que algún día… Mientras tanto, no obstante, fallo de Sokratis, fallo de David Luiz, acribillados a disparos por el Watford y dando las gracias por no perder. Algún día puede que sea distinto.
8. La guerra por el futuro
Abierto, entretenido, de ir básicamente a por la yugular del rival fue un poco el tipo de partido que vimos entre Sheffield United y Southampton. Era la primera vez que se enfrentaban en la Premier League desde 1994 (sobre ese partido rescatamos algunas “cosas” en el episodio de esta semana del podcast que sale en unas horas). Y jugando por primera vez en cualquier sitio desde 2009, pocos duelos más frescos, más novedosos nos proporciona la Premier League este año que este. Y nos dejó cosas, como una instantánea de dos equipos más capaces de los que muchos les hubiesen presupuesto hace escasas semanas. En el caso del Sheffield United porque cada derrota deja un ligero y distante pero también existente regusto de que las derrotas son un poco más derrotas porque no les será tan sencillo como a otros sumar victorias. O empates. De alguna forma, calibramos por un lado sus formas y por otro también sus capacidades.
Como también las del Southampton, cada vez más refrescado. Necesitando según qué clubes habitualmente de un descenso para limpiar y purificar, Ralph Hasenhüttl parece que lo está logrando a base de dirección y habilidad técnica. Potenciados como nunca antes en Southampton jugadores como James Ward-Prowse o Sofiane Boufal, hizo acto de presencia esta vez el nuevo, Moussa Djenepo. Porque tanto como una batalla por los puntos en juego, esta era una guerra por el futuro entre dos equipos. Y para los jugadores de ambos, Djenepo sugiriendo una ilusionante proyección para los sureños a través de su brillante gol y Billy Sharp perdiendo la compostura ante el equipo en el equipo había jugado anteriormente sus únicos minutos en la Premier League. Aunque héroe de culto y goleador en la primera jornada, Sharp, su ya consignada suplencia y expulsión aquí, cuando su equipo remaba en busca de un punto, atraen dudas no bienvenidas.
9. Algún día la corriente se llevará al Tottenham. O no.
En puesto de Champions League, el Crystal Palace (sí, el Crystal Palace. En Champions), y el Tottenham en ese limbo impuesto por narrativas externas, aquí la sorpresa se olía. Apestaba a ello. Hasta que Mauricio Pochettino salió del túnel y lo roció de ambientador, de Febreze. 4-0 antes del descanso y una segunda parte para permitirse un buen descanso. Gestionar lo que había que gestionar y disfrutar del aroma de un club que se niega a ser arrastrado por contratos que se terminan, ya sean los de Eriksen, Alderweireld o Vertonghen, o por las probabilidades que dicen que un entrenador no dura tanto tiempo en un sitio y tiene éxito después de ello, o por finales de europeas que perfectamente pueden marcar el fin de una era; se ganen o se pierdan. Mirad al Dnipro Dnipropetrovsk, que en 2015 llegó a la final de Europa League y ya ni siquiera existe como tal.
El Tottenham existe, el Tottenham de Pochettino existe, y en una forma competitiva, existosa. Quizás no realmente capaz de todo, pues hay dos entes casi inabarcables en la presente Premier League, pero ahí están justo detrás. Perdieron contra el Newcastle, se fueron metafóricamente de fiesta con el Arsenal en el derbi, se fue Son a jugar con Corea del Sur; los demás más cerca pero casi todos a una selección u otra; con Lo Celso y Ndombele lejos de su óptimo estado, pero aquí los Spurs volvieron. Por volver, Serge Aurier volvió a parecer un jugador de fútbol competente, defendiendo bien y dando una fabulosa asistencia. Un Palace letárgico, perdido entre diferentes aguas tácticas, y un Tottenham pletórico en el acierto resumieron lo que fue por encima de todo una reconducción del cauce.
10. La extraña realidad
«Hemos» jugado cinco jornadas de liga. El Liverpool está cinco puntos por encima del Manchester City. Una situación inverosímil, falsa bajo el uso de tantas y tantas lógicas, pero tan cierta, tan real como cualquier objeto tangible y agarrable. La corriente predominanente era contraria, pero yo por la razón que sea, me arriesgué y dije que el Liverpool ganaría la Premier League. Yo no esperaba al Liverpool aquí, el 15 de Septiembre, tan plácida fecha, tan inocente, tan esperanzadora, tan vibrante. En solamente cinco jornadas los Reds, los muchachos de Jürgen Klopp, se sitúan sobre un colchón que difícilmente hubiesen imaginado. Con una sonrisa de oreja a oreja. Con un golazo del Newcastle en contra y un acto seguido floreciente, infrenable, inevitable, una actuación en una forma y estilo en la que sólo ellos serán capaces de repetir.
Abrumaron al Newcastle para echar más tierra de por medio entre ellos y su propio pasado, entre ellos y sus propios miedos, sus fracasos a la hora de no capturar la Premier League. Fracasos de 97 puntos, ya se sabe. Es todo tan extraño, pero también tan emocionante. Porque todo puede cambiar de la noche a la mañana. O en términos no tan hiperbólicos, de una jornada a la otra. Dentro de dos podríamos tener al Manchester City lider otra vez. Pero a diferencia del escepticismo, de los cínicos, de la supuesta lógica, es el Liverpool quien ha sido capaz de dar el paso adelante. Para batir récords propios, para cargarse de ilusión, a sí mismos y a quienes les rodean. Son líderes con cinco puntos de ventaja y toda una temporada por delante, para culminar.