Líder por decreto
Con el paso de las temporadas, el Liverpool de Klopp ha ganado uno de esos distintivos de un equipo campeón: ganar por decreto. Este fin de semana se vivió un nuevo ejemplo. Frente a los Reds un Chelsea valiente que, como era de esperar, mostró su mejor versión con la vuelta de Kanté. Con un Kepa inspirado que evitó que el partido muriera antes de tiempo. Sin la inspiración de un Salah desacertado. Con la seguridad que acostumbraba a mostrar su defensa en entredicho tras un solo partido en lo que va de Premier con la portería a cero y el tropiezo en Nápoles. Todo estaba en contra, pero daba igual. Al Liverpool le tocaba ganar. Otra vez, ya van seis consecutivas.
En el partido estrella de la jornada en Stamford Bridge, el Liverpool se marchó con una victoria por 1-2 y tres puntos bajo el brazo. Sin embargo, cualquier otro resultado hubiera sido posible. Los de Klopp castigaron con dureza en la primera parte. Sin dominio ni control claro sobre el partido, tuvieron dos jugadas a balón parado que convirtieron automáticamente en goles.
El Chelsea, sin embargo, no perdió la fe pese a ir dos goles por debajo y haber perdido a Emerson y Christensen por lesión. Kanté acortó distancias con un gol que bien podría haber firmado su excompañero Hazard y los Blues acosaron al Liverpool hasta el último minuto para intentar conseguir el empate. Pero todo eso daba igual. Al Liverpool le tocaba ganar. Dieciocho puntos y líder en solitario. Líder por decreto.
Another evening
Good evening, saluda siempre educado Emery al comenzar sus ruedas de prensa. Ya va más de un año desde su llegada a Londres y, pese a su encomiable empeño, tanto su errática pronunciación como su equipo parecen estancados en los errores del primer día. El Arsenal terminó remontando y venciendo al Aston Villa por 3-2 pese a jugar con uno menos desde el final de la primera parte tras la expulsión de Maitland-Niles. Todo ello, con un gol de Calum Chambers de por medio. Sí, habéis leído bien. Y encima en la portería rival.
No sé si podría calificarse la tarde del domingo en el Emirates como una ‘good evening’, pero, por rocambolesca que parezca, fue otro día más en la oficina para los Gunners. El equipo de Londres ha conseguido normalizar la montaña rusa en la que se ha convertido su desempeño futbolístico y se ha acostumbrado a vivir en el caos.
Tras regalar un punto al Watford, colista y único equipo junto a los Wolves que no conoce la victoria esta temporada, la semana pasada después de ir dos goles arriba, esta jornada arrebataron contra todo pronóstico los tres puntos al equipo más desgraciado de lo que va de campaña. Con la de este fin de semana, es la tercera derrota de los Villanos que se materializa en los minutos finales tras casos similares ante el Tottenham y el Crystal Palace.
Derbi o no derbi, esa es la cuestión
El Southampton y el Bournemouth se veían las caras en el St. Mary’s Stadium en el partido inaugural de la jornada el viernes. Tras acabar el encuentro, los Cherries, con una victoria por 1-3 bajo el brazo, defendían haberse impuesto en el derbi de la costa sur de Inglaterra, el derbi del New Forest. El Soton, en cambio, prefería quitar hierro al asunto y enmarcar su derrota dentro de un partido corriente entre vecinos.
Si bien ambas ciudades están separadas por un viaje en tren de apenas media hora, si nos ponemos más papistas que el papa, el encuentro no es un derbi como tal. En su definición más estricta, el término ‘derbi’ hace referencia a un enfrentamiento entre rivales de la misma ciudad, y este no era el caso pese a la cercanía. Fin del debate. La batalla dialéctica para el Southampton, pero para el Bournemouth algo aún más importante: su primera victoria en el St. Mary’s ante un rival directo en la tabla.
Más allá de debates y terminologías, ambos demostraron por qué son dos de los equipos más atractivos y entretenidos de ver de la competición. Hasenhüttl contra Howe, Southgate en la grada observando a los Solanke, Callum Wilson, Bertrand, Redmond, Adams y compañía, el ostracismo de Fraser… Los alicientes eran muchos y el encuentro no decepcionó. En una primera parte disputada, los Cherries supieron marcar la diferencia e irse 0-2 al descanso con goles de Aké y Harry Wilson. La segunda parte fue dominada por los locales de manera incontestable. Ward-Prose acortó distancias de penalti tras una zancadilla infantil de Cook a Adams, pero el Bournemouth resistió pese a contar con una defensa de circunstancias por las múltiples bajas. Un garrafal error de comunicación entre Gunn y Bednarek permitió a Callum Wilson poner la guinda y sumar un gol más en su cuenta particular.
Looking for Erik(sen)
Uno más uno son dos, digan lo que digan Los Serrano y Fran Perea. La tierra tiene forma esférica, digan lo que digan los terraplanistas. Lamela no aporta al Tottenham lo mismo que Eriksen, por mucho que duela a los Spurs. Erik por Eriksen. Es el cambio por el que, de momento, ha optado Pochettino ante la rebeldía en verano del danés. Como cuando en tu serie favorita el actor que interpreta a uno de los personajes abandona la pantalla y lo reemplazan por uno físicamente parecido sin previo aviso, como si nada hubiera pasado. La vida sigue, pero no es lo mismo.
Tras ir venciendo en ambos partidos, el Tottenham cierra una semana complicada cediendo un empate en Champions ante Olympiacos y una derrota por 2-1 frente al Leicester. “Entiendo por qué el entrenador está frustrado, porque él lleva aquí seis años y seguimos cometiendo errores similares a los del primer año”, aseguraba Kane tras el decepcionante empate europeo.
Sin embargo, la balanza de la culpa no solo se puede decantar hacia los jugadores. Pochettino, como el gran gestor de vestuario y conflictos que ha demostrado ser, parece no estar sabiendo resolver el Eriksen gate. Asumiendo como inevitable la marcha de su segundo futbolista más importante en el ataque, ha intentado acostumbrar al equipo a su ausencia buscando posibles sustitutos en la plantilla. Sin embargo, cuando Eriksen no está en el campo su equipo lo echa de menos. Este fin de semana, venciendo uno cero fuera de casa ante un rival complicado, los Spurs se echaron atrás, cedieron el control y acabaron pagando. Lamela no es el perfil de jugador que retrasa su posición para bajar la temperatura del partido como sí solía hacer Eriksen. Guste o no, Pochettino y el danés deberán convivir una temporada más bajo el mismo techo y ambos están condenados a entenderse si quieren que su equipo remonte el vuelo.
El Leicester de dos cabezas
La hegemonía en lo alto de la tabla del Big Six está más en entredicho que nunca esta temporada. La última vez que un equipo fuera de este pequeño reinado entró en los seis primeros puestos de la clasificación fue en la 2015/16. Por aquel entonces, el Leicester se hizo con la Premier más improbable de la historia reciente y el Southampton con el sexto puesto, en detrimento de Liverpool y Chelsea, que acabaron octavo y décimo, respectivamente.
Esta temporada, los tempranos flaqueos de Spurs, Arsenal, United y Chelsea abren la puerta a nuevos contendientes y al Leicester en especial. Muchos reclamaban un paso adelante de los Foxes y con la pelea propuesta al United la pasada jornada y esta victoria ante el Tottenham han demostrado poder hacerlo.
Sin embargo, para ello deberán arreglar una extraña dicotomía que el equipo esconde y no promete viabilidad en el largo plazo. Ante los Spurs se vio a un Leicester de dos cabezas. Una de ellas, liderada por Maddison, abalada por la propuesta más cuidadosa con el balón de Rodgers y con el apoyo del talento joven de Tielemans, Barnes, Ayoze y compañía. Otra, encabezada por Vardy, su sombra y las reminiscencias del Leicester campeón, sufridor y contragolpeador. Fútbol de toque de Maddison y compañía o Vardy contra el mundo. La coexistencia de ambas se antoja inviable.
Todo sigue igual
Las manos de todo aficionado de la Premier a la cabeza. El Manchester City caía derrotado en liga. El fin de semana pasado, el Norwich era el último verdugo de un equipo más acostumbrado a sonrojar a sus rivales con bochornosas goleadas que a perder un partido de fútbol. Dieciocho minutos bastaron al conjunto de Guardiola para demostrar que su caída solo fue un resbalón puntual. También para marcar cinco goles, uno más que su rival, el Watford, en las primeras cinco jornadas. Las alarmas dejaron de sonar cuando el partido concluyó con un aplastante 8-0 a favor de los Citizens.
Quique Sánchez Flores por Javi Gracia. Los Pozzo tardaron solo cuatro partidos en recurrir a su venerado cambio de caras en el banquillo para intentar revertir el pobre arranque de su equipo esta campaña. Pese a aprovecharse de las dudas del Arsenal para arrancar un punto en su debut, la primera derrota del nuevo técnico hace a uno plantearse si realmente el problema de raíz del Watford estaba realmente en su banquillo.
El tercer jugador de la historia de la Premier en marcar cien goles o más en un solo estadio (el Etihad en este caso) y el único en perforar la red rival de manera consecutiva en las seis primeras jornadas. Con el comienzo de cada temporada, todos tratamos de vaticinar la inminente retirada de la élite de Sergio Agüero. Mientras, con el trascurso de las temporadas, el argentino continúa acumulando récords y goles. Las fumatas blancas anunciando cambios en la Premier nunca cesan de humear. Cuando la nube se disipa, nos damos cuenta de que todo sigue igual.
La justicia no es igual para todos
Este fin de semana el VAR anuló tres goles en los dos primeros partidos de la jornada. Aceptación generalizada en las decisiones con respecto a los ‘no goles’ de Ndidi y King. Cierta disensión en cuanto al tanto de Aurier que finalmente no subió al marcador. El único consenso sin tapujos sobre esta tecnología ha llegado en lo relativo a su celeridad. Lo estrictamente definido de su ámbito de actuación ha permitido que llegue a Inglaterra sin ser una lacra para el ritmo de sus partidos. Más vale tarde y hacerlo bien, se dice a sí misma la Premier League. Los organizadores se pueden apuntar otro tanto.
Sin embargo, queda latente esa sensación de que el VAR aterrizó para muchos en la Premier con la promesa de impartir justicia. Como una especie de Robin Hood tecnológico, se esperaba del videoarbitraje un reparto de puntos taxativo e igualitario. El fin de la polémica. Seis jornadas después de su estreno en la competición han bastado para dejar patente que la justicia, poética o literal, está a años luz de llegar al fútbol. Asumamos que la justicia no es igual para todos. Fundamentalmente, porque cada uno la juzgamos desde nuestro propio prisma. Al eterno descontento del del aficionado de fútbol no hay tecnología que lo salve.
Ceñirse al plan
Las temporadas son muy largas. En 38 partidos de liga, las azarosas idas y venidas propias del fútbol pueden hacer perder el norte a algunos equipos. Cada campaña, vemos a supuestos candidatos a pelear por puestos europeos coquetear con el descenso y a recién ascendidos en lo alto de la tabla más desubicados que Vincent Vega en casa de los Wallace.
Para evitar estos naufragios en aguas desconocidas, tener un plan bien definido resulta más efectivo que practicar un fútbol brillante. Es precisamente el caso de Sheffield United y Burnley. Ninguno de estos dos conjuntos puede presumir de un estilo asociativo y vistoso, pero ambos se asientan con comodidad en mitad de la tabla y ocho puntos en el bolsillo tras vencer esta jornada por dos cero a Everton y Norwich, respectivamente.
Conocedores de las limitaciones que imponen unas plantillas con más oficio que brillantez, Sean Dyche y Chris Wilder han impreso un estilo en sus equipos tan estricto y peculiar como efectivo. Todo el mundo se ciñe al plan establecido en Sheffield y Burnley. De momento, funciona.
Goles no me quedan
Para el adicto enfermizo a la Premier, los sábados suponen un suculento atracón futbolístico. Con un Leicester-Tottenham como entrante y el surtido de partidos de la franja de las cuatro como primero, el plato principal de este sábado era un correoso Newcastle-Brighton en St. James’s Park. Ya al borde del empacho, el espectador deseaba algo ligero para cerrar la tarde. “Goles, por favor, goles”, reclamaba el comensal. “Lo siento, caballero. Goles no me quedan”, respondía un partido que finalizó con el 0-0 que prometía antes de su arranque y que no servía a ninguno de los dos equipos para sacudirse las dudas mostradas durante el arranque de temporada.
Además del previsible marcador, ambos equipos desplegaron el fútbol que de ellos se esperaba. El Brighton mejoró la versión ofrecida durante sus últimos encuentros. La incorporación de Mooy en el once permitió a los Seagulls manejar la pelota con criterio y dominar durante los tres primeros cuartos de encuentro. Ante la ausencia de Trossard, a las ya habituales aportaciones ofensivas de Gross y Maupay se sumó el descaro del joven Alzate, que cuajó un debut convincente. Pese a gozar de buenas ocasiones, faltó acierto de cara a portería en el conjunto del sur de Inglaterra, a lo que Potter respondió con otros noventa minutos de Murray sentado en el banquillo.
Por su parte, Steve Bruce volvió a demostrar que su Newcastle cedería la posesión incluso ante un equipo formado por las leyendas del fútbol inglés mayores de sesenta años. El conjunto mejoró en el último cuarto de partido con la inclusión de uno de esos jugadores que solo entiende el fútbol en una dirección, en su caso la ofensiva, como es Allan Saint-Maximin. Los aficionados de Newcastle reservaron la única ovación del partido para el regreso del hijo pródigo, Andy Carroll, que disputó diez minutos sin apenas tocar balón. Que el ingreso en el campo del bueno de Andy sea el único motivo de alegría para las Hurracas lo dice todo sobre la situación del club norteño.
Llega el invierno a Manchester
Esto es el Manchester United, dice siempre Ole cuando las cosas comienzan a torcerse en Old Trafford. Pues bien, cada vez cuesta más creer que esos muchachos que juegan de rojo sean realmente los Red Devils. Lingard, Angel Gomes, Andreas Pereira y Daniel James de delantero. Este es el despliegue ofensivo del que disponía el equipo de Solskjaer para tratar de dar la vuelta a un partido que acabó perdiendo 2-0 frente al West Ham en el London Stadium.
Dos empates, dos derrotas y dos victorias. Ocho puntos de dieciocho posibles. Los datos hablan por sí solos sobre el mal arranque del equipo mancuniano e inevitablemente el dedo acusador comienza a apuntar hacia el entrenador. Lejos de exculpar al noruego de la parte de responsabilidad que necesariamente le corresponde, lo cierto es que, le pese a quien le pese, esto es lo que hay. El equipo no mete goles porque no tiene quien los marque. Simple y llanamente, la plantilla no da para más.
El problema del United reside en una catastrófica planificación deportiva en verano, dejando marchar a valores en el ataque sin reponer los huecos dejados. Un cambio de entrenador difícilmente librará al equipo de la penitencia que se antoja esta temporada. Sin embargo, en el fútbol siempre se demanda ver cabezas rodar cuando aprieta el frío. Un largo invierno se está cerniendo sobre Manchester. Pronto comienza el juego de banquillos.