Ander Iturralde

5 reflexiones tras el fin de semana en la Premier League

El Everton ganó al Chelsea para crear la efímera ilusión de que Marco Silva toda ineficiencia se ha marchado. El Manchester United cerró la más impresionante semana de la carrera de Ole Gunnar Solskjaer como entrenador para hundir existencialmente un poco más al Manchester City, ya catorce puntos por detrás del Liverpool. El Leicester demostró que puede vencer con cada vez más brillantez e incluso con Kelechi Iheanacho de titular. Y el Watford… erhm… tiene nuevo entrenador y no el que pensarías. Otra vez.

1. No, no, este el mismo Everton de siempre

Ay, el Everton, cuántas risas jocosas nos ha proporcionado. Muchas justificadas, algunas quizás repetidas hasta la saciedad e incluso el hartazgo. Es ahí donde ayuda que los aficionados de habla hispana del Everton no sean excesivamente abundantes. De verdad, ¿cuál debe ser el ratio de aficionado hispanoparlante entre Liverpool y Everton, 10 a 1? ¿100 a 1? ¿1.000.000 a 1? Pero antes de que se enfaden aficionados a ambos clubes… el Everton y lo que hicieron el sábado: ganar. Entrenador nuevo, victoria segura y todo eso. Además, un Chelsea sin rotaciones quizás necesarias tras jugar, jugar, jugar, jugar y volver a jugar en las últimas dos semanas. Una victoria de impresionante calado del Everton. Más que cualquier otra cosa, por ser un mero triunfo ya que cuando has acabado en puestos de descenso, mucho, mucho, no acostumbras a ganar. Y pasó algo, esperado pero no por ello menos curioso. Una avalancha de comentarios con infinitas combinaciones del acto de “hacer la cama” y el nombre de Marco Silva. Pero eso es ignorar gran parte de la naturaleza contemporánea del Everton: picos y valles como si fuese una competición ver quién puede cambiar más y más rápido de sensaciones producidas semanas tras semanas.

Por eso y porque el partido contra el Leicester del pasado fin de semana nos demostró a un equipo unido, quizás en la desgracia, pero mayormente unido. Que peleó y peleó por el éxito del equipo, y por ende, de Marco Silva. Pero perdieron. Porque el Leicester es mejor equipo y porque Kelechi Iheanacho es un dios del fútbol. Jordan Pickford, sin ir más lejos, se pronunció en favor de Silva y su continuidad días antes del hachazo definitivo al matrimonio futbolístico. Es lo fácil y sobre todo es lo divertido sugerir que el Everton en realidad es un equipo capaz y que ganar al Chelsea respondiese al hecho de que la brillante plantilla Toffee hubiese tramado un maquiavélico plan para deshacerse de Silva. Pero no… no. Este es el mismo Everton de siempre. Sólo que más rudimentario, quizás. Se les vieron características de equipo más físico y de meterse en tu cara. Que al menos se notase en algo que Duncan Ferguson era el nuevo entrenador. Lo cual sirvió para ganar al Chelsea. Pero luego vendrá el siguiente partido y otro bandazo; la caída al valle. Antes de la subsiguiente escalada. Y así. Porque con la marcha de Silva y posterior triunfo del equipo nos hemos podemos reír, pero es el mismo Everton de siempre.

2. La mejor semana de la carrera de Solskjaer como entrenador

Se tenía que enfrentar el Manchester United al incontestable Tottenham de Mourinho y después al, probablemente más incontestable, Manchester City de Guardiola. Ello después de perder, ganar y acabar empatando contra el Sheffield United, de caer en Kazakhstan, de empatar en casa con el Aston Villa. Cuando la prueba de fuego más se avivaba, más quemaba, Ole Gunnar Solskjaer y sus muchachos sorprendieron a propios, extraños y a absolutamente cualquier persona que faltaba, para ganar no uno sino los dos partidos. Cuando Mauricio Pochettino asomaba su cabeza indirectamente, Solskjaer pudo desquitarse de todo, de la constante desestima de sus habilidades, de los rankings de entrenadores de la Premier League en los que siempre sale el último. Todo ello podía estar perfectamente justificado, pero contra los Spurs en Old Trafford, contra el City en el Etihad, demostró que sí es merecedor del puesto que ocupa. Pochettino probablemente siga siendo un mejor entrenador que él, pero cuando la presión más incrementaba, el muchacho noruego frenó a dos de los mejores entrenadores de la historia o, como mínimo, del siglo XXI. Contra el Tottenham con más convicción, con más facilidad, porque el desnivel de calidad es indiscutiblemente inferior. Contra el Manchester City, sin embargo, fue con mayor contundencia visual. Fue más impresionante por eso mismo.

Con voraces y sónicos contragolpes, atronadoras carreas al espacio, hacia portería; para encajar el penalti que Marcus Rashford haría a Ederson, a su vez, precisamente encajar. Y luego el segundo que Anthony Martial marcó y con el que terminó de sembrar el caos en casa de sus eternos rivales. Alborotaron al City. Porque fue un gol, y antes de poder darse cuenta, ya había sido un segundo gol. Y defender, defendieron porque contra el City lo vas a tener que hacer sí o sí, pero lograron incomodar o en muchos momentos directamente cortocircuitar los ataques locales. Acabó cayendo, colándose por las rendijas un gol que no hizo más exacerbar la presión sobre los audaces Red Devils de Solskjaer. Pero allí, continuaron, implacables en su cometido. Y nadie más que el autor del primero de los goles: Rashford. Que tuvo momentos de absoluta exhibición contra el Tottenham y que en un escenario todavía más hostil, todavía más grande, apareció. A unos niveles a los cuales parece que ha llegado para quedarse en ellos; hasta en defensa, porque Aaron Wan-Bissaka puede parecer capaz de defender a equipos enteros él, pero aquí hicieron falta todos. Y todos estuvieron a la altura. Hasta el todavía un tanto cuestionable centro del campo de Scott McTominay y Fred. Solskjaer, demostró, primero contra Mourinho y después contra Guardiola, que aunque sólo sea competir, puede competir tácticamente contra los mejores. Y también, ganarles.

3. El majestuoso gol de Son

El Tottenham sigue volviendo y resurgiendo de sus aparentes restos, de su deteriorado ser, para ganar a todos a quienes deberían ganar. Esta vez, contra el Burnley, también fueron capaces de dejar la portería a cero y así arrasar por completo a sus oponentes. Porque la facilidad ha vuelto a su juego y a sus acciones, una fluidez que tan esquiva había pasado a ser: donde las preguntas se multiplicaban como los panes y los peces y las respuestas eran sólo metafóricas. Mourinho ha llegado para romper, para rescatar con puño de hierro el presente de los Spurs. Hasta que lleguemos a ese momento, a esa época de sus etapas que rara vez puede superar con éxito, no sabremos si el futuro del equipo, del club, será tan sobrio y sólido como posiblemente lo hubiese sido con Pochettino. Quizás Mourinho no se quede para experimentarlo. Pero el experimentado cambio ha dado toda la razón del mundo a Daniel Levy respecto al “aquí y ahora”. Y tan rápido y certeros como podrían haber deseado. Contra el Burnley, cinco minutos, embestida, espacio suficiente para armar el disparo y… gol de Harry Kane. No todas y cada una de las veces, porque Kane dispara mucho, pero una notoria cantidad de veces eso va a ser gol. Pero es que ahora, es ese golazo desde fuera del área y también el embarullado momento de caos en el que Lucas Moura hace al balón cruzar la línea de gol. Ni nueve minutos de juego, dos goles como dos soles a favor, y a completar el trabajo contra el Burnley.

Porque sí, estarás ganando y todo eso, pero nunca puede confiarte del todo de “malas personas” de Sean Dyche. Porque allí estarán, para amargártelo todo cuando menos te lo esperes. No esta vez, ya que con dos goles ya materializados, lo mejor estaría por llegar para el Tottenham. En un partido en el Kane volvería a imprimir su ya ilustrada inevitabilidad ya ilustrada al partido, con otra acción de poco más que armar el disparo. Eso sería el cuarto gol. Pero antes del cuarto gol, hubo un tercero. También un quinto al que llegaremos. Pero el tercero fue “el” gol. Nació en una ocasión del Burnley y, llegando hasta el punto opuesto del campo, vivió toda una vida, fugaz y repleta de riesgos, de momentos en los que pudo deshacerse y derretirse en nada; no con Heung-min Son a los mandos, no con Son recibiendo el balón de Jan Vertonghen casi en su propia área y empezando a correr, a driblar, y a correr, y driblar, con una majestuosidad superlativa. Superó a nueve jugadores del Burnley él sólo. A los otros dos no porque no tuvieron la audacia de ponerse en medio. Un golazo para la más completa y absoluta posteridad. De los que dejan huella, de los que se llevan premios y de los que se viven más y mejor cuando es el narrador coreano quien te lo está relatando como si fuese la última vez que lo fuese a hacer en su vida. Y si todo ello no era suficiente, gol de Moussa Sissoko para redondearlo todo como sólo él es capaz.

4. Incluso cambiando de sistema y jugando Kelechi Iheanacho

Lo del Leicester es bastante increíble. Porque son un muy buen equipo pero todavía no tanto. Aunque es en el “todavía” donde posiblemente radica una de las mayores claves. Porque el rendimiento sobre el campo, el crecimiento en el volumen de acción ofensivo ha sido gradual, e imparable. Una de muchas de las pruebas de su superioridad este pasado domingo fue el anecdótico, o precisamente quizás no tanto, hecho de que cinco de los once jugadores titulares del Aston Villa vieron tarjeta amarilla en algún punto del partido. A través del cual, del partido, los goles del Leicester fueron esparcidos con la misma harmonía con la que uno esparce mantequilla y mermelada sobre una tostada caliente por la mañana. Empezaron, porque no se podía empezar por otro sitio, por el gol de Jamie Vardy. Nada más harmonioso que mantener una racha intacta, que elevarla un paso más, que acercarla ese paso más cerca a batir el récord suyo y de la propia Premier League: once partidos seguidos marcando al menos un gol. Con este han sido ya ocho, en un equipo completamente lanzado. Gracias a él como gracias a pocos, él y Schmeichel los únicos titulares restantes del título de liga, una temporada en la cual tenían menos puntos en este mismo punto de la temporada, valga la redundancia.

Algo que te hace absorber el estratosférico nivel del Leicester este año, solamente superado por el Liverpool, mejorando con el paso de cada partido; rotando y demostrando que pueden hacerlo, que pueden ganar, sin que sean exactamente los mismos once. Relevados de la titularidad fueron los únicos a los que te puedas permitir sustituir en este equipo, también: Ayoze Pérez y Harvey Barnes. Cambiados ambos para jugar con un rombo en el centro del campo y dos delanteros, entrando el último fichaje del verano, el interior belga Dennis Praet, y nada más y nada menos que Kelechi Iheanacho. Aquel delantero que tanto prometía en el Manchester City y que tan poco había cumplido en el Leicester hasta esta pasada semana. Con el equipo perdiendo, sucumbiendo ante el Everton, saltó al campo para asistir a Vardy y marcar el gol ganador. Esta vez como titular, marcó, para una subsiguiente celebración conjunta con James Maddison, deslizándose sobre sus rodillas ambos en sincronía. A su gol, el segundo de la tarde, se añadiría por el contrario el de Jack Grealish. Pero a él responderían Jonny Evans, porque en este Leicester marca ya todo dios, y también Maddison. Tal efectividad uno seguiría pensando que será difícil de mantener, pero siguen manteniéndose.

5. ¿Y ahora qué hacemos con esto?

El Watford. ¿Qué hacemos con él? O lo que es más preocupante, ¿qué hacemos con el hecho de que ha sido Nigel Pearson a quien han contratado como su nuevo entrenador? Es que de verdad… Habían sonado con aparente veracidad los nombres de gente como Roger Schmidt o Quique Setién, dos entrenadores con sus cosas pero que fueron pequeños revolucionarios en sus respectivos momentos y espacios. Al ser un entrenador inglés entrado en años el elegido, algunos (Sam Allardyce) celebrarán ciegamente su contratación; otros, por el mismo motivo, le vilipendiarán con voracidad. La verdad, el más justo análisis, como tantas veces, probablemente estará en algún sitio intermedio. En un sitio no intermedio y sí claramente malo está, último en la clasificación, el Watford. De Pearson se esperará que sea capaz de reavivar la efectividad que demostró en Leicester (pre-orgía tailandesa) y no la de sus trabajos/destrozos de Derby County y en el OH Leuven de la segunda división belga. Es que tienes que pensarlo y procesarlo para poder creer que el Watford ha contratado a un hombre que viene de ser despedido de la segunda división belga hace tan sólo unos meses (lo cual recalco como si el tiempo curase tal hecho). El caso, en todo caso y valga la redundancia, es que ahora es el nuevo entrenador de un equipo que está en el último puesto de la clasificación. Que también, en cambio, está fuera del descenso en la clasificación de «goles esperados» de Understat o Experimental361.

Porque, aunque cueste creerlo siendo el único equipo todavía con cifras singulares de goles marcados y puntos conseguidos, el Watford no lo ha hecho tan mal. Una nueva y curiosa prueba de ello fue su partido de este fin de semana contra el Crystal Palace. Unos “hundidos” y los otros firmando una temporada “espectacular”. No sólo empataron a cero sino que los que están hundidos, los del Watford, pasaron por encima de las «águilas» de Roy Hodgson. El Crystal Palace creó como tres ocasiones en todo el partido que casi no deberían considerarse como tal. El Watford les frenó y zurraron tanto como cualquiera de sus oponentes a Wilfried Zaha, que pasó a superar las 500 faltas recibidas en toda su carrera en toda la Premier League. Eso sin contar las otras 500 que nunca fueron señaladas. Y bueno, eso de “tanto como cualquier otro…” no, de hecho, porque el Watford ha sido el equipo con más de ellas, efectuando 33 de esas más de 500 faltas. El equipo del interino Hayden Mullins (que levante la mano quien había olvidado la existencia de este hombre hasta que fue nombrado interino la semana pasada) fue mejor, generó peligro, dominó, y… nada, porque les faltó aquello que ha provocado su anclaje a lo más hondo del océano: marcar esos malditos goles. ¿Podrá la avestruz sobre la que llegará Nigel Pearson cabalgando meter la cabeza en el suelo, o en este caso en dicho océano, para sacar al Watford de ahí? ¿Meten las avestruces la cabeza en el agua como lo hacen en el suelo?

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