1. Lo que para unos empezó siendo un pequeña victoria, para los otros acabaron siendo 3 puntos
Siempre es bienvenido empezar una jornada de fútbol con un buen partido. Mucho mejor que empezarlo con un malo, obviamente. ¿Aunque quizás si sólo puedes tener un postre no querrías empezar por él? En todo caso, Bramall Lane fue lo que tantos años ha anhelado ser: un brillante escenario de la Premier League. En el London Stadium, en cambio, no da la impresión de que este partido hubiese sido lo mismo. Quizás hubiera habido alguna invasión de campo en la que Mark Noble hubiera tenido que poner en su sitio al malhechor de turno. Aquí, el West Ham, vagamente pareció poner en su sitio a ese irreverente nuevo equipo de la liga, que en tan mal lugar está dejando a equipos como los propios Hammers. Replicando los pupilos de David Moyes el concepto de poner una línea de tres centrales, el Sheffield United, se vio más atascado que de costumbre. Sin poder combinar y girar a sus rivales como tantas veces consigue. Pero algo seguía de manifiesto para quien quisiera verlo: a pesar de tener el West Ham a los ampliamente mejores jugadores, una vez más, apenas se notaba. Lo que fue peor aún, haber simplemente frenado a este recién ascendido distorsionó la percepción del propio West Ham respecto al partido. Porque el transcurso de esa primera parte les dio falsas esperanzas. Más mérito en sus cabezas del que posiblemente era justo. Porque invalidados en la primera parte, Chris Wilder reactivó a sus muchachos en ese vestuario y, como no fue sorpresa, salieron a arrollar a sus oponentes londinenses.
Porque tenían ese siguiente nivel al que ir mientras que la inocencia del West Ham desaprovechó todo el trabajo de la primera parte. Ahora sí estaban conectando las «espadas» entre sí, cada vez más afilados, y en un error de David Martin en el envío de un pase, en una pequeña falta de brío en Fabian Balbuena, el Sheffield United fueron como hienas a despedazarles, a marcar el uno a cero: asistido por John Fleck, Oliver McBurnie, el cuarto delantero con más minutos disputados esta temporada del equipo. La grada se alimentó de la reacción y la reacción se alimentó de la grada. Las ocasiones por momentos llovieron, capeando el West Ham lo que podía, casi contestando a través de la extrañamente implacable arma de los ligeramente-escorados saques de falta de Robert Snodgrass. Él mismo, al final, pareció marcar el empate. Lo pareció simplemente. Porque no lo fue, revisada cuál era la validez reglamentaria de la jugada del gol. Nula. Un vaivén de emociones, la creencia de David Moyes en que la mano que inhabilitó el gol era interpretable y no binaria y en que, además, el West Ham por ello y por esas llamativas faltas de Snodgrass había “merecido más”. Pero en realidad, no. Creyeron que lo de la primera parte fue suficiente y por eso el Sheffield United, que por su parte no lo creyó, se hizo con la posesión final de los tres puntos.
2. Entendiendo la absurda magnitud de lo que está haciendo el Liverpool
Sucedió en el Tottenham Hotspur Stadium, allá donde un día estaba White Hart Lane, el Liverpool se puso a la altura de las más altas alturas. Nadie, en la historia de las quince mejores ligas de Europa, lo ha hecho mejor tras la disputa de 21 jornadas. En las cinco grandes ligas, todos están ya por detrás. El PSG de Tuchel de la temporada pasada, el Bayern de Guardiola de hace cinco temporadas, la Juventus de Allegri de la temporada pasada, el Manchester City de Guardiola de hace dos temporadas; todos ellos consiguieron 59 puntos. Ninguno sesenta y uno. El Liverpool ha sido quien. Así como el AZ Alkmaar en 1981, así como el Celtic de Glasgow de Rodgers en 2017. Por fin, y no antes como tanta gente equivocada pensaba, ha llegado Klopp al mismo nivel de Rodgers. Ya era hora. Ocurrió contra un aguafiestas profesional. Quizás el mejor de todos los aguafiestas. Para quien Rodgers fue un día asistente, quien un día arruinó la liga que Rodgers tenía al alcance de la mano. Aunque hubiese tenido esa dulzura, aquí una derrota no iba a frenar a Klopp, ni al Liverpool. La liga está sellada, enterrada. Pueden perderla así como podemos morir todos mañana.
Morir de amor o de admiración también, como la que despiertan tantos de los jugadores del equipo y esta vez el más plástico de todos, el más técnico de todos: Roberto Firmino. Un gol perfecto para hacer perdurar esta ridícula marcha de victorias, de porterías a cero, de puntos en el casillero. Una marcha irreal pero verdadera. Que también puede tener orígenes preocupantes en cómo la balanza del fútbol se inclina con notoriedad en favor de los equipos en la cima. Sin apenas control, sin consideración por el valor de la pura competición. Esa es una parte de todo esto, como Miguel Delaney de The Independent ha manifestado en las últimas semanas en Twitter, que no habría ignorar por completo. Pero tampoco habría que ignorar cómo un genio futbolístico, alemán, con gorra, gafas, una sonrisa para conquistarlos a todos ha estrujado tal brillantez de juego de este equipo. O de cualquiera. Y, por fin, tras un incesante trabajo verá su recompensa en Mayo con la conquista no sólo de una liga, sino de treinta años en los que siempre faltó un paso más en el Liverpool. El Tottenham de Mourinho pudo haber dejado al Liverpool en 59 puntos si Giovanni Lo Celso hubiera marcado esa ocasión. Pero como un imán que atrae lejos del Liverpool todo contratiempo, toda derrota e incluso todo empate, ese balón se marchó fuera. Hacia la cima es hacia donde marcha el Liverpool.
3. No todo lo que no es éxito es exactamente un fracaso
El alivio al frenesí imperdonable es que lo que ofreció, sobre todas las cosas, la victoria del Manchester United sobre el Norwich. Pocos reconocerán el mérito que tiene. Quizás con razón. Pero el ser tan contundente, por mucho que fuese el colista el rival, es un hecho que no debería ser desestimado. También aceptando la realidad de que bajo muy pocos conceptos esta plantilla debería estar metiéndose entre los cuatro primeros y, aun así, está en la lucha. Las carencias son tan claras que muchos la obvian en análisis más amplios de lo que es el Manchester United como club o de lo que debería ser. Dadas las circunstancias, quintos, a dos pasos del Chelsea, es un éxito; por ahora y, de nuevo, dadas las circunstancias. El desdén por Solskjaer, la irrefrenable condescendencia por él, es palpable en muchas de las instancias. Muy probablemente no sea ni vaya a ser nunca un entrenador de absoluta élite. Sí de primera división, sí de Premier League, pero no de ese escalafón definitivo. Cuando el Manchester United esté a las puertas de la cima y necesite esa última pieza, Solskjaer todo parece sugerir, deberá ser reemplazado. Por ahora, el Manchester United está donde debería estar; quizás, incluso, un poco por encima. El día del Arsenal, paradójicamente considerando que es en los días grandes donde más ha lucido el bueno de Ole Gunnar, es donde pareció verse un techo de cristal que él seguramente no será capaz de romper.
Pero ese techo no está ni siquiera al alcance de la mano de la iteración actual de este equipo. Donde todo es potencial y paciencia es lo que se sigue necesitando por encima de todo. Porque por mucha adoración, incluso enfermiza, por el pasado y por lo que nuestras mentes nos dicen que el United debería ser, esto es lo que hay ahora mismo y repetir hasta el hartazgo lo contrario, o que no es suficiente, es inútil. Están, aunque de forma ineficaz, lenta y fea, en el camino correcto. Lo cual no significa necesariamente que jamás volverán a conocer el éxito que un día conocieron. Porque en un mundo, el de la Premier League, donde las ansias por ganar han elevado el nivel de competencia ya no les será tan fácil. A United y a Arsenal, por ejemplo. Se han quedado ambos rezagados por diseño, por negligencia que nace en lo más alto de la pirámide jerárquica de los dos clubes. Pero ciñéndonos a los Red Devils, como demostró la estelar victoria contra el Norwich del sábado, hay mucho por lo que ser optimistas porque si bien no fue una idea quedarse tan cortos en profundidad de plantilla en verano, que Aaron Wan-Bissaka, Harry Maguire, Scott McTominay, Fred, Marcus Rashford, Anthony Martial o Mason Greenwood sean lo más parecido a pilares en el equipo, es el camino a seguir. Juventud, potencial; lo mejor todavía por llegar y no en el retrovisor. Por supuesto, eventualmente, habrá márgenes de calidad que deberán ser cubiertos por jugadores con la suficiente. Pero esto, incluso con Solskjaer al frente, es una muy buena versión de lo que el Manchester United puede ser dadas las circunstancias.
4. Doblegando a la lógica en dos frentes distintos.
Lo del Newcastle esta temporada no hay por dónde cogerlo. Si repites cien veces sus actuaciones, muchas más veces de las que no, sería el último clasificado y no el décimo tercero. Martin Dubravka va a convertirse en el mejor portero de la historia y gran parte del mérito es el demérito del sistema, del entrenador y de sus compañeros. Porque una cosa es defender y otra hacerlo bien, a un nivel sostenible, donde frenas a tus rivales en tres cuartos y no en el área pequeña o directamente sobre la línea de gol. Porque de tanto jugar con fuego, un día es probable que te quemes. O no, como bien está demostrando este Newcastle. De hecho, no sólo no se queman, sino que encima, gracias a vivir bordeando esa llamarada constantemente, se ha recolectado dinero para combatir los abundantes y catastróficos incendios en Australia. Mat Ryan, el portero del Brighton, afirmó esta semana que donaría 500 dólares australianos por cada parada que tuviese lugar en toda la jornada de la Premier League. No sólo no se quema el Newcastle jugando como juegan, sino que encima, gracias a ello, apagan fuegos en la otra punta del mundo. No te lo puedes creer. Así como tampoco Steve Bruce otras cosas.
Porque si bien el azar parece que romperá por siempre jamás en favor del Newcastle, en una extraña paradoja, parece que también lo hará en contra. Porque los resultados los están sacando adelante pero no sin heridos. Sorprendentemente esas “heridas”, no son por tener que sacar balones sobre la línea hasta con la cara; pero aun así, como las moscas están cayendo los jugadores del Newcastle en el intento, en el fragor de la batalla; lesionados desde el cambio de año a (en orden cronológico de lesión) Jetro Willems, Javier Manquillo, Jonjo Shelvey, Fabian Schär, Paul Dummett y Dwight. Seis lesionados. Todos musculares. Seis. SEIS. En dos partidos de 2020. «Nunca he visto una cosa igual», dijo Steve Bruce tras el empate 1-1 en Wolverhampton. Lo bueno de tal declaración es que podría servir también para relatar cómo el Newcastle va tan bien concediendo tantas y tan buenas ocasiones. Aquí los Wolves debieron haber rematado, aniquilado a su contrincante, pero no lo pudo hacer. Un punto, aun así, que les mantiene en una difícil pero ilusionante carrera por un puesto Champions. El cual persiguen con una línea de tres centrales ahora mismo, la que usaron ante el Newcastle, compuesta íntegramente por jugadores que hace cuatro años eran todos medio centros: Conor Coady, Leander Dendoncker y Roman Saïss. No va a ser el Newcastle el único haciendo cosas raras y haciéndolas funcionar.
5. La temeridad pagada hasta el último céntimo
Una cosa es que los seguidores de la Premier League subestimen al Manchester City. Otra muy distinta es que lo haga uno de sus rivales. De hecho, probablemente no lo hizo. Pero cometió un severo error de cálculo el Aston Villa. Cuando había pasado, cuando había terminado: 1-6 era el resultado, el que se vislumbraba en las pantallas de Villa Park. Una matanza que pudo ser peor. Pero no por ello dejó de ser colosal. Para el City un ejercicio de rencontrarse a sí mismo. Para el Villa, uno de esos días que dejan cicatriz. Después de los problemas, de las lesiones, con el descenso ganándoles terreno hasta absorberles… perder podía entrar en los planes; no así encajar seis. Pero el City es el City. Puede parecer que está en una de estas ultra-híper-súper crisis del fútbol contemporáneo, donde Benjamin Mendy es una estrella del fútbol pero más todavía de Twitter. Una humillación para los «villanos» que quizás hasta duela más para la propia afición que, de alguna forma, para los jugadores. Porque los primeros estuvieron ahí en esas últimas temporadas del club en la Premier League. En las cuales se dio lugar una agonía perpetuada por Christian Benteke, o por Tim Sherwood, o por alguien. Porque siempre aparecía alguien a hacer la gracia y a no dejar morir al Aston Villa. A pesar de que lo necesitaba. Para dejar atrás el dolor, para desprenderse de las duras ataduras, para soltar, simplemente, su mano.
Alguien, en la red social favorita de Mendy y de Donald, quiso recalcar este propio fin de semana cómo este tweet seguía existiendo y cómo no fue borrado por Joleon Lescott, pese a que él argumentó que publicarlo – tras una goleada en contra cuando era jugador del Aston Villa – fue un accidente culpa del hecho de estar su móvil en su bolsillo. Pero aunque no se echó a Twitter a hacer el ridículo, ya hizo más que suficiente sobre el campo nuestro protagonistas de hoy. Dean Smith quiso confiar en Danny Drinkwater. Después de la más que cuestionable decisión de incorporarle tras lo que han sido, a la práctica, dos años y medio parado, sin jugar. Por algún motivo, que quizás sea una desconfianza irracional en Marvelous Nakamba, Smith quiso colocar de titular a Drinkwater. Contra el Manchester City. Y cayeron seis en contra, uno directamente fallo de nuestro bebedor de agua favorito. Pagaron hasta el último céntimo en el Villa del precio de esa decisión. Quizás tengan hasta que pagar más. Ya veremos. Las anteriores dos titularidades en Premier League de Drinkwater fueron para dos equipos distintos, Chelsea y Burnley, y ambas fueron derrotas contra el Manchester City. Y como no hay dos sin tres ni tampoco un juicio acertado de Smith sobre las capacidades del bueno de Danny, derrota, por uno a seis. Porque hubo tres, tras haber dos.