1. Cerca
Dirán que se acaban los adjetivos. Pero mientras el Liverpool no se canse de ganar, no nos podremos cansar nosotros de contarlo. Porque sí, sí, es repetitivo y tal. Pero tampoco lo es tanto, pues si miras “la foto grande”, más allá de una victoria y otra, lo de este Liverpool no tiene nada de normal, de manido. Que han sumado, tras vencer al Norwich, 103 puntos de los últimos 105 que han disputado en la Premier League. Números demenciales. Que necesitan de fortuna para ser tan perfectos, pero sobre todo necesitan de un equipo abrumador, increíble en la ejecución de su juego, incesante; que a seguir hasta el amanecer con tal de ganar otro partido de la Premier League.
Es inquietante en muchos sentidos, que como la peor de tus pesadillas, nunca se va del todo; por otro son un equipo tan asombroso de ver, de observar cómo puede ser el 95 de añadido que, tranquilidad, pueden ir empate que van a ganar igual. Aquí todo fue un poco más directo, si bien el Norwich hizo lo posible para que fuese lo más enrevesado posible, lo más curvado que podían obligar a que el partido fuese. Con viento soplando en todas direcciones y el Liverpool enfrente, los muchachos de Daniel Farke sudaron, se emplearon a fondo para no caerse sobre su propia portería y sucumbir ante el más difícil reto de la presente Premier League. O del presente fútbol mundial. Lo fácil es romperte en el intento. De alguna forma, acabaron rotos, pues el Liverpool provocó la grieta por la que acabó entrando el balón ganador. Al final, todo es una superflua consolación para un equipo que es último y que es observado por el descenso con fijación. Pero cortocircuitaron a los Reds en la primera parte, manteniéndoles ciertamente lejos de su portería.
Incluso la segunda parte no trajo un paquete de ajustes que hiciesen al Liverpool arrollarles y ganar machacando. Si Lukas Rupp llega a ejecutar con la contundencia un pase clave en los últimos metros en dos jugadas distintas, quizás el Norwich no se hubiese quedado cerca de, quizás hubiera sumado; un punto tangible y no sólo la recompensa moral. Cerca. De parar a Sadio Mané. Pero de parar a Sadio Mané más que cerca, pareces estar cerca. Le basta con llegar a una posición mínimamente decente para armar la pierna. Un atisbo de disparo que él, como la estrella mundial que ya es, emplea para marcar la diferencia. Aquí la hizo falta: la de un sólo gol. Porque nadie superó a Alisson, ni un traicionero remate de Alex Tettey. Si alguien hubiese sido divertido que parase a este Liverpool, ese era Alex Tettey. Cerca, pero sólo cerca.
2. Sólo separados por inexistentes diferencias
El Leicester es como una especie de Wolverhampton sólo que más bonito, más cuidado. Nuno Espirito Santo en su característico chándal y con barba, Brendan Rodgers en traje y afeitadito; Conor Coady con su pelo corto estándar, Çaglar Söyüncü con esa melena angelical. De alguna forma, esa estética también acaba siendo traducida a su despliegue de juego. Pero no la bonita es la más eficaz, si bien dos partidos y dos cero a cero han sido los resultados finales de sus enfrentamientos esta temporada. En el baile, en los movimientos del Leicester, parece haber generalmente más brillantina, más habilidad artística. En el Wolverhampton menos y más pases directos y ocasiones.
Ocasiones que probablemente debieron reportarle el triunfo. Una carrera hacia los tres puntos en la que parecieron tomar ventaja. La cual, sin embargo, nunca fue tal. Porque pocas cosas más hilarantes hay en el fútbol actual. De verdad, quienes no apreciaran su nivel de parodia, es que están demasiado concentrados en lo que el fútbol era; con todas injusticias antes tan lamentadas, ahora dadas por hecho y desestimadas en su importancia. Porque si pasa contra tu propio equipo es normal que se genere esa furia, esa frustración de quien busca en el fútbol su alivio o quien simplemente no conoce tan graves frustraciones. En Wolverhampton tuvimos VAR en toda su gloria. Con una jugada que, de alguna, forma, parecía superar casi todas las surrealistas jugadas anteriores de esta temporada: un nuevo girito que nadie vio venir. Un fuera de juego fruto de un pase hacia atrás. Es que cómo no te vas a reír.
Por supuesto, hubo confusión por culpa de la equivocada percepción de que un pase atrás no es fuera de juego, lo cual no figura como cualquier tipo factor en la letra de las normas. Parecía, así como otro gol a favor del Wolverhampton contra el Leicester en Agosto, que supondría una ventaja de esas que los chicos de Nuno agarran como si de un oso cazando un salmón en un río se tratase. Un Leicester fuera de forma, regresando a la media después de su espectacular primera mitad de temporada, fue maniatado por los Wolves y, aun así, incluso viendo a Hamza Choudhury expulsado, nada pudo acabar separando a dos equipos muy parecidos. Tanto que la anulación acaba siendo mutua. Como un divorcio. O como un empate a cero.
3. Sean Pedro
El Burnley es ese equipo que pierde contra todos los equipos de élite casi siempre. Pero que gana a todos a los demás. Si quieres convertirte en un equipo que pertenece al grupo de los mejores, tienes que pasar por ellos. Por eso Sean Dyche es como una especie de San Pedro del fútbol. Él decide si puedes entrar al cielo. Sean Pedro. El Southampton estaba en plena ascensión, revitalizado tras su terrorífico 0-9 encajado contra el Leicester en Octubre. El Southampton estaba empezando a doblegar a todo equipo que se le pusiese por delante que no fuese el Liverpool (que ya sabemos que no cuenta). Pero entonces recibió en casa, lloviendo pero siendo sábado al mediodía, al Burnley para disputar un encuentro definitorio. Lo ganas y puedes empezar a luchar por grandes; lo ganas y has llegado a la pista de baile; lo ganas e igual puedes ser tú ese quinto equipo de la Premier League, que ahora se clasifica para la Champions League porque la vida del Manchester City es muy complicada.
Pero en la gran prueba de fuego, la que el propio Southampton ni siquiera pensaba que era tal, el Burnley denegó el acceso de los Saints al cielo. En una extrañísima paradoja. Que sólo se puede explicar a través de cosas todavía más extrañas. ¿O acaso no has visto el primer gol del partido? Un córner a favor del Burnley (porque obviamente), viento, una irremisible y absurda falta de comunicación que llevó a Danny Ings a apartarse de la trayectoria del balón, esperando que Alex McCarthy se encargarse de él mientras este pensaba lo mismo pero al revés. El resultado: un gol olímpico de Ashley Westwood. Danny Ings, exjugador de los otros, les marcó para darle a su actual equipo lo que les había quitado. Quizás, habiendo superado esa loca prueba del destino que fue ese primer gol absurdo del Burnley, el Southampton se iba a reponer y demostrar que sí, en efecto, iba a conseguir convencer a Sean Pedro para que les abra las puertas del cielo.
Pero entonces, con Chris Wood lesionado y sustituido desde hace rato, con Sean Dyche celebrando saques de banda a favor en el centro del campo, apareció el más angelical de los jugadores del Burnley: por aspecto y por habilidades futbolísticas. Alguien que, por supuesto, no juega casi nunca en un rol de importancia. Pero Matej Vydra se hizo con ese balón, avanzó en horizontal a través de esa área rival, y cuando ya casi no tenía ángulo, cuando el Southampton quizás no iba a ganar pero tampoco a perder con el Burnley, Vydra marcó uno de los goles de la temporada. Para demostrar que el Southampton todavía no está a ese siguiente nivel. Que él, Vydra, quizás merece más oportunidades. Pero de momento, en la lista de quien decide que entra o no al cielo, no están los equipos a los que sus chicos vencen.
4. El pilar que cayó
El Aston Villa vs. Tottenham más que un partido de fútbol fue un bombardeo mutuo en el que, aunque la recompensa y la pérdida iba a ser la misma, acabó inclinada en favor de unos. Los segundos, los del señor portugués que ahora está rapado. El mundo es un lugar frío, extraño, con vivaces momentos de luz, y todo fue encapsulado en este encuentro. El mejor de la jornada. Porque el control, ese atisbo de ventaja sobre tus rivales, en fútbol te lo aporta algo más que tu defensa o tu centro del campo: aquí eran Danny Drinkwater y Douglas Luiz contra Eric Dier y Harry Winks y mucha gente mirándoles, actuando a su alrededor, a su costa; explotando las carencias de sus desasistidas presencias.
El caso de los Spurs probablemente sea más complejo, pues Mourinho siempre ha gustado de atrapar a ese reto que yace ante él y es ese un partido de fútbol; Dean Smith siempre ha sido este tipo de entrenador propositivo, de querer abrumarte con juego ofensivo, que en tercera y segunda división le ha ido muy bien y que ahora, en la cima del fútbol nacional, intenta sacar la cabeza por encima del agua. Y lo cierto es sólo un pequeño fallo final les dejó sin recompensa. Contra todo un Tottenham estaban saliendo más que airosos del intercambio de golpes. Forzaron un gol en propia de Toby Alderweireld en un fallo de comunicación con Hugo Lloris. El internacional belga se redimiría poco después en la portería correcta y después de eso, Son se redimiría de su fallado penalti para situar al Tottenham por delante. Pero nunca se calmó el partido, nunca se paró. Y a la hora de la verdad, no pudieron parar los visitantes a Björn Engels en un aéreo remate para igualar la contienda.
Todo estaba viniéndose abajo para ambos, todo era caos, anarquía, felicidad de algún tipo. Hasta que para unos se esfumó. Con los noventa minutos de juego ya cumplidos, con un punto para cada uno que podía no ser suficiente y ser suficiente al mismo tiempo, el bombardeo seguía. El daño hasta ese momento había sido homogéneo. Fallos y aciertos, en cantidades proporcionales. Pero entonces, la bomba, esta vez enviada por Davinson Sánchez, estalló y derrumbó al último pilar del Aston Villa, que era Björn Engels, que figurativa y literalmente cayó; el balón acto seguido cayó en los pies de Son. A la carrera, Reina ante la posibilidad de parar una última, y un gol que se transformó en exactamente eso: gol. Y victoria para Mourinho y los Spurs.
5. Un día para justificar los demás
El Arsenal está en un lento proceso de reformación. No exactamente reconstrucción. Un término que a veces se sobreutiliza en fútbol. Las reconstrucciones nunca son exactamente tal, aunque el concepto lo usaré yo también antes de que me dé cuenta. Pero el caso es que un equipo de fútbol no es un edificio que has tirado abajo para hacer otro nuevo. Es una cosa en constante movimiento. No puedes echar a todos los jugadores, traer otros completamente nuevos y entonces presentarte de nuevo a jugar. Es un flujo constante, de modificaciones y alteraciones, de piezas en movimiento, entrando y saliendo. Por eso mismo es importante la proyección de seguridad de una figura a la que mirar; en este caso la de Mikel Arteta. Porque te lo razona y explica todo, con tranquila convicción, con un pelo a prueba de bombas, que posiblemente también sirva de casco protector.
Ya llegará el momento en el que lo necesite en un Arsenal calmado por la novedad de su precisa presencia, pero que no tardará en reclamar lo que fue enseñado como posible: clasificar para la Champions League, ganar o al menos pelear por ligas. Es un misterio si eso llegará a ser realmente posible con Stan Kroenke como dueño, cuando la competición a su alrededor, con clubes que no sólo van a invertir económicamente en talento y espíritu, sino que incluso van a invertir más de lo permitido y falsificar documentos para decirte que en realidad no. Pero en realidad sí. Porque no sólo Arteta viene del Manchester City, el Arsenal aspira a ser el Manchester City. O al menos la “idea del Manchester City”.
Un camino que presentará baches, infinidad de complicaciones. Un empate tras otro y otro, como ya ha estado demostrando últimamente el Arsenal. Por eso, porque empatar es mucho mejor que perder, pero todavía es mejor ganar. Y ganar como lo hicieron contra el Newcastle. Un partido inicialmente cuesta arriba y que luego fue un viaje en una idílica avioneta. Como esas que usaban para mostrar pancartas algunos aficionados del propio Arsenal, pero en plan bien en esta metáfora; con Arteta a los mandos. Un correcto Eddie Nketiah, un brillante y ejecutor de caños Bukayo Saka, destellos del jugador de élite que es Pierre-Emerick Aubameyang y hasta goles de Mesut Özil y Alexandre Lacazette. Porque habrá días malos y muy malos, pero desarmar tan pronunciadamente al Newcastle ayudará a que no lo sean tanto.