1. El derbi del cambio de entrenador
Se pasaron Arsenal y Everton once años enfrentándose con el mismo entrenador en cada lado: Arsène Wenger por uno, David Moyes por el otro. Así pasaron más de una década de éxitos, los más notables para ambos al comienzo de la misma; los Toffees alcanzando una previa de la Champions League, los Gunners toda una temporada de la Premier League invictos. Esta temporada la empezaron unos entrenadores en estos dos equipos. Para cuando se enfrentaron entre ellos, ya eran otros dos distintos; para cuando se volvieron a enfrentar, eran otros dos distintos. Un reflejo del paso del tiempo, del cambio en el mundo, de las nuevas expectativas y exigencias en estos clubes. Del Arsenal que necesitó pasar página de Wenger, que finalmente tampoco encontró respuestas en Unai Emery y que con un ex suyo y del Everton, Mikel Arteta, sí espera hacerlo. Como también el Everton tratando de encontrarse a sí mismo, futbolística y filosóficamente. Confían en que con uno de los más afables, más aparentemente reflexivos entrenadores de élite, Carlo Ancelotti, puedan romper esa barrera. Porque la oportunidad nunca está tan lejos como parece, nunca es tan imposible. Esta temporada, dentro de la que ellos no han terminado de carburar, es una sobresaliente muestra de ello. La Champions no es tan imposible.
Aunque quizás lo sea con las defensas que tantos unos como otros demostraron en su incesante intercambio de golpes de este pasado domingo. Un frenesí entre dos equipos que no se dejaron nada en el tintero, donde el Everton probablemente fue en global el mejor de la tarde, adelantándose con una de las chilenas más visualmente extrañas de los tiempos recientes pero que les valió para marcar en el primer minuto, Dominic Clavert-Lewin más concretamente. Como también lo volvieron a hacer en el último minuto de la primera parte con Richarlison. De nuevo, ninguno de los entramados defensivos pudiendo organizarse ante los sendos ataques. Y al final, o al principio de la segunda parte en este caso, el Arsenal proporcionó ese gancho adicional, capital y diferencial. Así como Tyson Fury abrumó en el más esperado combate de boxeo del año, entre él y Deontay Wilder este pasado sábado, el Arsenal al final tuvo también esa calidad “pugilística” para ganar. No fue abrumador como equipo, pero sí a través de sus muchos flashes, y nada o nadie más que su superhéroe gabonés Pierre-Emerick Aubameyang.
2. Cuando Lampard recuperó el control
Esperando, esperando, esperando. Una decisión compleja del VAR tras otra. Algunas más claras aunque no se quieran admitir. Pero aun con todas que parecían salirle en contra, el Chelsea salió al otro lado de la tormenta; aún con todos sus defectos. Aún con una situación mejorable bajo palos. Pero donde sí Lampard cambió y mejoró a su equipo fue con la introducción como titular de Olivier Giroud desde el comienzo en lugar de Michy Batshuayi. Ante un Tottenham sin apenas pólvora que mostrar en ataque ni tampoco la mejor de sus versiones defensivas a pesar de que contar con prácticamente todos los nombres. Un partido que nunca pareció del todo normal, donde el Chelsea sin embargo, pareció el mejor. Donde hubo otra extraña decisión arbitral, o «VAR-ial», y los Blues se encontraron, por enésima vez en los últimos días, como la parte damnificada. O más concretamente, César Azpilicueta, justo debajo de un pisotón de Giovani Lo Celso. Lo que elevó esta acción a los altares del paródico universo del VAR, infiltrado, en nuestro tan preciado y por supuesto lógico fútbol, fue que no sólo la jugada que había pasado indemne, sino que se revisó, se decretó como un ‘no error’ claro y obvio, y que después del partido sí que se consideró como tal por parte de la Premier League.
La admisión del fallo del revisor del árbitro. Una revisión de la revisión. Es de verdad un mundo extraño. Pero no pesó adversamente para el Chelsea, logrando transformar un doble fallo previo, parte de Giroud, parte de Barkley, para que finalmente Giroud estuviese más vivo que todos y marcase. El jugador que parecía camino de los propios Spurs hace poco y que, en cambio, se ha quedado donde estaba para acabar con ellos. Porque a un equipo sin delanteros, encima un equipo de Mourinho sin delanteros, marcarle primero es crucial, como ya señaló el propio técnico portugués reflexionando sobre el concepto de jugar sin un ‘9’ o nada remotamente parecido. Lo intentaron, estuvieron juntos Ndombele y Lo Celso, estaba la velocidad de Bergwijn, estaba Moura por muchas lagunas que tenga su juego… pero el control estuvo con el Chelsea. Con un Lampard recuperando ese control tras dos meses, casi desde su previo enfrentamiento al Tottenham, patinando irrefrenablemente con el Cheslea. Pero se supieron manejar, supieron suprimir la mayoría de intentos rivales y Marcos Alonso les terminó de lanzar hacia la captura de los tres puntos. En una lucha no sé si firme pero sí estresante y apretada por el billete a un nuevo viaje europeo en la próxima temporada.
3. Ganar por ahora
«¿Seguís dudando de nosotros?», declaró Pep Guardiola tras ganar al Leicester. Él siente que lo están haciendo mejor de lo que se les reconoce. En muchos, muchos aspectos tiene razón. Se ha dado por hecho al City, al final víctima de su propio éxito. Y el juicio a veces es confuso, pero no por ello necesariamente injusto. Guardiola, tan sumergido en su propia existencia, tan sumergido en ser Pep Guardiola y todo lo que representa, en las percepciones, las propias y las ajenas, chocan frontalmente. Existe casi más fricción que con el resto de entreandores. Porque la obsesión de Guardiola parece ir un paso más, que le «deshumaniza» de alguna forma extraña. No ayuda que sea parte de este Manchester City, tan controvertido. Salió la sanción, ganaron al West Ham, pasaron unos días más, ganaron al Leicester. Pero con mucho más sufrimiento. Un partido en el que se les vio descentrados, menos pulcros en sus acciones y eso que en pulcritud ya habían bajado de calidad esta temporada respecto a sus anteriores campañas.
“Se han salido al final con la suya, pero el Manchester City ha perdido innecesariamente muchísimas posesiones en su propio campo. Ni siquiera ha sido por la presión rival, sino por puro descuido”, decía Michael Cox en Twitter al descanso sobre el partido. Y era cierto. Porque con el City sucede algo y eso es que su posición predeterminada es de extrema audacia, todos los jugadores muy separados los unos de los otros, confiando en que el refinamiento del sistema les aúpe a poder abarcar tanto campo como sea posible. A la que el engranaje se atasca, sin embargo, todo parece aún peor que con equipos «normales». Aquí fallaron un penalti, parecían camino a tener que responder ante el enésimo bache de una temporada abollada, pero que al mismo tiempo está completamente en juego en sólo unos días. Pero al menos en esta ocasión, contra todo un Leicester correoso y complicado, Gabriel Jesús encontró la reserva para ganar, para ganar por ahora.
4. El peso de sus defectos, de nuevo atado a sus tobillos
Con el Newcastle pasa algo (bueno, pasan muchas cosas…) y eso es que lo está haciendo mejor de lo que uno esperaría habiendo visto sus partidos y, al mismo tiempo, lo está haciendo peor de lo que sus jugadores sugerirían que es su techo. En un partido de «meme de Spiderman», contra el Crystal Palace, se vieron superados cuando no deberían. Porque los muchachos de Roy Hodgson fueron mejores, pero tampoco tuvieron por qué serlo por tanta diferencia en sensaciones. Porque todo terminó decidiéndose por un solitario gol. Uno solamente porque eran los equipos que eran. Pero las excusas, a este ritmo, no tardarán en ser agotadas. En el Palace son casi estructurales; un equipo muy veterano y al que, como no se haga algo pronto, la gasolina se le acabará. En el Newcastle, en los prolegómenos del partido, observabas la alineación y a once jugadores bastante buenos, fuera de sintonía futbolística con Steve Bruce, brutalmente infra-explotada y, cuando todo había acabado, sin un sólo punto que enseñar de su viaje a Londres. Porque un equipo con Dúbravka, Schär, Lazaro y Rose, Bentaleb, Almirón, Saint-Maximin y Joelinton debería dar más.
Se puede crear confusión sobre la historia, sobre la realidad, haciendo hincapié en todas las ineficacias institucionales del club. Pero hay jugadores. Hay jugadores como para plantar más cara al Crystal Palace, como para ofrecer un rendimiento mejor que este. Steve Bruce intentando a través de sus más confiados métodos asentarse como el entrenador del Newcastle y luego ya ver. Pero mientras, Patrick van Aanholt consigue engañar lo suficiente a Dúbravka y colarle una falta por su palo. Y con ello, el triunfo. Dio lo mismo que Christian Benteke volviese a fallar ocasiones sangrantemente claras, que el Newcastle fue no tan difícilmente maniatado y jamás se recuperó de esa situación. Sus defectos estructurales pesaron como un peso encadenado a su tobillo colectivo. Porque con todos los mencionados futbolistas, actuaciones así ya sólo parecen encontrar respuestas en las deficiencias de los automatismos, del funcionamiento coral.
5. Barridos otra vez
Hace unas semanas, hace un par de meses, el Aston Villa y el Southampton se enfrentaron en uno de esos partidos que olían, por primera vez en esta temporada, a «six-pointer», a duelo directo por evitar el descenso. La presión acuciando, gritando cada vez más alto. Ahora, aunque su mejoría ha elevado al Southampton a tierras más templadas, más tranquilas, se medía de nuevo. De nuevo, los chicos de Ralph Hasenhüttl barrieron al Aston Villa. Sin respuesta, sin casi nada. Tres goles fueron en el primer partido, dos en este. Las sensaciones de aplastador dominio de los unos sobre los otros incluso mayores a pesar del gol menos. Si algún atisbo de tinte positivo existe para el Aston Villa, es el hecho de que pudieron mantenerse «en el partido», solamente un gol abajo, hasta la última jugada de la contienda. Pero ahí, y mira que hay que ser generoso parar llegar incluso a ese punto, es donde terminan las lecturas optimistas.
El partido fue un auténtico y absoluto glosario de jugadas en las que la defensa del Aston Villa estaba al borde de la eclosión. Una cosa como hacía tiempo que no veía. Como ciervos sobre hielo, o estaban a punto de perder el balón, o estaban intentando recuperarse de una posición ya de desventaja, o Pepe Reina estaba mandando con poca precisión el esférico a uno de los carrileros. Es que no encontraban manera. El Southampton estaba ahí, en cada giro. E incluso teniendo ellos también un centro del campo compuesto por solamente un doble pivote, al novato Will Smallbone y a Pierre-Emile Hojbjerg, no pudieron ni toserles sus colegas de puesto y profesión del Aston Villa. Por eso, era siempre balón al carrilero y de ahí intentar encontrar a Grealish. Y llegaron al minuto 93 con la posibilidad de igualar, aun así, con un córner a favor, con Pepe Reina (que ya tenía una amarilla salvando un destrozo previo y colectivo, él incluido, de su equipo) subiendo y estando más cerca de la línea de gol rival que Alex McCarthy. Pero este último despejó de forma atronadora, su compañero Che Adams cazando el balón y enviándoselo acto seguido al espacio, todo el del mundo, a Stuart Armstrong para que sentenciase con absoluta epicidad y plasticidad. Una victoria que reforzó previas sospechas. Que elevó al Southampton a los cielos y al Aston Villa a los infiernos. Para algo unos son los “santos” y los otros los “villanos”.