1. El Manchester City no ha terminado
Che Adams marcó su primer con la camiseta del Southampton. El Manchester City procedió después a su acoso y derribo habitual, aunque sin efecto final. Lo más normal es que Adams no hubiese marcado el gol que marcó y que el City metiese como cuatro o cinco de ellos. Pero, no sé si te has dado cuenta, no está siendo la temporada más normal del mundo. Ese gol de Adams, sin ir más lejos. Rápido, extremadamente avispado, extremadamente acertado en su recurso de técnica, desde fuera del área (Adams es un delantero de fuerza hacia el área, no tanto hacia fuera). Ederson adelantando como de costumbre y como casi nunca supone un problema. Para más inri, había empezado el partido haciendo muestra de su absurda habilidad para el pase. Pero este no era uno de esos días de frutos netos.
El Southampton tenía esa suficiente energía, ese suficiente ímpetu y predilección por apretar la posibilidad de caos sin acabar quemado. Lo bordearon, por activa y por pasiva. Y al final, lo más importante de todo es que ganó. Pero como tanto en fútbol, en la vida, conviene mirar más allá antes de lanzarte a por el columpio en el que… columpiarte. Otra derrota del City, otra muestra más de la demostración de ese “fraude calvo”. Lo que es pasa que no. Hay este deseo en maximizar la más básica verdad que nos muestra la clasificación y de que el City ha hecho una temporada imperdonable. Los hubo por Twitter (lo sé, gran punto de referencia), de naturaleza liverpooldiana curiosamente, que agarraron esta gran sorpresa, esta meritoria machada de los chicos de Ralph Hasenüttl, para explayar sus ideas preconcebidas. De manera deficiente e ignorantemente frustrante, también sea dicho. Porque podía y puede haber verdad en que a Guardiola hay que exigirle más.
Tiene los jugadores, tiene los recursos. Y tiene, y esta es la clave del argumento y por supuesto apenas es considerada, las ocasiones de gol para ganar más de lo que lo ha hecho. Es decir, el City no ha dejado de “jugar bien”. Desde un punto probabilístico, si repites esta temporada 100 veces, en una amplia mayoría de veces esta liga seguiría estando competida entre Liverpool y City por ser conquistada. Algo, más allá de sus generales y innegables problemas defensivos, está fallando en el proceso. Alex Stewart ha tratado de explorar este fenómeno en uno de los últimos vídeos de “Tifo Football”. Porque el City debería estar ganando. Y claro, cuando ese es el caso, no deberías esperar que este sea el final de este equipo. Porque hay algo demasiado ingenuo en pensarlo.
2. La recuperación del Manchester United
Algo extraño, inquietante, que nos ha traído la nueva normalidad es un Manchester United carburando al 100%. O casi (y dentro de algunas y obvias limitaciones restantes). Sin embargo, la cuestión es que los chicos de Old Trafford han dado con la clave a todos sus males: que jueguen sus mejores jugadores. Y siendo justos, uno de ellos dos no pasó a formar parte del equipo hasta enero. Pero ahora le tienen a él, a Bruno Fernandes; así como a Paul Pogba. Y encima, a Marcus Rashford y Anthony Martial alcanzado los picos de forma y nivel sostenido que tanto se esperaba de ellos.
Cuatro súper clases (tranquilidad, no estoy diciendo que no haya jugadores mejores en el mundo) que han demostrado que las crisis en fútbol nunca son tan graves e insalvables como pueden parecer. También porque las arrugas en la camisa siguen ahí, siguen necesitando ir a una prórroga contra el Norwich para ganar en FA Cup y el Tottenham les neutraliza hasta prácticamente el hartazgo. Pero la forma, la gracilidad y sencillez con la que barrieron a Sheffield United, Brighton y al Bournemouth este pasado fin de semana es notoria. Sí, un divertidamente “VAR” penalti de Eric Bailly, y antes el 0-1 de las “cerezas”, fueron pequeñas muestras de debilidad; pero es que en respuesta llegaron cinco goles. De Mason Greenwood, dos veces, Rashford, Martial y Bruno Fernandes.
También exhibiendo un grado de acierto difícilmente sosteniblemente al mismo tiempo, pero la imponencia con la que se mueven, con la que estresan a sus rivales, es reminiscente de un muy buen equipo; con un fondo de banquillo todavía cuestionable, pero con una elevación coral del grupo que ya no hace que estemos “micro-dudando” de las capacidades de Solskjaer cada minuto que pasa. Porque habrá cosas que habrá que seguir mejorando, pero esto ya es otra cosa.
3. La tranquilidad, la tranquilidad es lo que se busca ahora mismo
De repente, ¿el Arsenal no es un desastre? Hay algo interesante y de ayuda en el hecho de que para el Arsenal todo lo que hace siempre parece una especie de profecía autocumplida. La derrota, así como la victoria; porque todos sabemos que será seguida por una retorcidamente impropia, indigna derrota. Pero respirar mientras tanto es apreciado y mucho más que eso. Contra el Wolverhampton se presentaba la típica ocasión en la que el Arsenal saldría innecesariamente humillado. Exceptuando esos desafortunadamente raros momentos en los que Unai Emery logró dar con la tecla y hasta de forma sostenida, la base sobre la que han crecido los Wolves muchos han considerado más robusta.
La vida no deja de ser más fácil en las West Midlands, especialmente cuando una de tus plataformas de cobertura mediática más notables es el podcast “The Molineux View” con los sofisticados Jacqui Oatley y Tim Spiers y no la tropa de Arsenal Fan TV que, siendo justos, sí que tienen un presentador en Robbie que ofrece un notable contraste de seriedad respecto al glosario de personajes. Pero, como vimos el sábado, la tranquilidad no siempre es sinónimo de superioridad sobre el campo. Y esta vez, sí que habiendo eclipsado previamente a la histeria con tres victorias seguidas entre todas las competiciones, el Arsenal salió y jugó. No perdió los nervios, no se dejó amedrentar por un equipo tan robusto y tan complicadamente ordenado como el que dirige Nuno Espírito Santo. Aunque cuántas veces ha hecho precisamente eso el Arsenal para finalmente no tener frutos que recoger.
En esta ocasión sí. Porque entre otras cosas, su cantera ha vuelto a ser prolífica al más alto nivel; y Bukayo Saka se posicionó en el lugar correcto en el momento correcto para firmar un precioso remate elevado con su pierna izquierda. Y cuando los Wolves estaban “en camino”, cuando “venían los lobos” (Raúl Jiménez, Adama, Neves y sus inestimables escoltas en Dedoncker y Moutinho), el Arsenal respondió. Para no dejarles pasar y para ganar con un segundo gol. No iba a ser siempre pura histeria.
4. Una pequeña respuesta
Es complicado revertir las dinámicas en fútbol. Las malas son el mayor causante de despidos de entrenadores. Esto puede que fuese un hecho del que no eras consciente. Pero ahora ya lo sabes. Qué bien, ¿eh? El caso, después de esta tontería para romper el hielo de esta reflexión, es que el Leicester estaba hundiéndose sobre sí mismo. Después de una improbable, en el más académico sentido del término, ascensión a los puestos Champions y a una entrañable pero al final equivocada idea de que podía seguir el ritmo del líder durante meses y meses de la temporada, resultó que el Leicester no era construcción tan flexible e indestructible como la presencia de Çaglar Söyüncü, con esa autoestima y ese cabello de los dioses turcos, podía hacer pensar.
Después de estar exprimiendo su suerte y fortuna al máximo, de maximizar todas sus virtudes, el Leicester empezó a tambalearse hasta que pudo caer redondo sobre la cama de la pandemia. Sólo habían sido un par de partidos, un par de tropiezos. Para cuando volvimos, podíamos sospechar que eso era todo lo que el Leicester podía necesitar: un pequeño descanso, una pequeña siesta y como nuevo. Pues no, porque el Watford no sufrió mucho para detenerles, si bien tuvieron que empatar en el descuento del partido; porque el Brighton posible(¿probable?)mente debería haberles derrotado; porque el Chelsea les superó en la FA Cup. En resumen, no, no era una simple recarga de gasolina lo que necesitaba el Leicester, sino encontrar nuevas soluciones a sus problemas.
Y, después de la incertidumbre que todos esos golpes causaron, arrollaron al Crystal Palace. De alguna forma esto en sí mismo demuestra la inconsistencia de su conceptual línea de tres cuartos más Ndidi, donde nadie exactamente es un comandante del balón, donde nadie es exactamente un extremo irrefrenable, pero donde siguen albergando exponencial calidad. Y aquí se juntó un endeble y de brutales errores Palacio de Cristal con la motivación por demostrar los chicos de Brendan Rodgers de que sí, pueden de verdad para clasificarse para la Champions League. Un 3-0 y su conjuntamente inapelable actuación es una buena señal de que sigue siendo plausible esa posibilidad.
5. Así con sus estrellas todavía en espera
El Chelsea es su futuro. Su presente, después de dos brillantes, recientes fichajes, se trata principalmente de asegurar su puesto en la próxima Champions League (su futuro) y de dejar a Frank Lampard brillar en sus entrevistas con su increíble e invariable transición de serio-simpático-no-en-realidad-serio con las que empieza todas sus apariciones verbales. O físicas, incluso. [Dar las gracias a Adam Hurrey por ser Adam Hurrey]. El caso es que su partido del pasado sábado contra el Watford fue un clásico, esperado 3-0 entre estos dos equipos. De algún modo, y sin basarlo en hechos extremadamente tangibles, ese marcador entre Chelsea y Watford resulta muy lógico en Stamford Bridge. Es la especie de diferencia que existe entre ambos equipos.
Que luego Giroud jugase y, sobre todo, marcase el primer gol, fue también muy conceptualmente idóneo. Pero más allá de esas pequeñas, micro profecías futbolísticas cumpliéndose, este partido fue para que Christian Pulisic se exhibiese. Porque ese es Pulisic, un futbolista para hacer exactamente eso y con toda la tranquilidad y capacidad del mundo, especialmente contra los Watfords de este mundo. Todavía las pruebas, las confirmaciones de que estamos ante el mejor jugador de la historia de Estados Unidos (y posiblemente más), no han sido todas superadas porque simplemente es muy pronto. Pero las impresiones, casi sin excepción, cumplen con las expectativas que habían sugerido las anteriores. Aunque con Pulisic sucede algo curioso y eso es que sus inoportunas y, en algún que otro momento frustrantemente recurrentes lesiones, hacen olvidar lo bueno que es.
Porque lo vimos en Dortmund, pero luego apareció Jadon Sancho, y “bah, parece que [Pulisic] no es tan bueno”. Pero lo es. No es Sancho, pero es una verdadera estrella en potencia, capaz de con el más pícaro recorte provocar penaltis de los más evidentes posibles, capaz de marear hasta casi la rendición a los defensas rivales. Y lo mejor de todo para el Chelsea es que esto está sucediendo mientras las dos otras grandes estrellas de futuro del club, Timo Werner y Hakim Ziyech, aún esperan en la estratosfera de Stamford Bridge.