Sea donde sea, con los de casa
El Newcastle United pasa por una situación de la que sólo lo sacarán aquellos que entiendan el club porque han mamado sus valores. Ya en su día un joven Jamaal Lascelles, que jugó en el filial procedente del Nottingham Forest, se plantó contra la actitud del tóxico vestuario que descendió en 2016 y en un partido contra el Southampton se enfrentó a todas las estrellas que él consideraba podridas. Poco después descendieron, pero en la siguiente temporada fue nombrado capitán y hoy sigue portando el brazalete. Aunque Sean y Matty Longstaff no han necesito encararse con nadie, representan otra irrupción joven a la que el club puede agarrarse en su miseria.
Los Longstaff son chicos ejemplares que hablan nerviosos delante de las cámaras, no parecen cómodos con la idolatría de masas que implica jugar para el primer equipo y huyen de problemas dentro y fuera de la cancha. Sin embargo, tienen todo lo que se le pide a un jugador del Newcastle ahora mismo: respeto por el escudo, sacrificio y compromiso. Se comieron al Manchester United porque, a juzgar por su compenetración en el doble pivote, convirtieron St James’ Park en el jardín de sus padres. Ese es el único camino que les queda a los Magpies: confiar en quienes ven al Newcastle como un fin y no un medio porque es el equipo de su infancia. Y, por cierto, si Sean fue mérito de Rafa Benítez, Matty lo es de Steve Bruce: él le dio la oportunidad en el escenario más arriesgado.
Forzar, sólo con Milner
El Manchester City jugó con fuego al no reemplazar a Vincent Kompany en el mercado de fichajes y confiar en tres centrales para cubrir una rotación de dos puestos está siendo una condena semanal para Pep Guardiola. Fernandinho ha sido un todoterreno de rendimiento impecable que apenas ha pasado por el taller, pero reconvertirlo a defensa a sus 34 años tras la lesión de Aymeric Laporte está siendo demasiado para él. Hay un punto en el que exigir evoluciona en forzar y ahí ni los incombustibles como el brasileño pueden salvarse de la quema. Y así, hoy el City tiene un agujero atrás.
Sin embargo, hay jugadores que parecen haber nacido para que los fuercen. Aunque a James Milner nunca se le destacará ninguna habilidad técnica extraordinaria cuando se retire, el recuerdo que dejará esta extraordinaria etapa de madurez en su carrera es el de un tipo que estuvo siempre para lo que lo necesitasen. Ya no es por su capacidad para cubrir cualquier región del centro del campo y los laterales satisfactoriamente cuando nadie más podía, sino por tomar responsabilidades como un penalti en el descuento contra el Leicester para ganar el partido. Milner podría haber dicho hace mucho que no da para tanto y todos habríamos entendido su posición como lo hacemos con Fernandinho, pero es que toda la carrera de Milner se explica por su respuesta tras ser forzado a reinventarse.
La importancia del contexto
Es alucinante cómo el contexto puede cambiar la vida de un futbolista. Tammy Abraham se había convertido en ese jugador demasiado bueno para Championship y demasiado malo para Premier: en Bristol y Birmingham se paseó por la segunda división inglesa, pero su temporada con el Swansea en la élite dio a entender que le quedaba mucho para estar a la altura de la primera categoría. Probablemente no habría tenido su oportunidad si no fuera por la sanción sin fichajes del Chelsea. Y hoy, indiscutible en los Blues de Lampard, marca goles como si llevara años en escenario así.
Con Adama Traoré las circunstancias han sido también un inesperado aliado. Relegado a una posición de revulsivo al que acudir si es necesario anteponer potencia a control, Nuno se inventó la posición de carrilero para él y está siendo una de las grandes revelaciones de la temporada. Contra el Manchester City empezó en el puesto que solía pertenecer por decreto a Matt Doherty para luego subir al ataque en la segundo tiempo y hacer dos goles que son un enorme seísmo en la lucha por la Premier League: la falta de profundidad de la plantilla de los Wolves ha convertido a Adama en un asombroso comodín indispensable.
Un mal ataque es la mejor defensa
El Crystal Palace cuesta, en general. Es difícil ver sus partidos porque suelen ser infumables, se hace complicado aficionarse a una plantilla con prácticamente la peor nómina de delanteros de la liga y es complejo analizar cómo pueden estar tan arriba si no tenían equipo para ello. Roy Hodgson no será un entrenador con el que identificarse, pero en el Palace tienen razones para homenajearlo por mantener en la tranquilidad a un club que con otros técnicos al frente se habría hundido. Detrás de ese aspecto cómico hay un técnico que maneja con muy convincente sobriedad al Palace, que antes de él estaba en caída directa al pozo.
Si bien Christian Benteke parece una causa perdida incluso con Hodgson, el entrenador inglés araña puntos cada jornada con Jordan Ayew como referencia ofensiva de un equipo en el que Wilfried Zaha se quiere ir, Max Meyer confirma que no es lo que prometía, Gary Cahill está regresando al fútbol tras ser ignorado en sus últimos meses en el Chelsea y la jugada empieza en James McArthur. En una época en la que el entrenador inglés veterano está en peligro de paro, Chris Wilder y él están siendo los dos entrenadores que más rendimiento sacan del limitado potencial de sus planteles.
Las cosas claras
El Tottenham lleva años trabajando en un proyecto a largo plazo que, cuando por fin parecía ver tierra, se ha desmontado. Y es que da la sensación de que los Spurs tenían muy claro lo que hacer durante el camino, pero no al aproximarse a la meta. La plantilla está rota, la directiva no ofrece el dinero necesario para seguir hacia delante y la final de la Champions da la sensación de ser su techo. Por primera vez en mucho tiempo, en el lado blanco del norte de Londres las ideas no salen claras de la cabeza de Mauricio Pochettino. Sin él y su visión, el futuro es una peligrosa incógnita.
Curiosamente, se enfrentaron a un equipo que a una escala mucho menor ha dado un giro para volver a aclarar sus ideas. El Brighton echó a pesar de la permanencia a un hombre al que debe tanto como Chris Hughton porque quería ser ambicioso y revolucionar su estructura. Graham Potter ha inculcado a los Seagulls un juego de posesión valiente, ha estructurado una plantilla interesante y está abriendo camino a jóvenes como Alzate y Connolly. Jamás pelearán por lo que el Tottenham, pero el 3-0 de esta jornada responde al diferente momento de claridad en el que se encuentran ambos proyectos: uno está con la ilusión en plena efervescencia y el otro, erosionado por el paso del tiempo.