Ander Iturralde

5 reflexiones tras los partidos intersemanales en la Premier League

El Manchester City superó la más difícil prueba de las que le quedaban. Lo hizo con rotundidad frente a un Manchester United completamente perdido. Por su parte, mucho tiempo y puede que más será lo que se perderá Callum Hudson-Odoi. Y mientras, el Leeds, tendrá que recomponerse si no quiere perderse jugar la próxima edición de la Premier League.

1. Apostar sobre ti mismo y perder

Lo que le sucedió a Callum Hudson-Odoi el pasado por la lunes es trágico. Lo es siempre y para todos quienes sufren una lesión de tal gravedad; una ruptura del tendón de aquiles, nada menos. Para la joven promesa inglesa el camino de vuelta, la recuperación, no deberá ser solamente el de su físico como tal, también deberá tratar de recuperar su carrera, que hoy, por extremo que pueda sonar, está al borde de la extinción en lo que a ser un jugador de primera fila mundial se refiere. Ya es lo suficientemente llegar e irrumpir con dieciocho años en un equipo como el Chelsea como para tener que parar y volver empezar desde cero, potencialmente, un año más tarde. Es brutal. Como probablemente sea reflexionar sobre ello y preguntarte si elegiste el camino correcto cuando en un cruce de caminos tuviste que decantarte por uno. En la NBA, sucedió un caso que aúna ciertos paralelismos: el del alero de los Boston Celtics, Gordon Heyward. Después de pasar el verano de 2017 decidiendo entre quedarse en los Utah Jazz o irse para firmar por los Celtics, acabó inclinándose por la segunda opción.

En el primer cuarto de su partido de debut, sufrió una de las lesiones más grotescas de la historia de la liga, rompiéndose la pierna para perderse el resto de la temporada. Habiendo firmado un contrato un multianual y multimillonario contrato, al menos podía agarrarse a eso. Callum Hudson-Odoi fue pretendido el pasado mercado de invierno por un Bayern de Múnich que quería convertirle en estrella del equipo. Quizás piense que, si hubiese forzado, podría haber fichado por el Bayern y nada de esto hubiera pasado. Ahora, cuando su presente contrato venzca dentro de catorce meses, probablemente se vea obligado a firmar uno a la baja en el Chelsea; donde, desafortunadamente, se prevé difícil que pueda hacer su regreso. Si ya ha experimentado lo difícil que es hacerte un sitio con su edad en el Chelsea, volviendo de una lesión del tendón de aquiles será una odisea todavía mayor. Probablemente acabe cedido y tenga que rezar para que salga extraordinariamente bien si quiere volver a hacerse un sitio en la élite absoluta. Como casi siempre, podría ser peor, pero sigue siendo trágico.

 

2. Tirando piedras contra una pared de cristal

Y… se acabó. Bueno, casi, casi. No está matemáticamente sellado y quedan tres duelos por jugarse, pero la sensación es abrumadora de que el golpe ha sido definitivo. Aunque, al mismo tiempo, poco de la forma en la que lo hicieron representó un título de la Premier League: dos goles con el mismo impacto visual que el de dos hojas cualquiera siendo arrastradas. Y con menos graciosidad. Dos goles faltos de vida por si solos, pero que lo significaban todo para el City mientras superaban con facilidad a David de Gea. Bernardo Silva primero y Leroy Sane después. Dos fogonazos que templaron la velada de forma casi incontestable para unos rivales, los locales, tan sumamente lejos, al final, de competir frente a quienes antes no eran más que sus molestos y a la vez “entrañables” vecinos. Por primera vez en la historia de la Premier League una victoria como local del United se pagaba cinco a uno. Los tiempos han cambiado con rotundidad. Y aun así, la primera parte casi destroza cualquier narrativa, con unos Red Devils encendidos y animados.

La electricidad del riesgo que todo corría con tan ferviente puesta en escena local se palpaba, comparando el periodista de The Independent, Miguel Delaney, esa primera parte con la tensión de la primera parte del Liverpool – Chelsea de hace cinco años. Sin más sofisticación de la que tienen, que no es mucha, fueron como una especie de grupo de bándalos: frustrados, rebeldes, haciéndose con una piedras y acertando al lanzarlas contra la majestuosa estructura del Manchester City; contra el cristal, brillante, reluciente, pero con un punto débil, con una casi imperceptible fragilidad pero aun así existente. Porque aunque no lo parezca, dicho cristal no está completamente reforzado y blindado. Pero al United se le acabó la energía y el ímpetu, traicionados por su falta hasta de puntería. El City se puede decir que llamó “a seguridad” y acabó sofocando la contienda hasta que la prueba había sido superada. Pese a salir con Vincent Kompany de titular, pese a perder a Fernandinho en pleno fragor de la batalla; porque, después de todo, tienen la mejor plantilla del mundo y en Leroy Sané puede que al mejor suplente del mundo.

 

3, El nuevo antihéroe del pueblo

Hay, o ha habido, un vacio en la Premier League, se podría decir. No es extremadamente obvio porque no es el más importante. Es difícil hasta de definir. Es el papel de una especie de (anti)héroe del pueblo, de rey del reino al que nadie importa. Aquel a quien todos (o a muchos) cae bien hasta que empieza a obsesionarse con su propio valor, y cómo de infravalorado está, y ya empieza a dar para atrás. Sam Allardyce era muy probablemente quien mejor representaba este papel, este rol de tan capital importancia. El problema, quizás, es que Allardyce casi nunca ha tenido gracia. Quien sí la tiene, en cambio, es quien ahora parece emerger como ese nuevo anti-héroe de la Premier League: Sean Dyche. De alguna forma esa persona necesita ser británico porque tiene que estar lo suficientemente impregnado en la cultura popular de la Premier League. Tiene que tener un conocimiento prominente de factores intangibles y de la particular idiosincrasia del circo que es el fútbol inglés. Este pasado lunes, después de aguar la fiesta, de meter el dedo en la yaga del caos y la obsesión dentro de la cual vive Maurizio Sarri en el Chelsea, supo aprovechar el momento y regodearse en toda la teatralidad que envuelve a un partido de la competición.

Después de hacer incapié en lo durísimo que fue jugar la Europa League, en cómo se han sobrepuesto a esa competición que no está claro si realmente es tan dura o no, pero desde luego es imperioso convencer a todos de que absolutamente lo es. Acabó su entrevista post-partido con Sky Sports haciendo alusión al intenso sudor del que estaba padeciendo por el calor que hacía en Stamford Bridge y, después, en una imagen extrañamente magnética -en la entrevista post-partido de la web del Burnley-, los encargados de campo se llevaban la portería al fondo mientras él hablaba. Era en plan “¿cuál es la siguiente evolución de ‘colgarse descarada y constantemente del larguero’? ¡Llevarse las poterías! ‘No nos pueden marcar si no hay portería en la que hacerlo’”. Y lejos de arruinar el espíritu de la competición y la propia complexión del fútbol, es cómo que entenderías que Dyche ordenase quitar las porterías. Porque luego lo explicaría con su voz de hormigonera y su inconfundible carisma y te haría entenderlo y hasta estar de acuerdo con él por hacerlo. Es el mejor anti-héroe que podría haber deseado la Premier League.

 

4. El disparo que inclinó la balanza

“Fallas el 100% de los disparos que no intentas,” es probablemente la frase más famosa del mejor jugador de la historia del hockey sobre hielo, Wayne Gretzky. Pues bien, ese pareció ser el lema reinante en la actuación del Tottenham contra el Brighton el pasado martes por la noche. Con el campo inclinado de forma perpetua hacia la portería del Brighton -como es lógico, con el peso de veintiún jugadores sobre ese último tercio del campo-, el Tottenham empezó a disparar, y a disparar, y a disparar más todavía. Casi siempre desde media y larga distancia, siendo su empeño e insistencia lo más admirable de tal misión. Aunque casi mejor eso que cuando atacaba el Brighton. En la rara vez que salían al contragolpe y no perdían el balón antes de pasar el medio campo, acababan ejecutando lamentables disparos, desde más lejos aún y peor lanzados que los del Tottenham. Si bien hubo momentos de agitación del juego en sí, el mayor magnetismo de la contienda residía en lo que estaba en juego: para el Tottenham la tranquilidad que tres puntos le darían de cara a su oportunidad de oro en las semifinales de la Champions League; para el Brighton, sacar un punto que obligase al Cardiff a vencer a Fulham y a Crystal Palace. Lo que fuese por no perder para las “gaviotas”. Y cuando el Tottenham optó por centrar por alto, a Shane Duffy y a Lewis Dunk sólo les faltó hacer el gesto del dedito de Dikembe Mutombo.

Así que vuelta a los disparos, y a demostrar sobremanera una de las virtudes que separan de forma tan pronunciada al Manchester City de todos los demás: la de hilar pases y jugadas hasta que terminan reventando incluso a las más férreas defensas. El Brighton estaba camino de su objetivo; cambiando jugadores por refrescar, más que por cambiar nada. Florin Andone, de notable carácter, caminó hacia los banquillos contrariado cuando le tocó, de forma visiblemente atormentada, como si estuviese pensando sobre la complejidad de la existencia humana en pleno cambio. Aunque más probablemente sería en algo como “todo el partido jugando como el primero de los once defensas para que este cabrón (Chris Hughton) me quite”. Alireza Jahanbakhsh pareció tomárselo con mejor humor, bromeando con Hughton tras la sustitución. Posiblemente sería algo así: “para que luego digas que no defiendo, ¿eh? Que me he pasado todo el partido prácticamente de la mano de Montoya”. Estaba funcionando la improbable misión, hasta que se produjo una pequeña trasición, una pequeña fricción, una pequeña apertura y Christian Eriksen -con un disparo desde la frontal, cómo no- marcó el gol que al Tottenham libera y al Brighton encierra en el peligro de su próximo partido. Porque lo tendrá, después de que la balanza esta vez, acabase cayendo hacia el otro lado.

 

5. Cuando lo inviertes todo por algo

El barco ha zarpado y el Leeds United no está subido. Sólo una hecatombe monumental que dejé marcado al otro para siempre lo cambiaría. Ese otro sería el Sheffield United, que cuenta ya con una ventaja de tres puntos sobre el Leeds y un más siete en la diferencia de goles a falta de dos jornadas por disputarse. Y una de esas dos jornadas siendo para el United en casa y contra el históricamente malo y ya descendido Ipswich Town. Ha terminado. El Leeds, a grandes rasgos por lo menos, no es el equipo que mejor caiga en Inglaterra. Alguien tiene que ocupar ese rol chicos malos y ellos no han tendido a rehuir de él. Quedando ese resquicio, marcado a fuego en los años setenta y ochenta en los que frecuentaban la cima del fútbol inglés, este año se han convertido en todo lo contrario: el equipo de culto al que todos, al final, acaban queriendo. La razón de ello es Marcelo Bielsa. Única y exclusivamente.

Un equipo que, en comparación con lo que han creado y vivido este año, llevaba más de quince atrapado en un oscuro abismo. El Leeds no lleva una indecente serie de años “quedándose a las puertas” de volver a la Premier League. El Derby County ha quedado entre los nueve primeros sin ascender en cada una de las últimas cinco temporadas. Quedando una vez entre los doce primeros en los últimos entre los siete primeros, en comparación, el Leeds no ha estado ni cerca. Este año, sin embargo, sí. Y puede que terminen consiguiéndolo. Pero quedan duros rivales por delante (algunos en abrumadoras rachas de invencibilidad como el Aston Villa) a los que hacer frente. Primero y segundo, Norwich y Sheffield United, también han logrado más de lo que sus plantillas deberían haber logrado esta temporada. Pero el Leeds también. “Este equipo ha escondido sus muchas limitaciones con gran esfuerzo, personalidad y exigencia. Cada jugador ha jugado cerca a su máximo potencial,” decía Bielsa acerca de la temporada tras la definitoria derrota por dos a cero en Brentford del pasado lunes. Pablo Hernández acabó llorando, pues el esfuerzo vertido en conseguirlo se confirmaba como insuficiente. Cuando lo has dejado todo lo posible por algo y caes tan, tan cerca de lograrlo, el día siguiente es irreversiblemente difícil.

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