Esta semana de play-offs para el recuerdo comenzó con el Reading-Fulham. Se demostró en la ida que sabían contrarrestarse muy bien los unos a los otros. Resultó muy difícil encontrar esas pequeñas aperturas, esas pequeñas ocasiones que permitiesen a un equipo dar el primer golpe. Pese a su dominio, el Fulham recibió el primero. Aunque fue capaz de rectificar con un empate que, en el fondo, era consciente de que le sabía a poco; que debió aprovechar jugar en casa para derrotar a un duro Reading. La tónica resistió ante cualquier intento de ser alterada. La paridad entre ambos era extrema. Esta vez el Reading no se dejó superar. Una partida de ajedrez, dos entrenadores como Jaap Stam y Slavisa Jokanovic que han convertido al 17º (Reading) y al 20º (Fulham) clasificado respectivamente de la temporada pasada en dos de los equipos más atrevidos y eficaces de la liga. Ambos rozaron el gol con el que abrirían la lata, pero fue el roce de la mano de Tomas Kalas (exjugador del Chelsea y el mejor defensa del Fulham este año) dentro de su área lo que decantaría permanentemente la balanza. Una que tanto habían intentado inclinar unos y otros siendo, a sus 35 años, Yann Kermorgant, el que finalmente lo consiguió. Falló un penalti con el Leicester hace un año en un play-off tirándolo a lo Panenka. Esta vez marcó. El Reading pasó poco a poco a protegerse de la tormenta y con un enorme desempeño defensivo, especialmente de su portero Ali Al-Habsi, y algún remate ligeramente desviado, sobrevivieron. Estalló Reading. Nadie estaba detrás de ellos, nadie les esperaba aquí. Pero ahora saben que están a un triunfo de la Premier League.
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Más costó, todavía, desempatar a Sheffield Wednesday y a Huddersfield. Una primera parte igualada, en la que el Wednesday pareció tener más llegadas mientras que el Huddersfield las ocasiones más concisas. Pero el vacío permaneció en el marcador. Hasta que el Sheffield Wednesday fue quien reventó el cerrojo rival. Por todos sus ataques pasaban por su canalizador principal, su piedra angular. No iba a ser menos su gol. En pies de Barry Bannan cayó el balón y él efectuó un centro mágico que Steven Fletcher remató a gol. Los nervios se desvanecieron para una afición que quería confiar en ese gol que al fin se produjo. El ambiente pasó a ser inmejorable. Cada uno de los allí presentes aficionados “miércoleros” (permitidme la expresión) sintieron la posibilidad de aupar a su equipo a la gloria. Iban camino de ello. Pero todo se apagó. Quien debía ganar y llegar a la final lo estaba haciendo; hasta que el Huddersfield demostró que está dando forma a algo especial. Una nueva prueba fue el gol, el empate, un magnífico pase de Izzy Brown para el recién incorporado Collin Quaner y una asistencia de éste a Nakhi Wells. A la prórroga nos fuimos. Y por la prórroga pasamos. Ambos fueron a por ello, pero el cansancio, el desacierto y quizás un cierto miedo a perder les empujó al abismo de los penaltis. A esto accedimos. Iríamos al extremo que hiciese falta. Queríamos ganar. El Huddersfield lanzó primero y marcó. El Wednesday falló. Se mascaba la tragedia. Todos convirtieron, tras aquello, sus respectivos lanzamientos. Todos hasta el quinto del Huddersfield, Jack Payne, que vio cómo Kieran Westwood se lo paraba. Sobre Fernando Forestieri cayó el ir o no a la muerte súbita. Y súbitamente cayó el Wednesday. Danny Ward desvió el disparo de Forestieri y ganaron. El Huddersfield desafió a todo y a todos. Estaban en Wembley. Se desataron a partes iguales la tristeza y la alegría. 45 años después, su entrenador David Wagner acababa de nacer, están a las puertas de volver al cielo.
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