Decir simplemente que el Arsenal volvió a perder un partido contra uno de los nuevos seis grandes es una narrativa completamente válida y que, a fin de cuentas, no carece de razón. No obstante, el que les enfrentó al Manchester United fue un partido que ofreció potenciales lecturas mucho más variadas. Ante los pupilos de José Mourinho, los de Arsène Wenger mostraron una personalidad que pocas veces han exhibido. Si no hubieran cometido las dos “arsenaladas” que cometieron nada más comenzar el partido y que supusieron los dos primeros goles de la contienda a favor de los Red Devils, puede que la historia final hubiese sido muy distinta. Caer dos goles por debajo en el marcador tras solamente diez minutos de juego les podría haber hundido anímicamente, desenrollando definitivamente la alfombra roja para su rival y nadie se hubiese sorprendido. Muchos, de hecho, habrían exhibido esa contenida alegría de tener razón porque… ¿quién no tiene razón cuando el Arsenal falla? ¿Quién no ha esperado que eso suceda alguna vez? Respuesta: nadie sobre la faz de la tierra que esté familiarizado con las andaduras del conjunto del cañón en el escudo.
Lejos de desmoronarse, lejos del “esto ya lo hemos vivido antes y lo vamos a vivir plenamente otra vez”, el Arsenal no se escondió, fue con todo a remontar el partido. Sin embargo, “todo” no fue suficiente contra David de Gea. El portero madrileño completó quizás la mejor actuación de su carrera. Y eso que el listón estaba alto. Se lució a un nivel superlativo, a un nivel que le sigue cimentando como el mejor portero de la Premier League. Igualó, además, el récord de mayor número paradas en un partido de Premier League desde que se empezó a contar en 2003: 14, empatando con Tim Krul y Vito Mannone. Ningún otro portero en el mundo tiene los reflejos de De Gea. Alexandre Lacazette, Alexis Sánchez, Héctor Bellerín, Mesut Özil y el resto de jugadores del Arsenal sobre el terreno de juego pueden dar fe de ello. Quizás en las otras facetas relacionadas con su posición no sea tan increíble como en la de simplemente parar balones, pero cómo para esos balones. Ante otro portero ,posiblemente el Arsenal hubiese remontado el cero a dos en contra. Pero no ante el United de David De Gea.
Esos dos goles fueron una losa demasiado pesada. Porque si el resto del partido fue una muestra fabulosa de determinación y personalidad, el comienzo fue catástrófico. Un temerario pase de Laurent Koscielny y unos reflejos quizás mejorables de Sead Kolasinac abrieron la puerta al United, concretamente a Antonio Valencia, que ejecutó una pared con Pogba para subir acto seguido el primer gol a la casilla visitante. Aquello sucedió a los tres minutos. Siete más tarde, Shkodran Mustafi (que tras la jugada se retiró lesionado) se complicó él sólo de una manera inexplicable, arrebatándole el balón Jesse Lingard para marcar tras una gran combinación posterior en la que brilló con luz propia una sensacional acción técnica de Anthony Martial para servir el gol a Lingard. Dos “arsenaladas” que no pintaban nada, que fueron más demérito propio que mérito ajeno, habían enterrado prácticamente las opciones de un equipo que llegaba a este duelo en su mejor momento de la temporada: invicto en el Emirates desde que perdió a principios de marzo contra el Bayern de Múnich y que estaba ofreciendo magníficas sensaciones. Las cuales volvió a ofrecer en esta ocasión. Se volcaron, dinamizaron ataques una y otra vez, pero ahí estaba De Gea. Superaron al resto de la defensa del United; pero no a De Gea.
Efectuaron los Gunners una actuación a un ritmo impresionante, ante el cual los norteños recularon pero ante el que tampoco se “colgaron del larguero”. Quizás más por el hambre ofensiva de sus jugadores que por el deseo de Mourinho, pero el United contribuyó a que este duelo dejase huella. A diferencia de, por ejemplo, el Chelsea-Manchester City de hace un par de meses, esto no fue una “batalla táctica”. Aquel partido fue igualado e interesante, y este puede que a nivel técnico-táctico no haya estado a la misma altura, pero Arsenal y United lograron excitar, emocionar, cautivar como pocos partidos entre los grandes de la Premier League, que muchas veces se contrarrestan hasta el infinito y más allá, que priman la cautela por no perder a la ambición de ganar.
Nada más comenzar la segunda parte, el Arsenal al final logró marcar. No fue a través de un disparo de Aaron Ramsey, que si afinara la puntería sería un jugador mucho más devastador, sino a través de un brillante pase (aunque probablemente no intencionado) del galés a Lacazette. Pero después, en uno de sus elaborados ataques, perdieron el esférico y el United demostró lo imperdonable que es al contragolpe, culminando Lingard su gran partido con el 1-3.
En uno de los últimos giros de guion, Paul Pogba fue expulsado por una peligrosa entrada a Bellerín. Pero entonces los visitantes plantaron definitivamente la muralla y, quitando un probable penalti de Matteo Darmian sobre Danny Welbeck que no fue señalado, el Arsenal, ya agotado, no pudo encontrar el camino al empate. Wenger ganó a Mourinho la Community Shield de 2015 en lo que parece haberse convertido en la excepción de la regla en los enfrentamientos con el técnico portugués. No obstante, sus equipos ofrecieron un partidazo que se recordará como una de las insignias de la Premier League.
