Para entender las dificultades del Burnley actual simplemente hay que contemplar el hecho de que Erik Pieters, de toda la vida lateral/central izquierdo, jugó más de un partido de extremo derecho durante el tramo final de la última temporada. Y con Pieters, en su descripción, estamos hablando más de armario de Ikea que de lateral ultra-ofensivo de última generación.
Así es como estamos. La pandemia nos ha afectado a todos de alguna u otra forma. Al Burnley, visto lo visto, especialmente. Un club que siempre ha preferido vivir con limitaciones antes que con falsas garantías. La gente te dice que ahorres para cuando llegue un día de lluvioso. En cambio, en Burnley lleva meses lloviendo, los ahorros siguen metiditos en el banco y la situación sigue igual. O peor. Porque los jugadores se marchan y otros nuevos apenas llegan. Sean Dyche siempre ha sacado pecho de lo humildes que son (pequeña contradicción) y de lo humildes que tienen que ser porque… “Esto Es Burnley”.
Lo es, lo es, sin duda que lo es. Pero también esto es la Premier League. Y Dyche lo sabe; lo vocifera también ante esos periodistas con los que siempre está dispuesto a hablar como si fueran personales normales. No hay tantos entrenadores que lo hagan. Lo que sí hace Dyche también, con suma destreza, es coger la pregunta de un reportero y acabar contestando algo que no tenía nada que ver. La clave está en que nadie se dé cuenta de ello hasta horas más tarde. O, idóneamente, nunca.
Lo que puede que nunca llegue esta temporada es la salvación. Porque la situación del Burnley es grave. No te terminas de dar cuenta hasta que no miras de cerca. De lejos, la plantilla es como una respuesta de Dyche a una pregunta: cautivadora, carismática y te inspira confianza. De alguna forma, “nunca te ha fallado”. Pero paras, piensas y te das cuentas de que puede que empiece a hacerlo, pues la cuerda nunca había sido tensada tanto. Tensada por simple y pura falta de jugadores. Aunque también por el simple y puro paso del tiempo. Un día tienes 20 años, eres un jugador con aspiraciones de comerte el mundo entero, y otro, sin darte apenas cuenta, eres un jugador de más de 30 años en el Burnley. En este caso, esa es la historia de casi toda la plantilla. Milagrosamente, sin embargo, sigue habiendo un buen once que sacar al césped mientras ignores que James Tarkowski, Ben Mee, Jack Cork, Robbie Brady, Johann Berg Gudmunsson, Jay Rodríguez y Ashley Barnes están todos ahora mismo lesionados (o en alguna inexacta fase de su rehabilitación). Lo están todos en el comienzo de una de las temporadas más complicadas a las que se ha enfrentado este equipo. Luchando ante sus rivales, ante sus propias limitaciones y ante el paso del tiempo.

La pregunta lleva haciéndose desde que ascendieron por segunda vez hace cuatro años: “¿Caerá el Burnley esta vez?” Como una cucaracha en un mundo postapocalíptico, no han sido derrotados; han estado ahí año tras año. Lo mejor de todo es que no sólo han “estado”, no sólo han permanecido, no sólo han sobrevivido, sino que han vivido. No una sola vez han clasificado en ese tan anhelado sitio por los recién ascendidos como es el “top-10” de la Premier League, sino que lo han conseguido en dos de sus cuatro temporadas en la élite en esta era “Sean Dyche: Premier League, Parte II”. Un extraño fenómeno pero que nos ha hecho volver a enamorarnos del fútbol; aunque sólo fuese durante el tiempo que cada uno le dedicase a observar al Burnley en la mitad alta de la clasificación cuando la abría. A esa última pregunta, muchos afirman con beligerancia que sí, que esta vez caerán. Pero todos ellos tienden a subestimar al Burnley. Tienden a enamorarse de su propia híper-lógica y descartan el tratar de comprender la complicada magia con la que este equipo ni siquiera ha sufrido por mantener la categoría en estos cuatro años.
El problema es que el club ya no quiere gastarse dinero en pócimas. Y el caldero de la bruja se está quedando completamente seco, haciendo uso únicamente de lo que quede en las estanterías de esta cocina de bruja [haced junto a mí el inquietante ejercicio de imaginar a Sean Dyche disfrazado de bruja]. Cuando las marchas de Jeff Hendrick o Aaron Lennon suponen un grave revés para tu plantilla es que tienes problemas. Muchos. Grandes. Phil Bardsley hacía de ese dúo un trío, pero a él, ya habiendo salido también por la puerta, acabaron dándole un contrato nuevo. Era eso o no tener lateral derecho, básicamente. Y así está la cosa. Como bien hemos podido ver en estas primeras jornadas de la nueva temporada. No obstante, es que incluso así han competido, especialmente el día en el que se enfrentaron al Leicester. Se permitieron el increíble lujo de ser muy poco Burnley y crear ocasiones de gol, en plural. Incluso más de dos y de una claridad bastante notable. Fiesta loca. Todo eso sin su indispensable, innegociable, vital (¿suficientes adjetivos?) pareja de centrales. Sin sus dos pilares, Tarkowski y Mee, el club podría estar en segunda. O muerto, directamente. Esa es la importancia de ellos dos en este sistema de pura fantasía defensiva.
Pero, de nuevo, las estructuras hay que cuidarlas, no puedes dejarlas a la intemperie de los elementos eternamente. Dyche lo sabe mejor que nadie. Su inconfundible voz de una dieta compuesta por asfalto y piedras es el medio a través del cual nos lo comunica. A nosotros así como a la directiva de un club austero hasta el defecto. Lanza una pandemia mundial hacia ese ecosistema y acabas con un banquillo de jugadores compuesto por el portero Bailey Peacock-Farrell, Matt Lowton, Erik Pieters y el resto… canteranos. No hay literalmente nada más. El propio Jimmy Dunne, titular ahora en el centro de la defensa junto al eterno canterano del Burnley Kevin Long (es imposible que tenga ya 30 años. ¡Fake news!), no fue parte del equipo la temporada pasada. Dunne fue parte del equipo dirigido por el exjugador del Burnley Joey Barton, el Fleetwood Town, en tercera, cedido. A sus 22 años, sin embargo, más por necesidad que por planificación, ha sido llamado al frente; a ese frente de batalla donde no caen granadas o bombas pero sí balones rivales, uno tras otro. Detrás tienen a Nick Pope, a sus costados a Bardsley y a Charlie Taylor, justo delante a Ashley Westwood y a un fichaje (¡milagro!), en los extremos a Josh Brownhill (falso extremo, para los haters que piensen que Dyche no está evolucionando el fútbol) y a Dwight McNeil, y arriba a Matej Vydra y a Chris Wood.
¿Cuál es el problema de todo esto más allá de la evidente escasez, de la evidente sequía de simples futbolistas? Que son todos viejos. “Viejos” dentro de los parámetros en los que se mueve el fútbol de alto, que son los mismos que los de un señor de cómicamente de “buena economía”, de edad notablemente avanzada él, tiene respecto a su acompañante de turno. A poder que ser no pase de los 30. La del Burnley es la plantilla más veterana de toda la liga y eso es algo contra lo que tendrá que luchar. Incluir a Dunne y a los canteranos que han compuesto el banquillo durante los últimos meses del equipo habrá ayudado, pero sin ellos, estaban claramente por delante hasta de plantillas como la del Crystal Palace. Dato que no parece independiente al dato de que Burnley y Crystal Palace acabasen la pasada temporada empatados en el segundo puesto de la clasificación de mayor número de lesionados de “larga duración” (más de 10 días) de toda la Premier League, vía PremierInjuries. Solamente el Newcastle terminó por delante de ellos en esta tabla clasificatoria de los infiernos. No solamente tiende a significar un menor rendimiento que tu plantilla sea cada vez más veterana, sino que les hace también a sus integrantes más susceptibles a las lesiones. Por eso, quizás el Burnley no descienda por perder partidos, sino porque habrán desfallecido sus jugadores antes de llegar a ese punto. Descendidos por incomparecencia. Descendidos por alineación indebida de Sean Dyche poniéndose a sí mismo de titular en el eje de la defensa.
Dale Stephens ha sido ese Cometa Halley que en Burnley se conoce como “un nuevo fichaje”. Un jugador que responde muy bien a la teoría de que la plantilla del Burnley está enteramente compuesta por el mismo perfil exacto de jugador y Dwight McNeil. Stephens alguien que había “terminado su trabajo” en Brighton y que ahora se enrola en un sitio que no puede ser sino descrito como su hábitat natural. Que tenga 31 años cumple más todavía el estereotipo. Aunque quizás vendría bien no cumplir tanto con ello. Pero bueno, es un cuerpo, es alguien de carne y hueso al que lanzar a ese terreno de juego, a ese pequeño escenario bélico que son los partidos del equipo más contracultural de toda la Premier League.
Y hablando de culturas, al mercado internacional de fichajes le quedan abiertos cinco días. Steven Defour, a sus 32 años y disfrutando de una presupuesta idílica vida en Bélgica, puede que ya haya podido recuperarse lo suficiente de sus casi-crónicas lesiones de rodilla y estaría interesado en una segunda parte de su (existosa) estancia en Burnley. Aunque quizás hasta para el Burnley esa idea sería demasiado.
Hasta dónde se puede estirar este chicle, hasta cuándo pueden ir contra la corriente y ganar. A cuántas lesiones de sus jugadores pueden sobreponerse. Lo que les queda sobre el campo ahora mismo es todo lo que les queda. Ya no es si su estilo de juego tan anacrónico puede continuar superando a rivales o no, es simplemente si tienen con qué acometer la misión. Después de extremo derecho, Erik Pieters de falso nueve resulta como una especie de siguiente paso “natural”. Sin embargo, ¿eso te gana partidos? Contra este reto, que parece que va a ser el mayor de esta era del Burnley, vamos a observar si el equipo que ganó un partido de la temporada 2018-2019 al Fulham por 2-1 con cero (0) disparos a puerta (dos goles en propia del Fulham) puede hacerlo otra vez.
Esa, digamos, picardía, esa motivación incansable parece tan presente en Sean Dyche como el primer día. Aunque no te pueda dar todos los detalles, no te va a contestar con topicazos y quasi-mentiras cuando le preguntes que qué pasa con los fichajes y si los va a volver a haber algún día. ¿Es Dale Stephens todo? ¿Se marchará Tarkowski al Leicester a cambio de la mayor cantidad de millones de libras que jamás ha visto el Burnley reunidos? ¿Se recuperarán los actuales lesionados? Ante las negativas de un club posiblemente demasiado cauteloso, a Sean Dyche puede que lo único que le quede sea ir a algún bosque de la zona y encontrar setas mágicas para echar al caldero. Las va a necesitar.
