Claudio Ranieri y sus pupilos continúan asombrando al respetable. Si bien el rendimiento ha decaído en cierta medida en Premier League, lo están compensando con una fabulosa actuación en la Liga de Campeones, donde es como si llevasen toda la vida. No han sufrido de un periodo de adaptación a la máxima competición continental. El sorteo favoreció, no cabe duda, pero la maestría con la que han manejado todos los partidos es algo inusitado a todas luces para un debutante, aunque ese debutante sea el vigente campeón de la Premier League. Se abrió el telón en Brujas y pasaron por encima del conjunto belga. El Oporto fue el rival en el primer partido de la competición jamás disputado en Leicester y fue superado a pesar de presentar mayores problemas que el anterior oponente. Y el Copenhague, en una actuación no excesivamente dispar a la de los lusos, fue un hueso duro de roer que, sin embargo, no fue suficiente para arrebatar el triunfo de unos locales que volvieron a desplegar un excelente oficio.
Uno podría presuponer que, jugando en casa, el Leicester acabaría viéndose obligado llevar la iniciativa. Pero una de las principales virtudes de este equipo ha sido la de lograr imponer el juego que más desea independientemente del escenario y del rival. Manejando la mayoría de la posesión el cuadro danés, no tardarían demasiado en sufrir en sus carnes los afilados contraataques de los “zorros”. Los chicos del noruego Stale Solbakken, que dirigía su primer partido oficial en Inglaterra desde que abandonó la disciplina del Wolverhampton allá por comienzos de 2013, llevaron la batuta pero sus carencias cualitativas les impidieron organizar el juego y trenzar jugadas que desembocasen en peligro en contra de los locales. Al no ser tampoco el Leicester el último grito del fútbol combinativo, fue un batalla plagada de infinidad de balones divididos y en el que los dos conjuntos buscaban llegar al área rival cuantas más veces y cuanto más rápido mejor. Por tanto, no se dieron lugar a largas fases de juego en corto, sino que se optó por el desplazamientos en largo, sobre todo por vías aéreas.
Las propuestas de ambos pasaban por hacer gala cada uno de sus respectivos esquemas de 1-4-4-2, por lo que se vieron muchas disputas individuales. En especial de las parejas de delanteros contra las parejas de centrales. Las áreas fueron escenario de continuos choques entre ellos, futbolistas que no se amedrentan en esta clase de lides. Pero al final acabó imponiéndose la superior calidad del Leicester. Si bien el balón viajando por alto de un lado a otro fue parte de la acción previa al gol, la intervención decisiva fue de, quién sino, Riyad Mahrez. Un buen centro de Jamie Vardy desde la banda izquierda fue rematado por el gran especialista por alto, Islam Slimani, que dejó el esférico en una pintiparada situación para que su compatriota culminase con su toque de brillantez que se tradujo en una ventaja que no soltarían hasta que la victoria fuese un hecho. Al poco de producirse el gol en contra, en el tramo final del primer acto, los escandinavos dispusieron de una significativa llegada al fondo contrario, siendo obra de Andreas Cornelius la segunda ocasión más clara de gol que generaron en todo el encuentro. El exdelantero del Cardiff City (que pasó seis meses en el club galés antes de volver a su club de procedencia, el Copenhague), remató a la salida de un córner un balón que se fue rozando el palo.
En la segunda mitad, viendo que tener la posesión no ayudaba a su causa todo lo que debería, intentaron buscar alternativas. No obstante, un Leicester obcecado en imponer su plan, rehuyó de dejar vía libre a los daneses para contragolpear. Porque al final, ellos, los locales, tenían una ventaja que no iba desvanecerse si el Copenhague no apretaba. Asentados, los de Ranieri siguieron mostrándose inexpugnables. Las acometidas visitantes fueron repelidas con solvencia. Aun así, empujando todo lo que podían, los campeones de Dinamarca acabaron llegando a Kasper Schmeichel. Ya en el minuto 90 de juego, lograron penetrar entre los defensores para armar su ocasión más peligrosa. Fueron capaces de combinar en los últimos metros y Cornelius ejecutó un despiadado remate que con unos asombrosos reflejos Schmeichel (danés, pero que, curiosamente, jugaba el primer partido de su carrera ante un club de su país) despejó para así certificar otros tres puntos que propulsan al Leicester hacia unos octavos de final que serán una realidad si ganan la semana que viene en Dinamarca. Parece que llevasen toda la vida en estos escenarios.
