Qué rabia daba cuando, en los videojuegos de Pokémon, tenías que pasar obligatoriamente por esas cuevas donde solo había oscuridad, montañeros con ganas de gresca y murciélagos azules. Se hacía bastante repetitivo, porque, hicieras lo que hicieras, siempre pasaba lo mismo: ese ser con la boca abierta te lanzaba su único ataque y dejaba a tu poderosa criatura totalmente desnortada. Tratabas de atacar pero eras consciente de que la suerte no estaba de tu lado. Apretabas todos los botones, con la esperanza de que esa secuencia azarosa evitara un destino que ya estaba escrito: “Está tan confuso que se hirió a sí mismo”.
Al Everton de Marco Silva le está pasando algo similar, aunque peor, porque este estado de confusión es real. La inversión ha sido grande, las expectativas eran enormes y el tropiezo está siendo antológico. Los Toffees estaban llamados a luchar por los puestos europeos; sin embargo, han caído hasta la onceava posición y están más cerca del descenso que de su objetivo real.
Desde que comenzara 2019 no ha salido el sol ni un solo día en el lado azul de Liverpool. El Everton solamente ha sido capaz de sumar seis puntos de 21 posibles. No obstante, estos guarismos siguen empeorando a medida que se va escarbando en la temporada de los Toffees: tres victorias ligueras en los últimos catorce partidos. Además, el Everton cayó eliminado de la FA Cup a manos del Milwall, equipo siempre peligroso pero, al fin y al cabo, de la Championship. El conjunto azul va cuesta abajo, sin frenos y no parece que haya nadie al volante.
Esta semana será clave en el porvenir de los Toffees, que tendrán que hacer frente a dos compromisos en los que Marco Silva puede acabar como María Antonieta. Tras unas vacaciones impuestas por el calendario, el Everton volverá a los terrenos de juego el martes para enfrentarse al Cardiff City. Los azules deben demostrar que durante este parón de diecisiete días han trabajado en fase defensiva para no conceder goles tan absurdos como evitables. En el último partido los pupilos de Silva hincaron la rodilla contra el Watford en un encuentro en el que, pese a mandar dos balones a la madera, mostraron unas carencias defensivas que reflejan el estado actual de la plantilla. Un genial pase de Craig Cathcart bastó para dejar en evidencia la línea defensiva Toffee y ahondar en una herida cada vez más infectada.
Es cierto que el Everton logró contra el Manchester City mejorar la imagen que venía dando. Y perdió. Si los azules no quieren ver de cerca el precipicio deberán ajustar las líneas y rearmar el entramado defensivo, que hace aguas en un tramo crucial de la temporada. La medular, con jugadores finos y de calidad, está diseñada para llevar la iniciativa. Sin embargo, las numerosas pérdidas del equipo tanto en campo propio como en fase de construcción han puesto en más de un apuro a una pareja de centrales que no se caracteriza por su movilidad. Además, la naturaleza ofensiva de Lucas Digne, que siempre busca sumarse al ataque, junto a la proyección de Jonjoe Kenny dejan espacios que provocan desajustes en el sistema defensivo. Un drama al que uno termina acostumbrándose.
A Marco Silva no le queda mucho más crédito. La Parca, con su guadaña bien afilada, sonríe de forma tétrica detrás del portugués esperando a que le den la orden de ejecutarlo. El Leicester, que solamente está un punto por detrás del Everton, ya ha fulminado a Claude Puel viendo la deriva a la que iba el equipo. El entrenador portugués puede ser el próximo entrenador en tener su cabeza clavada en una pica si no consigue, al menos, derrotar a un Cardiff City condenado a sufrir hasta el último día. Una nueva derrota contra un equipo con menor potencial podría precipitar los acontecimientos. El Cardiff será el precursor de un calendario tremendamente exigente. Tras dicho partido llegará a Goodison Park el Derby de Merseyside contra el Liverpool de Insdustrias Jürgen funcionando a toda máquina. La balada de Marco Silva, que es peor que la Buster Scruggs, seguirá afrontando compromisos en casa contra Chelsea, Arsenal, Manchester United y Burnley. Por lo que es más que probable que los aficionados Toffees no puedan celebrar una victoria en su ciudad durante mucho tiempo.
En Liverpool mientras unos disfrutan y llegan al borde del colapso con su equipo otros ni sienten ni padecen, dejan las jornadas pasar sabiendo que han caído en la mediocridad. Acuden al campo por inercia, a ver si el Everton gana al fin. Ni siquiera pueden sufrir porque su equipo todavía – es importante recalcar el ‘todavía’ – no está tan mal. Hay un caldo de cultivo negativo, los cuchillos están afilados y un nuevo ridículo puede sacudir los cimientos del equipo. Por el momento, Silva trata de tocar todas las teclas, con la esperanza de que esta secuencia azarosa evite un destino que todavía no está escrito.