Hay personas demasiado grandes como para encasillarlas en una categoría. Iconos que se propulsan con su talento para triunfar, trascender más allá de sus límites y estampar su huella en el mundo. Tras su fallecimiento, es inútil tratar de medir el legado que ha dejado Muhammad Ali en el deporte y la sociedad, porque es inabarcable. Mandó a la lona al que le enfrentó en un combate, y fuera del ring luchó con actos y palabras contra las injusticias que los puños no podían solucionar. Directa o indirectamente, todo el deporte le debe algo al legendario púgil. Pero, en el caso del fútbol inglés, la figura de Ali es especialmente recordada por aquel curioso cruce de caminos entre su vida y la de una figura imprescindible en la cultura balompédica británica: Brian Clough.
“Roma no se construyó en un día, pero yo no estaba al cargo de ese trabajo”, dijo un día Clough. “Soy el mejor. Lo dije incluso antes de saber que lo era”, aseveró Ali con el mundo a sus pies. Dos genios que un detractor podría tachar de bocazas insoportables cargado de argumentos. Con ellos no había término medio: amor u odio, pero jamás un punto entre los dos polos. Fue precisamente ese ego arrollador e irrebatible el que les convirtió en iconos de los 70. Pero solo podía quedar uno.
Llegó a oídos de Ali que la gente le comparaba con un tal Brian Clough, entrenador que por aquel entonces había impresionado a Inglaterra con su Derby County, al que llevó a ganar la liga y alcanzar las semifinales de la Copa de Europa después de haber tomado el cargo en la segunda división. Y la idea de perder su condición de único en su especie enfureció al boxeador hasta dejar una de las mejores anécdotas de la carrera de ambos.
Aquel joven Cloughie acudió al programa ‘The Big Match’ y allí encontró el más explosivo de los desafíos. Capaz de sorprender al mismo hombre que descolocaba a propios y extraños cada vez que agarraba un micrófono. El presentador introdujo un vídeo de un invitado “muy especial” con dedicatoria para “uno de los colaboradores”. Y en la pantalla apareció el intimidante rostro de The Louisville Lip, serio y con aire revanchista, para mandar el siguiente mensaje a Clough:
public://video_embed_field_thumbnails/youtube/Gze9gFWrf8U.jpg
a:1:{s:7:»handler»;s:7:»youtube»;}
“Soy Muhammad Ali. El mundo sabe quién soy. Saben que soy una persona segura de sí misma y saben que hablo mucho. Pero hay un tipo de Londres, Inglaterra, llamado algo así como Brian… Brian Clough. Una especie de futbolista o algo así. He oído por toda América y por toda Indonesia que este tío habla demasiado. Dicen que es otro Mohammed Ali. Solo hay un Mohammed Ali. Y quiero que sepas, quienquiera que seas, que no eres un luchador y no vas a quitarme mi trabajo. Aquí soy yo el que habla. Así que, Clough, ya he tenido suficiente, para”.
Evidentemente envuelta la situación en un tono bromista, el entrenador inglés contestó entre risas con el mismo estilo rebelde tras ser preguntado si haría caso a las exigencias del púgil: “No, quiero pelear con él”.
Para deleite de los que idolatraban a Ali y Clough, se vieron las caras posteriormente en 1974. Para decepción de los que les odiaban, no se las partieron en un cuadrilátero. El propio Cloughie cuenta en su autobiografía lo que fue un encuentro tan curioso como su ‘duelo’ televisivo. Asistió a la pelea por el título entre Ali y Frazier en Nueva York, y en una rueda de prensa tuvo la oportunidad de materializar el esperado apretón de manos. The Louisville Lip no sabía ante quién estaba y preguntó: “¿A qué te dedicas?”. Al contestar Clough, Ali rió y dijo: “Los entrenadores de fútbol son hombres canosos. No eres tan viejo para ser entrenador, aún deberías ser jugador”. Y, de nuevo, tuvo la capacidad para sorprender a ese técnico con aspecto de delantero en activo.
“Era un tipo único, un artista que iba más allá de su profesión”, escribió Clough sobre él. No volvieron a coincidir jamás, pero a Brian le impresionó tanto aquella figura que la elevó a su altar personal: “No he encontrado a mucha gente con más talento en su campo que yo en el mío, pero Ali era uno de esos pocos. Sobra decir que Frank Sinatra era otro”.
Desde que en 2004 falleció el eterno ídolo de Derby County y Nottingham Forest, Ali era el único vestigio de aquella historia que unió en forma de anécdota boxeo y fútbol a través de dos personajes irrepetibles. Quién sabe si ahora andan allá donde estén dando discursos contra lo establecido mientras el resto les mira con gesto torcido. Mientras, en el mundo de los mortales habrá que conformarse con recordar sus hazañas, porque no habrá otros como ellos.