Albert Aubach

Daniel Sturridge, ‘corpore sano in mens sana’

Daniel Sturridge tiene 28 años y un Mundial a la vuelta de la esquina. Si quiere estar en la lista de Gareth Southgate, mejor que deje atrás la negatividad que le rodea en torno a sus problemas físicos y que, quizá, hasta considere cambiar de club.

“Lesión” es en Anfield un epitafio, una elegía asociada con la infortuna que provoca una sensación de tragedia entre los aficionados así como miedo en el corazón de los propietarios y del entrenador.

Cada cierto tiempo, en el Liverpool la opinión entre sus seguidores queda dividida respecto a los jugadores. Les ocurrió a Dirk Kuyt y a Joe Allen. Daniel Sturridge no iba a ser una excepción por su buen ojo de cara al gol que acompaña con un cuerpo de cristal. Venderlo o quedárselo ha sido una de las preguntas sin resolverse, pero antes de apresurarse con la respuesta, retrocedamos hasta su llegada.

Cortina de estrellas con tono de flashback: Brendan Rodgers mira preocupado su reloj, tiene que mantener la intensidad y el entusiasmo al ir dos goles por encima del marcador ante el Everton. El árbitro se lleva el silbato a la boca. Va a pitar el final cuando de repente ve a Kolo Touré mandar el balón a la esquina superior izquierda del campo. Un escurridizo delantero de origen jamaicano recibe el esférico y se saca una vaselina magnífica para batir a Tim Howard. La grada se vuelve loca y Brendan Rodgers intenta emular a Bill Shankly. ¿Y qué hace Sturridge? Su ya famoso baile delante de los aficionados toffees.

Sturridge estaba en su mejor momento, y lo vivía lejos de las lesiones. Anota además en la Copa del Mundo 2014 y firma un contrato por cinco años que lo vincula al Liverpool hasta 2019. Otra temporada en la que marcara más de veinte goles se auguraba como probable.

Sin embargo, la fortuna es caprichosa, y Woy Hodgson –nombre burlesco atribuido por la prensa inglesa– también. Se aventuraba un parón en liga para unos amistosos internacionales y Hodgson –por aquel entonces seleccionador inglés– se lo llevó con los Three Lions, aunque desde el propio club desaconsejaran dichos partidos debido a unas cargas musculares que venía arrastrando. Y allí empezó todo. Fue la primera lesión desde su etapa en el Chelsea. La primera de las catorce que ha tenido desde que llegó a Anfield, y eso que lleva cinco temporadas. Casi tres lesiones por temporada. Ni Arjen Robben ha tenido tantas…

Todo el mundo sabe que Luis Suárez, más allá de sus travesuras dentro del campo, es un tío duro capaz de romper muros, de jugar con dolor. Y es esa pasión por el juego lo que saca lo mejor de él. Con Daniel Sturridge esto no se aplica. Había una época en la que los jugadores saltaban al campo con dolor. Lo hizo Maradona con su tobillo hinchado como el precio de Paul Pogba y ahora lo hace Dejan Lovren con sus cinco aspirinas. Isquiotibiales, abductores, rodillas, tobillos o dolores de cabeza… Ha terminado por perderse más de la mitad de partidos con la elástica red.

Sturridge pasó la Navidad de 2014 tratando de ponerse en forma en Boston, y allí también se operó la cadera en 2015, pero parece que el delantero cuenta con un bloqueo mental provocado por la deterioración de “delantero estrella” a “calienta-banquillos”. Parece injusto, pero es necesario trazar una línea.

Para un delantero que asustaba a las defensas con sus movimientos y su letal pierna izquierda –la cual dibujaba unas roscas perfectas que solo se asemejan a las que uno hace en el FIFA 18 con el R1–, ser incapaz de regatear al defensa central del Maribor es triste. Se le dio una oportunidad contra el Newcastle, pero todo lo que pudo hacer fueron intentos. Hasta se le vio lento. Y pensar que una vez tenía el botón de “piloto automático” para las carreras desde el centro del campo…

La nostalgia es algo a lo que están acostumbrados en Anfield. Ya sean los dorados años 80, la celebración de Robbie Fowler esnifando la raya blanca del campo o ver a Steven Gerrard alzando al cielo la quinta orejona en Istanbul. Todo está en sus mentes, y en sus retinas aún quedan grabados los tantos que el delantero nacido en Birmingham anotó frente al Everton o Manchester United, eternos rivales.

Puede ser una cuestión del cuerpo ante la mente o la mente ante el cuerpo. Mens sana in corpore sano, que decían los romanos. Con Sturridge es a la inversa: Corpore sano in mens sana.  Casi como si viviera una crisis existencial, un infinito Día de la Marmota, una perturbación de su estado mental tras sufrir demasiadas lesiones, y es esta ansiedad y miedo lo que no le deja sacar a relucir sus cualidades.

No hay ninguna duda de que Sturridge fue un gran delantero, pero ahora tan sólo es una sombra de lo que fue. Ha estado en la consulta médica de Anfield muchas veces viendo como entraban y salían jugadores del club. Ha visto como su ex compañero uruguayo se iba y triunfaba mientras él seguía en la enfermería. Necesita saltar al campo para volver a sentirse futbolista de nuevo.

Porque necesita un nuevo comienzo lejos de las expectativas del pasado. Porque un hombre que cree en Dios necesita creer en sí mismo para no ser un Andy Carroll. Porque estoy seguro que tampoco quiere ser otro José Enrique que deambula por los pasillos de Anfield a la espera de que expire su contrato. Porque Inglaterra le necesita.

Daniel Sturridge debe creer en él y preocuparse por trabajar duro para revigorizarse. Debe entender que no puede vivir del pasado. Tiene 28 años y un Mundial a la vuelta de la esquina. La negatividad tiene que desaparecer, y con ella, volverá la gloria “round the fields of Anfield Road”, como dice el cántico.

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Albert Aubach