Jordi Cardero

David Brooks y la bola de cristal

Es difícil predecir el futuro, pero en Bournemouth no hace falta ser un experto para ver a un joven galés triunfando en los tiempos venideros. Con todos ustedes, David Brooks ya está aquí.

Hay noches en las que el sueño no aparece y la única forma de apaciguar el cansancio es la televisión. Finalizados los Late Night, te debates entre dos tipos de programa: la teletienda o el tarot. Cuando ya han repetido cuatro veces el anuncio de aquellos cuchillos de cocina -tienes que reconocer que realizan un corte muy limpio y, ojo, la segunda unidad está al 50%-, te replanteas el cambio de canal. Y terminas viendo el tarot, con pitonisas leyendo el futuro de gente mayor, que les llaman por un coste de llamada ligeramente superior al precio que pagó el Bournemouth por Jordon Ibe. 30 millones de libras. Por minuto.

Terminas dormido en el sofá y, cuando te despiertas, llegas a dos conclusiones. Por un lado, que es imposible predecir el futuro. Y, por otro, que no podemos derrochar billetes con tanta facilidad. Sin embargo, podríamos aventurarnos a decir que el traspaso de David Brooks a los Cherries ha sido una grandísima operación. Costó poco más de diez millones de libras. Incluso podríamos disfrazarnos de pitonisa y ver en la bola de cristal que, en un futuro no demasiado incierto -y tampoco muy lejano-, el joven atacante acabará jugando en uno de los grandes de la Premier League. Brooks es un virtuoso del balón que tiene el difícil papel de competir ante centros del campo llenos de músculo, en escenarios representados por ritmos altísimos y donde es necesario tener buen pie para destacar. Y él lo tiene. Es del club de los James Maddison, Phil Foden o Harry Winks. Jóvenes y con un potencial enorme.

El camino no siempre estuvo señalado. No progresó en la academia del Manchester City, donde estuvo desde los siete años, y, finalmente, el Sheffield United confió en un joven jugador desequilibrante. Algunos clubes le rechazaron porque no cumplía con las características físicas que demandaban, así que el mismo Brooks decidió fortalecer otros aspectos. El galés puede jugar en varias zonas del campo. En una posición interior, abierto a banda como extremo -sobretodo cuando el Bournemouth no juega con tres centrales y carrileros largos- e incluso como segundo punta. Cuando más ha destacado ha sido en contextos en los que ha tenido libertado de movimiento por toda la parcela ofensiva. De piernas delgadas e infinitas, parece descomponerse cuando conduce el balón, pero se adecua a los cánones estilísticos del fútbol. En ese ámbito, suma mucho el factor de ser zurdo (¿Tendemos a sobrevalorar a los futbolistas que dominan la pierna izquierda?).

El Sheffield United cedió a Brooks al Halifax Town, de la National League, en 2015. Era un periodo de incertidumbre, donde el fútbol profesional aún era el sueño de un adolescente. El galés llegó a disputar cinco partidos en un conjunto que no solo terminaría descendiendo, sino que también se llevaría las palizas más grandes de la temporada: 7-0 y 1-7 ante Grimsby Town y Cheltenham Town respectivamente. No obstante, a sus 18 años, Brooks se convirtió en el jugador más joven en anotar un gol con el humilde club de West Yorkshire. David descubrió que existía un fútbol más oscuro, aquel que también le barró el paso en Manchester. Un fútbol desagradable, injusto y salvaje. Pero, aún a tiempo, el Sheffield United le repescó.

Dos meses jugando en Championship fueron suficientes para recibir la llamada de Gales. Pese a que lo tuvo claro cuando necesitó tomar una decisión, Brooks ya había disputado varios partidos con las categorías inferiores inglesas. Destacó en el torneo de Toulon, donde los sub20 de los Three Lions vencieron en la final a Costa de Marfil, y fue nombrado mejor jugador del torneo. Un año antes, la sub21 también levantó el mismo trofeo, de la mano del entonces seleccionador Gareth Southgate. Pero cuando Chris Coleman preguntó, Brooks no tardó en aceptar. Ahora, bajo el mando de Ryan Giggs, varios jóvenes han formado parte de las últimas convocatorias. Al jugador del Bournemouth le han acompañado Ben Woodburn, Harry Wilson o Ethan Ampadu.

Brooks se ha adaptado a la perfección a la estructura propuesta por Eddie Howe. Desde que llegara en 2008, el entrenador ha cambiado el modelo de un club que lucha por consolidarse como uno de los habituales en la Premier League. Y lo ha hecho con un sello propio: como un equipo peleón pero vistoso, humilde pero ambicioso, que combina la lucha de Ryan Fraser, la fiabilidad de Nathan Aké y el gol de Callum Wilson. Y, además, apuesta claramente tanto por futbolistas jóvenes como por jugadores de las islas.

No esperó Brooks a que apareciera la pitonisa. Apagó la televisión. Y ahora, en la bola de cristal, emerge un futbolista que derrumba defensas con la mirada, que conduce y regatea, que asiste a los delanteros e incluso marca. No sabemos qué cartas jugará, pero Brooks apunta a ser uno de los agitadores de la Premier League durante los próximos años.

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