Cuando comencé a leer “La luz que no puedes ver”, supe que me encantaría simplemente por el contexto en el que está ambientado el libro: la Segunda Guerra Mundial, esos tiempos de crisis con escenarios oscuros y escasez de vida. Fue eso lo que me llevó a su compra, aunque quizá el hecho de que estaba rebajado por Sant Jordi también influyó. Pero me ganó por otros factores. La narrativa de Anthony Doerr es inmensamente ilustradora. Combina el arte de la escritura con la destreza para detallar todas y cada unas de las situaciones que atraviesan los protagonistas. Incluso la conexión implícita que habita entre ellos.
Werner y Marie-Laure. Dos almas de luz que buscan iluminar sus caminos. Dos historias plagadas de significados y destinadas a toparse en alguna esquina. A pesar de la incertidumbre, crecen y sabes que ese momento va a llegar. Que se cruzarán. Para lo que sea. Podríamos aseverar lo mismo sobre David Silva y Pep Guardiola. Figuras semejantes en esta tiranía millennial con impresiones de que la conexión que les uniría, no sería simplemente la de compañeros de profesión.
Silva se asienta en Manchester. Madura con Roberto Mancini y su nombre se engrandece con el ingeniero Manuel Pellegrini. Mientras, al otro lado del Canal de La Mancha, Guardiola disfruta en Barcelona y Múnich. Lo hace practicando un fútbol exquisito, diseñado para triunfar junto a los jugadores más técnicos e inteligentes del panorama europeo. El técnico catalán no puede quejarse de los interiores con los que ha trabajado: Andrés Iniesta, Toni Kroos, Xavi Hernández, Arturo Vidal y Thiago Alcántara son algunos de los nombres más ilustres de una larga lista. Aun así, igual ha echado en falta alguna dosis de magia zurda en su centro del campo. Su aterrizaje en el Etihad, le regala precisamente eso.
Nuevo paradigma táctico
Guardiola llegó al banquillo del City y se encontró con una plantilla experimentada y carente de perfiles moldeables para él en muchas de sus zonas. Los laterales, los mediocentros y los centrales. Tuvo que pertrechar desde el minuto cero, por lo que, ante la falta de centrocampistas capaces de gestionar el juego, eligió a Kevin de Bruyne y Silva como los hombres encargados para ello. La posición más determinante para el entrenador de Santpedor dirigida por los talentos más puros de su plantilla. No era mal plan.
Con Fernandinho igual de fijo en su posición que el obelisco de Buenos Aires, llega el cambio más característico del catalán a lo largo de su estancia en la Premier: los laterales centralizan su posición para dejar toda la banda a los extremos y así saltar más fácilmente las primeras líneas de presión. De esta manera, el centro del campo se puebla con mínimo dos piezas (Fernandinho y el lateral correspondiente) y la posición de los interiores sube unos cuantos metros, ofreciendo muchísima profundidad y estirando en ataque a su equipo. Así es cómo la relación con el gol que siempre ha demostrado Silva cada vez que se enfundaba la camiseta de la Selección Española, lleva viéndose en Manchester estas últimas campañas con Guardiola al mando. Más pases en zona de tres cuartos, más goles, más toques dentro del área contraria… más todo.

Un mentor en el vestuario
Hace unos años, Guardiola comentó en una conferencia una charla que mantuvo con Julio Velasco, exentrenador de la selección de voleibol de Italia que lo había conquistado absolutamente todo. El técnico catalán se quedó asombrado con su figura. La apreció como un ser magnánimo con el que nutrirse de cara a su futuro como mánager. Así que estando en Roma, finalizando su carrera de futbolista, decidió llamarle. Y de ahí sacó varias conclusiones. “Mira Pep, cuando decidas entrenar tienes que tener clarísima una cosa: no intentes cambiar a los jugadores. Ellos son como son. La clave de todo es saber tocar la tecla. Yo tengo jugadores a los que les encanta hablar de táctica, y nos pegamos cuatro o cinco horas charlando sobre eso. A otros, después de dos minutos, no les hables más. Hay algunos a los que les gusta tratar las cosas delante del grupo entero para sentirse importantes. Y unos cuantos con los que mejor llévatelos a tu despacho para estar a solas. Esa es la clave de todo”.
En Manchester, el técnico catalán ha tenido que lidiar con una situación muy delicada junto a Silva y el nacimiento prematuro del hijo del canario. Es ahí donde Guardiola tenía que ofrecer una versión más allá de la que ofrece en un vestuario de fútbol. Ser compañero, amigo, mentor y consejero. Y no solo lo hizo, sino que se ganó el reconocimiento y la admiración del mundo del balompié gracias a las palabras de agradecimiento del centrocampista español: “Quiero dar las gracias a los aficionados, a mis compañeros, cuerpo técnico, club y especialmente al entrenador por entender mi situación. Eres un ser humano increíble. Estaré en duda contigo para siempre”.
El reparto bidireccional de halagos entre Guardiola y Silva es una constante. Se han retroalimentado. Se han ensalzado desde el respeto y la mirada lustrosa de quien observa a alguien con mucha consideración. “David es fuerte. Creo que es más maduro. Tengo la sensación de que se ríe más ahora, de que habla más. Es uno de los mejores jugadores que he entrenado en mi vida. Sobre todo en términos de mentalidad. Me encantan los futbolistas que en los malos momentos se levanta y les dice a sus compañeros que allí está él. Me quito el sombrero”, comenta el entrenador Cityzen.
Y Silva, con su hijo ya en una circunstancia mucho más boyante, se ha dedicado a alcanzar su cénit como profesional. “El míster (Guardiola) ve las cosas antes que ocurran, y eso una ventaja. Es como si él te lo explicara y lo comprendieras de inmediato. Algo que nunca había visto antes. Creo que he aprendido a ser más paciente en el campo. Antes me movía por todas las zonas y quería participar siempre. Él me ha enseñado a estar en un lugar más específico y esperar por el balón. Es un genio del fútbol”.