Uno de los equipos más loados luego de la Eurocopa del año pasado fue Italia, que dejó muy buenas impresiones sobre su juego tras eliminar a España en octavos de final y caer solo en la tanda de penaltis ante Alemania. De hecho, esas impresiones fueron tan buenas que Roman Abramovich apostó por su técnico para dirigir al Chelsea en la Premier League. Un entrenador que apenas se enteró de que la selección transalpina y Cesare Prandelli romperían vínculos en 2014, acabó el suyo con la Juventus, equipo del que se fue como tricampeón nacional.
El dibujo inicial de Antonio Conte en Londres fue un 4-2-3-1 que no caló dentro del equipo. El inicio de la temporada fue promisorio con diez puntos de doce posibles en Premier League pero un empate en Swansea y una derrota a domicilio frente al Liverpool por 1-2 generaron dudas antes del derbi londinense ante el Arsenal del 24 de septiembre.
Conte alineó una línea de cuatro defensas con César Azpilicueta y Branislav Ivanovic en los laterales, y Gary Cahill y David Luiz en el eje de la zaga. A pesar de la presencia de N’Golo Kanté como protector de la defensa, Alexis Sánchez, apoyado por Mesut Özil en ese partido, despedazó al Chelsea en el Emirates. Los de Arsène Wenger terminaron goleando 3-0 al rival gunner del nuevo siglo. Las consecuencias del partido se sintieron durante meses en Stamford Bridge.
Antonio Conte tomó decisiones drásticas. Luego de esa derrota, el técnico italiano recurrió a su sistema favorito, el que le reportó tantos éxitos en la Juventus y en la selección italiana. Su idea era desarrollar más las ventajas tácticas del sistema pero mantener las virtudes del equipo. Así que transformó a César Azpilicueta en defensa central para mejorar el comportamiento defensivo añadiendo un tercer elemento al eje junto a Cahill y Luiz. Este movimiento permitió jubilar a Ivanovic, que acabaría haciendo las maletas en enero, y convertir a los laterales en carrileros con mayor proyección ofensiva. La presencia de tres centrales más Kanté permite al recién llegado Marcos Alonso y al repescado Victor Moses recorrer toda la banda sabiendo que esos tres hombres se encargarán de los puntas rivales.
El cambio llegó el 15 de octubre del año pasado. Conte mantuvo a N´Golo Kante y Nemanja Mátic en el medio centro (Cesc Fàbregas entraría paulatinamente por Matic tras meses relegado al banquillo) e introdujo a Alonso y Moses. El nigeriano fue uno de los cambios posicionales más destacados de la temporada, por encima incluso de la posición de delantero de Alexis Sánchez en el Arsenal. La nueva pizarra de Stamford Bridge era un 3-4-3, con Pedro o Willian, Diego Costa y Eden Hazard como tren ofensivo. Una pequeña variación respecto a los sistemas utilizados por Conte en la Juve y en Italia, donde el dibujo era más similar a un 3-5-2, con dos puntas complementarios como Fernando Llorente y Carlos Tévez o más similares como Eder y Graziano Pellè. La nueva alineación y sus variantes operativas permitieron que desde ese partido en el Emirates, el Chelsea solo haya perdido un partido por Premier League desde entonces.
Carlos Salvador Bilardo, el entrenador que popularizó el uso de tres centrales en los años ochenta, argumentaba que el desuso de laterales defensivos respondía a la “caducidad de wings” de la época. Hoy en día podemos negarle el argumento, más no la aplicación del sistema. La efectividad del mismo repercute en equipos como el Sevilla de Jorge Sampaoli o en la Juventus de Massimiliano Allegri en el contexto europeo. De modo que esta supuesta “tendencia innovadora” de esta temporada ha sido regresiva, dado que ha hurgado en la historia del fútbol para recuperar esta variante que tan popular ha resultado este curso en la Premier League.
Pero para lograr la gloria de equipos imponiendo su modelo de juego hace falta una constante revisión y calibración de piezas. Mantenerse al máximo a nivel europeo cuesta. Ejemplos como Bayern de Múnich, Barcelona o Real Madrid en los últimos tiempos han sido por una sucesión de técnicos capaces de darle cierto continuismo táctico a sus equipos, manteniéndolos compitiendo en el mejor nivel gracias a la simbiosis entre una plantilla de talento y un engranaje de la misma en un sistema.
Para que el extécnico de la selección italiana pudiese darse cuenta del cambio que necesitaba para ser tan diferencial dentro de la insularidad de la Premier League tuvo que sucumbir ante el Arsenal en ese derbi londinense. Irónicamente, cuando por fin Wenger pudo imponerse a su bestia negra fue para crear una máquina perfecta que se encamina con paso firma hacia la supremacía inglesa.
