En esta oportunidad, nos fuimos a las cercanías de Selhurst Park, en el distrito londinense de Croydon, al sur de la capital. En ese sitio hace las veces de local el Crystal Palace, un mítico club de la capital inglesa que cumplirá 112 años en este 2017.
Los Eagles, las águilas, son un equipo con altibajos, pero siempre en las categorías de ascenso. Y que justamente por estas fechas se encuentra de parabienes, ya que es su tercera temporada consecutiva en la máxima categoría del fútbol inglés. Sus fanáticos, que suelen entonar esa hermosa canción de los Dave Clark Five “Glad all Over” que ya funciona como himno para el club tras una presentación de ese grupo en el mismísimo Selhurst Park, han vivido grandes épocas, sobre todo en las copas nacionales, especialmente la de 1990 donde cayeron en la final ante Manchester United y donde fueron empujados hacia esa instancia por un gran Alan Pardew.
Hoy en el pub toca, por tanto, hablar sobre ellos. Pero también sobre un equipo que atraviesa una especie de crisis colectiva, pero al punto de tener que recibir atención especializada. Arsenal, luego de tres derrotas seguidas por liga, sumada a una dura derrota por Champions League, está como barco a la deriva y el puesto de Arsène Wenger es el punto de discordia entre todos los que hablan de fútbol en Inglaterra y fuera de fronteras.
Sobreviviendo a costa de otros
Los chicos que beben en la zona cercana a Selhurst Park comentan y están de acuerdo en una máxima sobre el andar del equipo en las últimas semanas: “Vivimos gracias a los demás”. Es cierto que Crystal Palace acumula tres victorias al hilo en Premier League y eso lo ha sacado de la zona de descenso. Pero también el pésimo momento de los últimos tres clasificados de la liga es algo que han sabido aprovechar para que el equipo salga de la zona mencionada.
«¿Por qué un equipo que desde su ascenso se mantuvo en mitad de tabla sufre tanto ahora?», se preguntaban los chicos. Parte de ello se ha dado por malas decisiones en los mercados de fichajes. En la temporada 2013-14, el equipo volvía a Premier League tras casi una década en Championship de la mano de Ian Holloway. Sin embargo, tras un mal arranque de temporada, el locuaz técnico inglés fue sustituido por Tony Pulis.
El actual entrenador del West Brom asumió el cargo con un triunfo ante Hull City por la mínima diferencia, y luego, tras ocho juegos sin obtener victorias, consiguió paulatinamente salir de la zona de descenso. En el tramo final de la liga, el Palace de Pulis logró varias victorias consecutivas que llevaron al club a finalizar decimoprimero.
A pesar de ese buen final, Pulis se enemistó con Steve Parish, entonces propietario del club, por cuestiones financieras, y dejó tirado al equipo apenas unos días antes de arrancar la temporada 2014-15. Con el tiempo apremiando, Parish recurrió a un viejo conocido de los banquillos, Neil Warnock. Su primera labor fue acabar de confeccionar la plantilla. Warnock mantuvo a sus máximos exponentes de la temporada anterior como Jason Puncheon o Dwight Gayle. Y, además, se hizo con Frazier Campbell y Wilfried Zaha, que colaboraron de buena manera en funciones ofensivas para que el equipo finalizara la temporada nuevamente en mitad de tabla, ya con Alan Pardew al frente tras haber tomado las riendas del equipo en la época navideña.
La temporada pasada, Pardew, ídolo en el campo a principios de los 90 y entonces en el banquillo, logró que su equipo practicara momentos de enorme fútbol. Las águilas realizaron una excelente FA Cup donde fueron subcampeones tras caer ante el Manchester United, que ya había sido el verdugo del equipo londinense en su anterior final de 1990. En esta temporada, el Palace adquirió el concurso de Yohan Cabaye y Connor Wickham entre otros, que rindieron a gran nivel. Aunque no todos los fichajes fueron precisamente un éxito. Ante la falta de gol, Pardew repescó en enero a Emmanuel Adebayor que, ávido por seguir llenando su cuenta bancaria, accedió a jugar para las águilas. En verano, el club decidió no renovar su contrato tras un paso sin pena ni gloria. Ni goles, claro.
El verano pasado, el club sufrió una grave pérdida en la figura de Yannick Bolasie. El congoleño se había convertido en la estrella del equipo pero la oferta del Everton fue demasiado jugosa como para rechazarla. Así que Pardew perdió antes de empezar a un jugador que había crecido en su nivel futbolístico de manera exponencial. Con el dinero obtenido por Bolasie, Pardew acometió el fichaje de Christian Benteke, que venía de un paso algo fallido por Liverpool. El belga no ha logrado marcar la cantidad de goles que se le podrían pedir a un jugador que costó más de 30 millones de euros, pero sigue siendo la referencia ofensiva del equipo. Además de Benteke, también llegó uno de los mejores porteros de la liga francesa, Steve Mandanda, que tampoco ha logrado cuajar en el sur de Londres y ya se habla de su posible regreso a Marsella. Finalmente, Pardew también incorporó a Mathieu Flamini tras desvincularse del Arsenal.
Tras un 2016 nefasto, Pardew fue finalmente despedido hace unos tres meses, cuando fue sustituido por Sam Allardyce, con el equipo en una zona de descenso de la cual parecían no salir. Pero para beneplácito de Sam Allardyce sus rivales directos por la permanencia, Swansea City, Hull City, Middlesbrough y Sunderland se han dedicado a hacer todo lo posible para hacer resurgir a las águilas de la zona baja.
En la actualidad, Crystal Palace está fuera de descenso y tras tres triunfos consecutivos (uno de ellos ante el Middlesbrough) están llenos de confianza. La próxima jornada luego de la pausa por fechas FIFA los enfrentará al máximo candidato al título, el Chelsea. A pesar de todo, la ilusión de la permanencia está intacta. Su nivel actual es una de las razones, pero el nivel de sus rivales parece ser la esperanza a la que deben aferrarse.
Duelo de facciones
El club más exitoso de Londres atraviesa horas duras y complicadas. Tras varias pintas, ya los muchachos de la mesa donde se hablaba de Crystal Palace cambiaron de tema para darle paso al Arsenal. Los Gunners acumularon su tercera derrota al hilo en este fin de semana ante un West Bromwich Albion que con un planteamiento táctico sumamente rácano puso en aprietos a los dirigidos por Wenger.
La discusión entre los chicos es simple. El futuro del alsaciano. En la conversación corrían los diversos argumentos planteados para poder definir dónde debería estar Arsène Wenger a partir del próximo verano. Es que el economista tiene tantos argumentos a favor como en contra. La historia, el crecimiento económico-social y la defensa de un proyecto exitoso son parte de los argumentos a favor, que chocan con una sequía de protagonismo, una cantera que no promueve tantos jugadores como antiguamente, y una imagen deteriorada dentro y fuera del campo.
El equipo no está jugando bien, y esto siempre agudiza estos problemas. El tabloide alemán Bild afirmaba este domingo que el club había contactado con Thomas Tuchel para sustituir a Wenger. Semanas atrás se había rumoreado con un acercamiento por Maximiliano Allegri. Lo cierto es que todos esos rumores son falsos puesto que Wenger todavía no ha confirmado al club si aceptará o no la oferta de renovación por dos años.
La realidad está planteada en esos términos y por más que los chicos se rían de los aviones con mensajes pertenecientes a estas especies de facciones que se disputan el derecho a decidir una por sobre la otra el futuro del club, la decisión final no la dará la directiva de manera unilateral tras presión de un grupo reducido de hinchas que quieren que se vaya Wenger, sino que la decisión será consensuada con el mismo entrenador. Muchos aficionados querrían para sus clubes un entrenador que les fuera fiel durante veinte años y se preocupara por su club como Wenger lo ha hecho por el Arsenal. Pero, en ocasiones, la distancia distorsiona la visión.