Decir que el Blackburn es un club a la deriva probablemente sea quedarse corto. Y la contratación de Owen Coyle no parece hacer más que confirmar este pensamiento. Desde que el club fuese adquirido por la familia propietaria de la empresa Venky, el gigante del pollo en la India, ha sufrido una decadencia lenta, desagradable y dolorosa. Primero echaron a un técnico que tenía al equipo amarrado a la Premier League como Sam Allardyce. Alguien sin apenas experiencia como primer entrenador, Steve Kean, fue nombrado su sustituto y todo se hizo añicos. Si bien esquivó el descenso en su primera temporada completa en la última jornada, la desintegración del club desembocó en el descenso el año siguiente. Ya en segunda división fue despedido, y tras los efímeros pasos de Henning Berg y Michael Appleton por el banquillo, Gary Bowyer estabilizó como buenamente pudo al equipo.
Bowyer mantuvo el cargo durante algo más de dos años. Es cierto, distaba de representar el último grito en entrenadores ingleses, pero a posteriori se ha visto lo complicado que era hacer un trabajo mínimamente decente. Vilipendiado quizás en exceso por su falta de resultados en un equipo que contaba con Jordan Rhodes como delantero estrella, el caos en el que se ha vuelto a sumergir el club tras su marcha ha demostrado la dificultad de su labor. Paul Lambert llegó par sustituirle y sí que entonces se generó cierta sensación de ilusión. Lambert parecía que llegaba para quedarse. Efectuó varios fichajes en lo que aparentemente era la construcción de un proyecto que iba a devolver al club a la élite. Pero una vez dentro y con el paso de las semanas, Lambert se dio cuenta del berenjenal en el que se había metido y a pocas jornadas de finalizar la liga anunció que se marcharía a la conclusión de la misma.
La falta de organización en la faceta directiva y la mala gestión de los dueños llevó a Lambert a dimitir. Esa es la mayor frustración de los leales aficionados del Blackburn: los dueños, los hermanos Venky. Cuando compraron el club en 2010 hablaron sobre elevar al club a lo más alto, como cuando ganaron la Premier League en 1995. Se habló de fichar a Raúl, a Ronaldinho, a las grandes estrellas del momento, pero nunca se hizo realidad ninguna promesa. El hecho de que residan en la India y rara vez se pasen por Blackburn siempre ha sido uno de los mayores agravantes, además de ser el punto en el que más énfasis puso Lambert tras su salida. El extécnico del Aston Villa ha parecido ser la apuesta más seria y respaldable que han llevado a cabo, pero tras su marcha vuelven incorporar a un técnico de una capacidad dudosa según lo mostrado durante el último lustro.
Tras un carrera de más de 20 años como jugador (casi siempre en Escocia, excepto un par de años en el Bolton), Owen Coyle pasó a los banquillos. Aunque de indumentaria no se podría decir que cambió ya que rara vez se le ha visto en la banda enfundado en un traje. Fue entrenador-jugador en Falkirk y St. Johnstone antes de cambiar dejar definitivamente su faceta como jugador en el Burnley. Allí permaneció tres años y pico, en los que consiguió el ascenso a la Premier League. Viendo que sería complicado salvar al equipo, abandonó el barco para irse al Bolton. Si los aficionados del Burnley no le odiaban ya por abandonarles entonces, posiblemente su fichaje por el máximo rival haya supuesto la puntilla.

En Bolton fue de más a menos. Fue despedido tras el descenso a segunda división, una vez que veían que, con el equipo atascado en mitad de tabla, no sería capaz de hacerles regresar al primer intento. Meses más tarde firmó por un gran rival del Bolton, el Wigan. Elegido como el relevo de Roberto Martínez, lideró al equipo en la Europa League pero el mal arranque liguero le terminó costando su puesto en diciembre. Cosa de un año más tarde, probó un nuevo reto lejos de Inglaterra. Aceptó la propuesta del Houston Dynamo de la MLS. Buscaba relanzar su carrera con el conjunto tejano, pero tras fracasar en conseguir el objetivo de llevarles al play-off en su primer año, la presión para el segundo era mayor. Un comienzo más o menos esperanzador no tardó en diluirse. El azar quiso que un servidor presenciara el que sería su último partido al frente del equipo. Frente a un Chicago Fire que luchaba por salir de la mediocridad de sus últimas temporadas, el equipo de Coyle se mostró muy plano. Chicago Fire tuvo oportunidades para golear y, a pesar de sólo marcar un gol (ganaron finalmente por 1-0), Houston fue incapaz de hacer nada. Coyle llegaba muy cuestionado a dicho encuentro y su marcha se oficializó dos días más tarde.
Queriendo regresar a Inglaterra, pero con su caché por los suelos, no era difícil imaginar que se lanzaría en plancha a la primera oferta de un equipo más o menos potente en función de sus aspiraciones. Incluso antes de quedarse libre Coyle, sonaron con relativa fuerza tres nombres para ocupar el banquillo del Bolton: Neil Warnock, Russell Slade y Gareth Ainsworth. Los dos primeros no habían hecho un mal trabajo en la última temporada, efectuando Warnock el milagro de salvar del descenso al Rotherham y llevando Slade al Cardiff a casi clasificarse para el play-off de ascenso. Si bien quizás ninguno de los dos daba mucha confianza, sobre todo de cara al largo plazo por ser dos técnicos bastante experimentados, Ainsworth era otra cosa. Joven, prometedor y tras haber hecho un gran trabajo con el Wycombe Wanderers de League Two, posiblemente hubiese generado más ilusión entre la fanaticada de los Rovers. Muchos aficionados han mostrado su desapego por el nombramiento de Coyle. Otros han mostrado su apoyo ciego en el equipo. Pero prácticamente ninguno, el cuestionable juicio de los Venky a parte, puede afirmar con rotundidad que Coyle era la mejor elección. Puede que el artífice de ascender al Burnley en 2009 les haga cambiar de opinión, aunque mientras tanto no son pocos los que ven otros finales, no tan felices, en el horizonte.