Ander Iturralde

Despedir a un entrenador simpático

No son tiempos fáciles para los entrenadores. Nunca lo fueron, todo sea dicho, pero la impresión es que nunca la inmediatez era tan dominadora. No obstante, para quienes son más difíciles todavía los tiempos es para los entrenadores británicos. Necesitas encontrar el camino para sobrevivir cuando los tiempos cambian y no todos lo consiguen, no todos quieren hacerlo.

Los días habían pasado desde el final de la temporada. El silencio prevaleció sobre quiénes eran las únicas voces que podían decidir sobre el futuro de un club que fue perdiendo a su gente. Los murmullos habían persistido entre quienes seguían. Pero no hay mayor dolor que el de la ausencia. Y un acto impacta más que mil palabras. En el Middlesbrough todos estaban radiantes; eso es lo que supuso su ascenso hace unos años antes del lento apagón de la luz. Estaban en la lucha por volver a conseguir ascender esta temporada y ha sido como si no lo estuviesen. Porque el fin no siempre justifica los medios. En este caso, además, ni siquiera lograron ese fin que pretendían al final. Quienes se quedaron se hicieron oír pero, de nuevo, quienes se marcharon dejaron mayor huella. De alguna manera, el silencio de éstos últimos fue replicado por el propio club. Entonces, el pasado dieciocho de mayo, publicó el Middlesbrough un enigmático comunicado en su página web. Lo difundió acto seguido en Twitter como “un comunicado”. Residía en una primera instancia el desconcierto sobre qué contenía dentro de sí. Era sobre el futuro del entrenador del equipo. Y una vez lo abrías descubrías que sí, finalmente, lo que tantos querían, se hacía realidad: Tony Pulis era liberado de sus funciones en el Middlesbrough. Una temporada y media más tarde. O, como sintieron algunos, una eternidad y media más tarde. La percepción del tiempo en sí es lo que acaba siendo lo más importante.

Lo que a ello siguió fue un alud, una ridícula avalancha, de mensajes de celebración. Cada tweet en respuesta al comunicado prácitcamente superaba al anterior. Nadie dijo “bien” con rencor. El sentimiento era unánime y era de complicidad, de fiesta. Lo más impresionante es que bajabas y bajabas (y seguías bajando) por las réplicas y todas guardaban el mismo mensaje. Cada una de su propia forma, algunas incluso provenientes de aficionados de otros equipos, pero todos se sentían contentos de que Tony Pulis dejase de entrenar al Middlesbrough. Un vídeo, casi gif, del abrumadoramente educado y elegante ex-boxeador Chris Eubank procediendo a bailar siendo de las más graciosas entre todas las ingeniosas respuestas. O el gif de Denzel Washington experimentado una enorme sensación de alivio. El alivio, en este caso, de descubrir que el misterioso comunicado guaradaba dentro de sí la respuesta tan esperada. Y la espera, después de todo, quizás había merecido la pena.


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Tony Pulis había desgastado a los seguidores del Middlesbrough (Stu Forster/Getty Images)


Desde la distancia, su irreverencia contra la corriente predominante causa furor, un seguimiento de culto que siempre ha tendido a evaporarse cuanto más te acercas. A su manera, con sus métodos, Tony Pulis llevaba más de una década entrenando con éxito en divisiones inferiores cuando su combinación resultó ser la ganadora, la que ese año supuso un ascenso a la Premier League. Ahí comenzó verdaderamente la leyenda de Pulis. Pasó cinco memorables años llevando los envíos de balón de larga distancia y los saques de banda hasta los extremos más absolutos; una apuesta ferviente por su idea que todos en Stoke apoyaron y otros también al otro lado del agua que rodea a la isla. Pero aquel Stoke era la novedad, Pulis era la novedad. Diez años más tarde, necesitas algo nuevo, algo distinto que imprimir a tu obra. Las victorias siguen valiendo tres puntos y hace veinticuatro meses tan sólo él estaba clasificando octavo con el West Brom en la Premier League. Pero la percepción de lo logrado no hizo a aquello justicia y, quizás, nunca vuelva a hacerlo.

El camino de Pulis está llevado a tal extremo que no puedes permitirte ni un sólo revés. Como, por ejemplo, con la defensa ultra-adelantada de Roger Schmidt en el Bayer Leverkusen hace unos años. O el Rayo de Paco Jémez. Pulis es lo contrario, y necesita toda la eficacia posible en la ejecución. Siempre. Si no, la gente acabará desapareciendo. Porque el resultado que quieren pretendes dárselo, pero no el camino al resultado. Porque a Middlesbrough no llegaba Pulis a Barcelona, precisamente. Llegaba a donde Aitor Karanka poco antes había logrado notables éxitos y un apoyo prácitcamente incondicional por parte de aquellos quienes siguen al Boro. Simplemente no era suficiente porque el mundo cambia y vistos los resultados, Pulis no. Quizás porque no se puede ser entrañable y también defender por sistema con once jugadores colgados del larguero. Él no tiene dentro de sí esa capacidad para convencerte, para inspirarte a creer a en su idea a través de sus palabras, de su predisposición física y personal. Pocos entrenadores en Inglaterra lo hacen y eso es parte del problema. Y no es solamente que sepas “vender la moto”, es tu predisposición general. Chris Hughton fue despedido días antes en el Brighton y tras él no vino una mala palabra ni tampoco una fiesta por el hecho de que se marche. El más reciente legado de estos dos entrenadores británicos, nacidos ambos en 1958, con estilos y métodos no tan notablemente dispares, no podría tener un mayor contraste.

Existe una cierta percepción de que el mundo ha dejado atrás a Pulis, pero cuando ves cómo esto se repite, cómo da la impresión de que seguirá repitiéndose, acabas encontrándote con la idea de que Pulis voluntariamente ha dejado al mundo irse sin él. Ya no es tan simple. Y a pesar de que sus habilidades son innegables como técnico, uno llega al hecho, quiera o no, de que difícilmente vaya a cambiar ahora. Su “estilo” no es inválido, no se ha convertido en algo completamente desechable con el cambio del cauce de las aguas. Dentro de su “mismo estilo”, aunque sea inexorablemente diferente en tantos aspectos, el Wolverhampton vive de manera exclusiva en su propia mitad del campo y ha quedado séptimo en la Premier League; y sólo parece que irá a más. Dentro de los veinte equipos de la élite inglesa, Sean Dyche es quien más se parece a Pulis y sin embargo, la imagen, la sensación que proyecta, es otra. Tienes sus particularidades, una franqueza que a veces se convierte en cansina cuando te habla de “los valores del juego”, de lo mal que está tirarse y tal, pero hay algo más amigable en él, que le hace fluir mejor con todo; con el entorno, con la prensa y, sobre todo, con sus jugadores. Ese ejército que Pulis lideró en Stoke desde lo más hondo de la selva de segunda división quizás no sea replicable. Por razones un tanto intangibles, un tanto ambiguas, pero se no produce esa conexión, que ya resulta desgastada por lo que se podido ver en Middlesbrough. Es demasiada carga y Pulis ha preferido seguir su propia senda antes que buscar ajustes. Dyche los ha encontrado. Hughton los está buscando.


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Chris Hughton sigue tratando de encontrar la última pieza del puzle (Mike Hewitt/Getty Images)


Hay algo tan visceral, tan crudo en todo el personaje de Pulis que ahora, en la apertura de banquillos, su nombre se desliza hacia abajo en las listas de probabilidades de ser nuevo entrenador de otro equipo. El despido de Chris Hughton no había sido anunciado y ya estaba sonando para el obvio destino del West Brom. El camino con Hughton no es tan combativo, no es tan chocante, y eso a la larga es más llevadero; es algo que envejece mejor por decirlo de alguna manera. Lo cual no es un desprecio a las capacidades de Pulis, que dentro de un año podría estar siendo contratado por el Norwich y siendo el salvador de otro equipo más en la Premier League, y nadie se sorprendería. Es más fácil de convivir futbolísticamente con otros que con él, pero un apocalipsis después estarán las cucarachas todavía por ahí; Tony Pulis probablemente también, con su gorra sólo ligeramente manchada por el polvo caracteriza a un escena post-apocalíptica.

Es en todo caso el despido de Hughton el que generó algunas opiniones encontradas a diferencia de la celebración indiscutida en Middlesbrough. De alguna forma, Hughton tiene una mejor relación con sus “hijos”. Cuando se marcha y les deja solos un fin de semana entero, el impulso de organizar una mega-fiesta que seguramente destrozará la casa no está ahí; cuando hay un momento de respiro, la fricción en la relación de Pulis con sus “hijos” (entiéndase las comillas como el de la puntualización de la más absoluta ficción metafórica), el impulso es el de desahogarse. Hay una mejor forma de llevar el día a día. Aunque las marchas nunca son sencillas y, desafortunadamente, no fue llevada de la mejor manera la finalización a la estancia de Hughton en Brighton. Quizás por lo simpático que es, que hasta cuesta decírselo de frente.

A nadie en el exterior que haya seguido de cerca al Brighton le pilló por sorpresa, pero sí a él. Y esa es la única nota negativa. La única después de cuatro años y medio realmente positivos, para el Brighton y para Hughton. Más simpático y afable en líneas generales, no es mentira que Hughton también guarda una cierta distancia. Pero es distinto. Todo pudo fluir hasta que sólo una ligera falta de flujo, no un desastre catedralicio, fue lo que hizo que los cuatro años y medio tocasen a su final; no ideal, pero sí mejor que mucho otros. Otros muchos serán los que Hughton tendrá la oportunidad de experimentar. No sería de extrañar, de todos modos, que ellos también acabasen bien. La figura de Hughton es curiosa, porque detrás de esa modélica elegancia, hay alguien que sabe llevar un ascenso, mejor incluso que un posible descenso. Pulis puede que sea a estas alturas lo contrario. De las cinco temporadas que Hughton empezó como entrenador de la Premier League -y en cada una de ellas lo hizo con un equipo que no llevaba previamente más de una temporada en la élite- solamente una acabó en descenso: con el Norwich hace ya cinco largos años. Ascendió al Newcastle, ascendió al Brighton y entre medias se quedó cerca de hacerlo también con el Birmingham. Por eso, está entre los favoritos para el puesto vacante en Middlesbrough, precisamente, y también en West Brom, el ex-equipo inmediatamente anterior de Pulis. El Brighton, por su parte, no estaba buscando al de “la gorra”.

Al final saber comportarte, saber dejar de manera constante una buena impresión ayuda a la larga. Mucha gente espera, desea no reencontrarse con Mark Hughes, con Sam Allardyce, con Alan Pardew, con Tony Pulis, incluso David Moyes. Ellos pertenecen a un grupo que se ha ido formando con el tiempo bajo la etiqueta de “vieja guardia”. De forma algo exagerada a la par que injusta, hay que huir de ellos como de la peste. Esa es la percepción que han generado. Hughton, en esa misma generación por edad si bien con una trayectoria no tan larga como primer entrenador (su primer trabajo como tal lo experimentó en 2009), a nadie le molestará volver a verle. Al final, incluso los que tenían más claro que el agua que lo mejor era la conclusión de su relación con el Brighton, te dirán que es una pena porque es muy simpático; de puertas para afuera como mínimo, un muy buen tipo. Uno que posiblemente sólo tenga la laguna de no ser capaz de desenrollar del todo la alfombra, como han hecho Eddie Howe o Sean Dyche en casos similares, de dar con la fórmula que haga a su equipo evolucionar dentro de la Premier League, para alejarse de un descenso que cuanto más se les ha acercaba en Brighton, más se contraían, más se atascaban. Hughton priorizaba la solidez defensiva, ser tan imbatible como nadie de su mismo nivel, pero sus más disfrutables obras fueron propulsando al Newcastle o al propio Brighton a ascensos memorables. Pulis, con un equipo que se ha quedado a las puertas del play-off de ascenso, ha visto a su equipo marcar menos goles que el equipo ha quedado antepenúltimo en su misma división. Muchas cosas se pintan con un brocha gorda, y Pulis y Hughton guardan ciertos parecidos, pero los matices son inacabables. Son reflejados en las respuestas a tweets de clubes. Con Pulis había gente de otros equipos felicitando a la gente de Middlesbrough.


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Atardecer en Middlesbrough (Alex Livesey/Getty Images)


Las preguntas todavía son amplias e intrincadas sobre los entrenadores que produce Inglaterra, más allá de imágenes antipáticas o simpáticas. Sam Allardyce podrá quejarse todo lo que quiera, podrá insinuar que ha habido una “mano negra” que no le ha permitido gozar de mayores éxitos como entrenador, pero la llegada de entrenadores extrangeros ha ayudado a la Premier League y al fútbol inglés. El listón quizás esté más alto, pero las oportunidades siguen existiendo para ser agarradas y maximizadas. Eddie Howe y Sean Dyche cubren entre ellos un amplio abanico de matices futbolísticos con sus diferentes aproximaciones a este deporte, a esta materia. Ellos no sólo tienen la capacidad de hacer ganar a sus equipos sino de mantener dichas dinámicas a lo largo del tiempo; cerca de siete años ya en el caso de ambos. Eso es otra habilidad en sí misma, la del éxito continuado. Es quizás lo que le faltó a Hughton.

Porque su caso no estaba sentenciado, no era inevitable. Todo el trabajo de cuatro años estaba ahí hasta que esta temporada, esta segunda mitad, este final de campaña terminase venciéndole. No logró mostrar lo suficiente para atravesar ese siguiente portal, ese que atravesaron Dyche o Howe y que lleva el nombre de Sir Alex Ferguson. En Middlesbrough quién sabe lo que va a pasar. John Terry ha llegado a ser el favorito, así que localizad el cinturón más cercano porque quizás haya que abrocharlo. En Brighton tendremos la oportunidad de presenciar la fascinante contratación de Graham Potter, alguien inglés pero que encontró otro camino, forjándose en el fútbol de Suecia, y que presenta expectativas de ilusión. Lo hace después de un absolutamente formidable trabajo en Swansea. Donde todos se enamoraron de él, donde todos lamentaron su marcha. Después de todo, el simple hecho de ser consistemente amable puede ser lo que marque la diferencia.

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Ander Iturralde