Todos conocemos como funcionan las películas románticas. Dos personas se encuentran, se enamoran y prometen pasar el resto de sus días juntos. Da igual que uno de los integrantes de esa ecuación de dos incógnitas sea muy distinto al otro, ya que este tipo de películas tratan de contarnos que el amor todo lo puede. Pero, por suerte o por desgracia, el mundo en el que vivimos no es como el que Hollywood nos quiere mostrar. Este tortazo de realidad es el que han recibido el Chelsea y Maurizio Sarri al acabar su relación, dejando a los Blues sin entrenador un año después y al napolitano traicionando a todo lo que dejó en Nápoles.
Como si fuese el típico argumento de esas películas pastelosas, las dos partes de la relación poco tenían que ver. Sarri es de Nápoles, y muy orgulloso de ser del sur de Italia. Es un hombre que ha llegado hasta donde está gracias a su esfuerzo, a la paciencia. No hay más que ver que lleva años en esto del fútbol y que hasta hace unos años era desconocido para la mayor parte del público. En el otro lado está el Chelsea, equipo del barrio pijo de Londres, siendo este conjunto lo más parecido a esa Italia del norte tan opuesta al lugar en el que nació Sarri. Los Blues, pese a tener una dilatada trayectoria, no pasaron al primer nivel del fútbol mundial hasta que Roman Abramovich y sus millones hicieron de las suyas. Poco de Sarri había en el Chelsea y poco de Chelsea había en Sarri. Pero, como en esas películas, había lugar para la esperanza.
Esa esperanza de que todo saliese bien en esta rara relación dio sus frutos muy rápido. Los Blues comenzaron la temporada jugando bien y aguantándole el ritmo a Liverpool y Manchester City, cosechando 10 victorias en las 10 primeras jornadas. Todo era bonito. Hasta los problemas que tenía el Chelsea en el puesto del delantero centro se veían maquillados por la dinámica del equipo. Pero, como ya adelanté unas líneas más arriba, esto no es Hollywood. El Chelsea subió mucho con Sarri, pero fue un paso en falso. Todo lo que subieron, se derrumbó de un plumazo.
A los ya mencionados problemas en la delantera, se le sumaron el agotamiento del modelo de juego que planteaba el técnico italiano, su tozudez y la calidad de su propia plantilla. Sarri es un entrenador que siempre ha tenido una idea y la ha llevado al extremo. Se gana así o no vale. Esa insistencia le ha traído numerosos problemas al italiano a lo largo de la temporada, ya que no era capaz ni de variar el esquema ni de jugadores. Y con lo de los jugadores no le culpo, ya que la plantilla Blue no era tanto como parecía por nombres.
Esta tozudez en un modelo con contados jugadores acabó provocando que se le fuese poco a poco la plantilla. Además, el vestuario de Stamford Bridge es conocido por su facilidad para ponerse en contra del entrenador. Ni los reproches en público del italiano logaron tocar el orgullo de sus jugadores. La situación se descontroló, llegando a su apogeo en el ya famoso incidente con Kepa Arrizabalaga en la final de la Carabao Cup.

Quizás, tras perder esa final ante el Manchester City con tal bochorno en la portería, el Chelsea y Sarri tuvieron que tomar caminos diferentes, poner punto y final a una relación que dejó de ser bonita hace tiempo. Pero esa fantasía Hollywoodiense de que el amor puede con todo apareció una vez más. Al igual que toda película romántica tiene un momento en el que la relación central de la trama parece irse a pique para acabar dándose una segunda oportunidad, el Chelsea y Sarri siguieron de la mano para lograr los objetivos marcados a principio de temporada. Aún estaban a tiempo para clasificarse para la Champions League, ya fuese por medio de la Europa League o de la Premier League.
Contra todo pronóstico, se corrigió el rumbo de los Blue, llegando al tercer puesto de la Premier League y a ganar la final de la Europa League. Se había conseguido el objetivo, además por partida doble. Y este final, según las películas románticas, era feliz. El Chelsea y Sarri iban a ser felices juntos toda la vida. Habían superado obstáculos y se habían caído juntos, pero acabaron volviendo de la mano para ganar. Aun así, esto sigue siendo la vida real. Los Blues y el italiano tenían una relación tóxica, por mucho que acabase saliendo bien. Y cuando algo así sucede, es mejor pasar página.
Después de unas semanas de rumores, se oficializó la marcha de Sarri a la Juventus. Con este movimiento el italiano ha cambiado todo lo que creía hace no demasiado como entrenador del Nápoles y napolitano, pero la gente cambia. Su experiencia llevando al Chelsea le ha servido para madurar y salir de su zona de confort, haciéndole querer otro tipo de cosas. Y a los Blues les pasa algo parecido. El Chelsea ha madurado. Ahora están sin entrenador, pero saben mejor que nunca lo que quieren. Aunque haya sido una relación tortuosa, a ambas partes les ha servido para aprender y crecer. Y algo que es mucho más importante: no volverán a creer lo que diga la película romántica de turno.