Feroz, bárbaro y, a veces, demasiado violento. Los primeros adjetivos que venían a la cabeza cuando se pronunciaba el nombre de Diego Costa. Un jugador de calidad incontestable, con una facilidad innata para hacer goles, pero empañado por un comportamiento indisciplinado dentro del campo. Una dinámica que está cambiando, de forma sorprendente, el ariete brasileño que se comporta ahora más sosegado de lo habitual. Antonio Conte no solo está reformando al Chelsea desde lo táctico, sino que ha borrado todo rastro de la frustración que dejó Mourinho. Una limpieza total que ha afectado de manera especial a Diego Costa, que se ha centrado exclusivamente en el juego y no en sus oponentes.
Imparable. Es el término que mejor define la forma de Diego Costa. Su estado físico es sublime y la confianza en su figura es plena. Ha dado un paso adelante para posicionarse como líder en el campo, su presencia hace más poderoso a un Chelsea que está alcanzando el nivel de campeón. Los números hablan; la pasada campaña, Diego marcó 12 goles en 29 partidos de Premier. Esta temporada, ha alcanzado esa misma cifra en solo 15 partidos. La frustración y el pesimismo que invadió Stamford Bridge en aquel terrorífico año, mostró la peor cara de cada jugador. El desconocido fantasma del descenso y un vestuario cargado de dinamita estancó a gran parte de sus estrellas. Se pudo ver a un inoperante Hazard, un Pedro desorientado y un Diego Costa atroz y desatado.
El delantero nacionalizado español no era protagonista por sus goles, tristemente era por sus continuos altercados dentro del campo. Un jugador que, por la cantidad de follones que tiene en su currículum, apuntaba a ser un habitual de la cartulina roja. Pero eso ya no es así. Diego Costa es un maestro de sortear la segunda amarilla, por no hablar de la roja directa. Un funambulista ruidoso que camina sobre la línea de la expulsión sin caer en ella.
Capítulos que son parte de su historia; como aquel mordisco en el cuello de Gareth Barry como si de Dracula se tratase. Momentos antes de este suceso, escupió a los pies del árbitro, que por fortuna no se enteró. La agresión a Laurent Koscienly que acabó con Gabriel expulsado por una entrada posterior a Diego -siempre pagan los que menos culpa tienen- o el amago de puñetazo a Paredes del Watford -un puñetazo a sangre fría hubiera sido demasiado para él-. Era el alocado termómetro de la situación que vivía aquel Chelsea. Actuaciones que pasaban inadvertidas para el árbitro, pero que desataba la ira de los fans rivales. Diego Costa siempre buscaba la distracción arbitral para desempeñar su clásico juego ‘camorrero’. Provocaciones verbales, como las insinuaciones a Shawcross del Stoke sobre su mal olor corporal, o directamente físicas con empujones, zancadillas o escupitajos. Muchos episodios bochornosos en su historial, pero algo positivo emerge después de esto, parece que el huracán Costa ha amainado.

Ha cambiado. Ahora es un jugador que recibe más faltas de las que hace. No fija su mirada en el contrario, solo en el esférico. Sus últimos goles, además de decisivos, están bajo un aura de clase mundial. Precisión, potencia, y carácter de líder. Diego Costa es un delantero total, la culminación de aquello que siempre apuntaba, aunque Conte reconoce que no sabe aún cuál es su techo. Los números vuelven a resaltar su estado de forma; ha anotado seis goles en sus últimos nueve disparos a puerta. Una precisión al alcance de pocos arietes y que el Manchester City de Guardiola tuvo el placer de sufrir.
Es habitual verle bajar a tres cuartos de cancha para recibir y hacer que se mueva el juego, tras eso, vuelve a colocarse en la punta de lanza. Sus movimientos están siendo determinantes y no solo destaca por sus goles, también ha proporcionado cinco asistencias a sus compañeros. Apenas cae en fuera de juego, solo promedia 0,7 cada partido, premio a su constante movimiento dentro de la cancha. Un cambio de actitud que ha derivado en el mejor año de su carrera. Unas cifras que lo alzan al ranking de los delanteros más laureados del momento. Diego Costa está promediando 0,8 goles por encuentro, casi tres remates a puerta por partido. Unas cifras que superan su anterior mejor temporada en el Atlético de Madrid (13/14), donde tenía 0,7.
Diego ha atribuido el mérito total de la situación del Chelsea al trabajo de Antonio Conte, un entrenador que ha traído aires renovados al centro de Londres. No solo es un cambio de actitud de Diego Costa, toda la plantilla está contagiada por el momento de júbilo que vive su equipo, y eso no solo saca su mejor nivel, sino que se hacen mejores. Hay que resaltar que aquel comportamiento salvaje se quedaba dentro del campo, es habitual ver jugadores que en entrevistas personales confesaban que les sorprendía la actitud de Diego Costa fuera del campo. En el vestuario y en la vida cotidiana es una persona muy animada, bromista y agradable. Todos los jugadores que hablan de él tienen la misma opinión.
Con total seguridad, uno de los que más agradecido esté a Conte sea Julen Lopetegui. El seleccionador de España tiene muchos mimbres a un grandísimo nivel en el conjunto blue. Diego Costa es solo la guinda; Pedro suelta chispas, Marcos Alonso es una interesante solución, Azpilicueta es un central único y Fábregas siempre será Fábregas. El temido y bendito problema que tiene todo seleccionador de España, la indecisión entre tanto producto de calidad.
El bueno de Diego es más formal, una bestia amansada por un gran entrenador y psicólogo como es Conte. El manager italiano tiene la complicada misión de seguir controlando los demonios internos de Diego y evitar que vuelvan a manifestarse. Un jugador de sangre caliente, templada por un cuidadoso trato desde el banquillo.