Es sábado, día de partido en The Valley. En unos ajetreados aledaños Ted y Jeremy, ataviados con el rojiblanco característico del Charlton Athletic, apuran un cigarro cinco minutos antes de que comience el partido contra el Oxford United. Son fans de toda la vida, sin embargo, esta es una visita ocasional, pues hace un tiempo dejaron de ser habituales en el estadio. «Solía ser abonado del Charlton pero ya no lo soy debido a nuestro glorioso líder (el propietario Rolan Duchâtelet). Sin duda el club está viviendo la peor época de su historia, las acciones de su actual dueño no hacen más que dañar al equipo», afirma Jeremy. Como él son muchos los que se han visto forzados a abandonar al equipo de sus amores, no por sus resultados sino como protesta contra quien lo dirige. A pesar de todo, hoy vuelven a estar al pie del cañón, pues una victoria podría suponer entrar en puestos de playoff y, además, la salida del dueño que les obligó a marcharse de su estadio parece más cerca que nunca. «Nos han dicho que la venta se va a producir en febrero, así que espero que así sea y nos deje tanto a nosotros como al mundo del fútbol y todo lo que lo rodea» comenta Ted.
Finalmente, el Charlton pierde con un gol en el último instante un partido que ganaba 2-1 en el minuto ochenta y la posibilidad de asentarse en puestos de playoff se esfuma. Un desenlace cruel que silencia a los más de 10.000 Addicks que, sin importarles la lluvia, habían llenado de cánticos The Valley tratando de empujar a su equipo a la salida de la tercera división. Sin embargo, la sensación general tras el pitido final no es de enfado sino de resignación. «Ya llegarán tiempos mejores», resuena en la cabeza de muchos. Algo preocupante parece el hecho de que cinco temporadas en la League One de las últimas diez del equipo hayan terminado por normalizar la situación desesperanzadora que vive el club. Sobre todo si se tiene en cuenta que el Charlton Athletic no es un cualquiera, sino un miembro de hecho y de derecho de la historia del fútbol inglés.

El Charlton, desde la humildad que siempre le ha caracterizado como miembro del sureste de Londres, cuenta en su haber con un título de F.A. Cup y hace apenas 15 años, en la temporada 2003/04, finalizó séptimo en la Premier League, llegando incluso a optar por una plaza de Champions durante muchos tramos de la misma. La deriva del club comenzó tras la marcha de Alan Curbishley, técnico que aportó gran estabilidad al con su dirección en los banquillos durante 15 años y que se perdió con su partida, pues esa misma temporada, la 2006/07, el equipo descendió a segunda división. Un mal año para hacerlo, pues un aumento en el reparto económico en la Premier League multiplicaba la dificultad de un posible regreso, ya de por sí complicada por los problemas económicos que atravesaba el club. Las turbulencias para los Addicks continuaron, pues dos temporadas después sufrieron otro descenso, esta vez a tercera división. Sin embargo, poco después, los aficionados del Charlton recuperaron la felicidad momentáneamente con la llegada de Chris Powell, una figura muy querida por estos no solo por haber hecho un caño en su época de jugador al actual jefe de los banquillos ingleses, Pep Guardiola, sino por ser un histórico del club y ex pupilo de Curbishley. Con Powell, el equipo había vuelto a Championship y para la temporada 2013/14 estaba estabilizado en la segunda división. Sin embargo, cuando todo apuntaba a la recuperación del club, el destino del Charlton estaba a punto de cambiar de nuevo.
En enero de 2014 Roland Duchâtelet se convirtió en el nuevo propietario del club. La esperanza inicial provocada por que esta llegada pudiera suponer un punto final a los problemas económicos del club pronto se disipó. Apenas un par de semanas de su llegada se produjo la venta de varios jugadores importantes del primer equipo, así como el nombramiento de la que sería su mano derecha, Katrien Meire, como CEO del equipo, por aquel entonces de 29 años y, a pesar de su titulación como abogada, sin experiencia alguna en gestión deportiva. En las siguientes temporadas se produjo en el equipo un gran cambio de nombres tanto en la plantilla como en los banquillos, incluyendo la llegada de jugadores y entrenadores de las divisiones inferiores belgas, lugar de origen de Duchâtelet y donde también cuenta con varios equipos en propiedad, sin ningún tipo de experiencia en el fútbol inglés. Todo esto truncó la trayectoria ascendente que llevaba el equipo hasta entonces y provocó finalmente un nuevo descenso a League One en la 2015/16.

Más allá de la deriva competitiva del equipo, las impopulares medidas del dueño causaron un daño aún mayor, el distanciamiento entre club y afición. Este enfriamiento de las relaciones también se produjo entre la directiva y la asociación Charlton Athletic Supporters’ Trust, un organismo que también está presente en muchos equipos ingleses desde el lanzamiento de la plataforma Supporters Direct por parte del gobierno británico en los años 90. Estas instituciones en general, y la del Charlton en concreto, se encargan de asegurar la involucración de los aficionados en la toma de decisiones de los clubes, ejerciendo como nexo de unión entre estos, a los que representan, y la directiva. Esta hilazón entre club y afición era especialmente fuerte en el caso del Charlton, un club popular que incluso en sus mejores años contaba con el voto de sus aficionados en las asambleas directivas del club. Sin embargo, tras su llegada, Duchâtelet decidió acabar con este vínculo, alegando que se debía tratar a todos los grupos de aficionados por igual, a pesar de que el CAST es el que contaba con más miembros y el único con una constitución y una estructura que lo respaldan. «Nosotros hicimos lo posible por colaborar con la nueva directiva, pero teníamos visiones muy distintas sobre cómo gestionar el club y la relación se rompió muy pronto», afirma Heather McKinlay, miembro de la junta de la organización.
El club volvía a tercera, pero ahora además había perdido la comunión con sus adeptos que tanto le caracterizaba. «El año del descenso perdimos alrededor del 40% de los abonados y no hay signos de que esas personas vayan a volver. Ese distanciamiento es lo que más me preocupa», asegura McKinlay. «Si miras atrás, cuando estábamos en tercera división con Chris Powell como entrenador, la gente se sentía vinculada al equipo y había una buena relación. Todavía teníamos cerca de 10.000 abonados. Aunque las cosas no iban bien en el campo, si mirabas fuera de él se seguía viendo a un equipo feliz» añade.
Sin embargo, a pesar de todos los nubarrones, parece, que en Charlton vuelve a asomar el sol. A finales del mes de diciembre Katrien Meire dimitió como CEO del equipo para marcharse al Sheffield Wednesday. Seguidamente, tras la pérdida de su mano derecha, Duchâtelet reveló, a través de un comunicado oficial en la página del club, su intención de vender el club. Aún no se sabe con certeza cuándo se producirá esta venta, complicada aún más si cabe porque el belga quiere recuperar la inversión que hizo al comprar el equipo a pesar de haber triplicado la deuda durante su paso por el mismo. Sin embargo, esta noticia ha arrojado un poco de esperanza a los fans del equipo, que aun así se muestran prudentes, pues tampoco se sabe quién será el nuevo dueño. «Sea quien sea el que venga intentaremos construir una relación fructífera. Como aficionada siento mucho respeto por aquel que llega para poner encima de la mesa el dinero que nosotros no tenemos y que hace funcionar el equipo. Pero también como fan ligada sentimentalmente con el equipo lo que uno espera de esa relación es que se base en el respeto mutuo. Los fans respetamos el dinero que los propietarios traen al club, pero a cambio esperamos que respeten la inversión emocional que nosotros realizamos en el equipo», afirma McKinley.
Como conclusión, no puedo resistirme a robar una analogía a Heather, que a su vez ella robó de una aficionada anónima de los Addicks. Al igual que existen en muchos países leyes que garantizan la protección de los edificios históricos, debería existir un sistema similar para hacer lo propio con los clubes de fútbol, pues estos también forman parte de nuestra cultura colectiva. Casos como el del Charlton, de los que desgraciadamente hay demasiados ejemplos, atestiguan la desprotección que sufren estas entidades y por extensión sus aficionados. Por muy longeva que sea la etapa de alguien como propietario de un club, esta solo será una pequeña porción de la historia del mismo. En definitiva, los equipos no pertenecen a quienes los pagan, tampoco a quienes visten sus camisetas en los partidos, sino a los miles de aficionados anónimos que llenan los fines de semana sus gradas y defienden y sufren sus colores. Todos los demás, están de paso.