Tras ver como su equipo era incapaz de desmenuzar y agrietar la defensa del Everton, formada por cuatro zagueros, como consecuencia de un astuto planteamiento defensivo por parte de Carlo Ancelotti, lo último en lo que pensaba Lampard era en repetir el ideario del partido frente a los toffees en el subsiguiente partido contra los Wolves de Nuno. Tras la primera derrota en 14 encuentros, Kovacic fue la víctima que se llevó el naufragio ante el Everton, dando Lampard entrada a Christian Pulisic y retrasando a Kai Havertz a uno de los puestos de interior. Pero nada cambió.
Ni en las peores pesadillas de Lampard el partido discurría por donde lo hizo. Con un Timo Werner que no encontró a nadie que le sirviese balones en profundidad para sus larguísimos desmarques, viéndose obligado a hacer autostop pegado a la línea de cal, y un Kai Havertz desaparecido en combate, sin rematar ni dar ni un mísero pase clave, el Chelsea centró y centró hasta sumar un total de 34 envíos al área, con tan sólo 8 exitosos. En cuestión de cuatro días había colgado el balón al área 66 veces. Todo para ver como los tres puntos se escurrían de sus manos, consecuencia del remate cruzado de Pedro Neto ante la estirada de un Édouard Mendy que encajó mas goles en estos dos partidos que en los seis anteriores.
“Esto es la Premier League, quizás alguno se pensó que, tras 14 partidos sin perder, se iba a poder relajar. Si no se puede ganar el partido, al menos no se pierde”. Con estas dos sentencias Lampard volvía a hacer mella en la inexperiencia de la plantilla, a la vez que criticaba la falta de atención puesta sobre las indicaciones previas al partido. Sin embargo, los problemas del Chelsea van más allá de lo coloquial, de lo relacionado con la juventud del plantel, y es ahí donde Lampard tiene tareas pendientes, con lo que todo ello indica.
El Chelsea ha jugado seis veces contra equipos que ahora mismo se sitúan en la mitad superior de la tabla y no le ha ganado a ninguno. Empates frente a Tottenham, United y Southampton y derrotas frente a Chelsea, Wolves y Everton. Por si fuera poco, solo ha marcado cuatro goles. Algo que, pese a la balsámica victoria reciente frente al West Ham, nos remite a la retórica del dinero gastado en verano en jugadores que, por un motivo u otro, necesitan empezar a justificar cuanto antes la inversión realizada. Como también debe el director técnico. Volviendo al argumento superior e intentando buscar la tecla mágica: ¿Cómo se explican esos resultados?
Empezando por el aspecto visual individual, hay jugadores cuyo mensaje corporal nos indica que su rendimiento, bueno o malo, no está siendo correspondido con un mensaje global definido. En otras palabras y yendo al grano: Lampard y su cuerpo técnico no están consiguiendo sacar lo mejor de varios de sus jugadores, entre ellos los dos alemanes incorporados en el mercado de verano, y su plan de partido está lejos de regalarles ventajas.
Porque Timo Werner, además de pasar por una mala racha, lleva nueve partidos seguidos en todas las competiciones sin marcar, vive con asiduidad el transcurso del partido muy lejos del gol, que es donde realmente es diferencial. Porque para habitar y ser diferencial pinchado en la línea de cal se tiene que tener una consistencia en el uno para uno sin espacios y en el pase que, por ahora y no parece sujeto a cambio, el ex del RB Leipzig no ha mostrado. Ofrecerle una plataforma para que pueda explotar los espacios interiores que generan de forma grata Giroud o Tammy Abraham y no tener que buscarse la vida en solitario de forma continua son dos aspectos que Lampard tiene que priorizar.
Si hablabamos de Werner como uno de los que parece estar mentalmente herido, qué decir de Kai Havertz. Lo del ‘29’ es algo peligroso, porque ya de por sí es un tipo de jugador que no vive de una participación continua y consistente en el juego. Por lo que esa desgana, desorden físico y mental en el que está instaurado, no hace sino repercutir en una falta de confianza y en una disminución de sus acciones, que ya de por sí eran pocas pero relevantes, convirtiendolo en un mero turista que visita los campos ingleses. Si a todo ese mix se le junta que, desde la posición de interior en la que se ubicó frente a los Wolves, debe tener relevancia en las labores defensivas el resultado no es nada positivo. Ante el Leeds sumó el mismo número de pases clave que de intercepciones y ante los Wolves fue un fantasma en ataque (cero remates y cero pases clave).
Al Chelsea le cuesta llevar el mando del partido frente a los rivales de nivel similar o con capacidad defensiva, es una realidad. Salvo Mount, que está siendo de lo mejor de esta Premier League, a los blues desarticular una defensa bien cerrada les cuesta Dios y ayuda. En gran parte porque ni sus individualidades aparecen en el día D, por ahora, ni el sistema les proporciona el contexto para que lo hagan.
El tiempo dirá si el 4-3-3 necesita un giro de tuerca o si es el sistema idóneo para la acometida de Lampard, que no es otra que contextualizar las posiciones de sus jugadores para exprimir el al máximo su fútbol.
Sea como sea, siguen existiendo muchas certezas en el juego del equipo. Entre ellas está el sujeto que no debería salir nunca, si consigue estar sano con regularidad, del once de los blues. No es otro que Hakim Ziyech. La titularidad, y salud, del marroquí deben ser asuntos de primorosa importancia en el club londinense. Así lo corroboran los datos.
Con él de titular el Chelsea ha conseguido 13 de 15 puntos posibles. Mientras que sin él, o con el extremo saliendo desde el banquillo, los del Bridge han cosechado tan sólo 9 de 24 puntos. Porque Hakim es bastante más que un buen golpeo, uno que ya de por sí mejora la calidad de los envíos desde cualquier zona y suele coger a pie cambiado a las líneas defensivas, creando y abriendo huecos entre sus filas. El marroquí es un imán de defensores, los atrae, juega con ellos y permite que se creen espacios a sus espaldas. Espacios perfectos para ser aprovechados por los atacantes o los interiores (Mount, Havertz…) que encuentran en las zonas vacías su razón de peligro. Además, por su naturaleza de jugador de banda, Ziyech aporta una amplitud que no es forzada, como la de Werner, sino que el mismo la busca porque tiene consistencia en el dribbling y porque puede ver el fútbol de cara y colgar envíos dirigidos hacia el segundo palo.
Ahora le toca a Lampard, que indudablemente está haciendo un buen trabajo, ser atrevido, elaborar a partir de las múltiples opciones y variantes que tiene en ataque para evitar los embudos a los que los rivales le estaban sometiendo. Por ahora hemos visto a un entrenador al que le ha costado ser intervencionista en favor de su equipo. Ante el Tottenham, con todo a su favor y los Spus muy metidos en su campo sin opciones de hacer daño, el inglés aseguró en las sustituciones y todo fue un hombre por hombre. Salieron Abraham, Werner y Ziyech y entraron Giroud, Pulisic y Havertz pero nada cambió. Una vez más el sistema no apoyó los que entraron de refresco, no fueron quien de aprovecharse de un rival diezmado.
En un año de transición hacia lo que tendría que ser un equipo aspirante a cualquier campeonato nacional e internacional, Lampard tendrá que sentar las bases del juego para que, a la larga, mejoren los resultados en el cara a cara con los equipos que pueden tutearle. En la 19/20 sentó las bases, pero ahora el inglés debe empezar a justificar desde la pizarra la inversión realizada.