Héctor Farres

El City no entiende de obstáculos

Los Citizens se plantaban en tierras alemanas como claro favorito en lo que iba a ser el duelo europeo más desigual de la semana. El Schalke 04, contra todo pronóstico, llevó al límite la superiodad inglesa.

Se puede decir que el Manchester City es un equipo exitoso. De forma regular ha tenido un crecimiento sostenido que despuntó con la llegada de Pep Guardiola. El catalán, con una inversión faraónica, ha reformado un equipo dominador en las islas británicas pero que en el gran escenario europeo se atraganta. Esa es la línea de exigencia que el City debe sobrepasar para que sus temporadas se consideren exitosas. El Schalke 04, al que todos los cabeza de serie querían, aguardaba en su mina la llegada de la máquina futbolística perfeccionada por Guardiola. Se avecinaba tormenta en Gelsernkirchen. Domenico Tedesco lo sabía y dotó a su equipo de toda la impermeabilidad posible. Formación conservadora, con mono de trabajo y mucha masa muscular para tratar de capear el temporal Skyblue.

Los muchachos de Pep Guardiola no tardaron en encerrar a los mineros en la cueva. El Manchester City no podía dejar pasar la oportunidad de volver a Inglaterra con la eliminatoria cerrada. Es de sobras conocida la capacidad futbolística de los Cityzens y su facilidad para producir alrededor del balón. El City domina cualquier registro, cualquier escenario. Prácticamente ningún equipo puede igualarlo en nada. El Schalke 04, con un potencial muy por debajo de los ingleses y con una temporada mala a sus espaldas, solamente podía, como mínimo, igualar en intensidad al City. Pero ni eso fue capaz de hacer el conjunto de Tedesco.

Desde el primer momento ya se vio que el partido se le iba a hacer muy largo al Schalke. Todo el City jugaba en campo minero, obligando a los locales a retroceder con cada ataque. Sergio Agüero ya avisó en una jugada de pizarra perfectamente ejecutada. Y como quien avisa no es traidor dejó su sello en Alemania. Salif Sané no supo qué hacer con el balón cuando el Schalke trataba de salir de su propia área. David Silva llegó como una locomotora y le birló la cartera para que el delantero argentino batiera a placer la portería de Ralf Fährmann.

Al City le dio igual que Tedesco hubiera concebido una alineación hecha estrictamente para proteger las zonas interiores. Kevin De Bruyne, Bernardo Silva, Agüero y el Silva canario bailaban a un toque entre las piernas mineras. Les podían salir al paso todo el universo Marvel que ellos hubieran pasado igualmente. Todo eso entraba dentro del guion establecido. Lo importante para el City es que todo siguiera su curso lógico y que el Schalke no se metiera en el partido.

Los alemanes, como ese actor que decide improvisar en medio de la función y deja a su partenaire sin saber qué hacer, se sobrepuso al orden natural de las cosas en dos acciones tan aisladas como determinantes. Un buen disparo de Daniel Caligiuri se estrelló en el brazo de Nicolás Otamendi dentro del área. La potencia del tiro fue mayor a la velocidad de reacción del argentino, que trató de apartar su tatuada extremidad. Podía ser acción punible y por lo tanto penalti pero, ciertamente, no había voluntariedad teniendo en cuenta el gesto del central. Pero claro, el brazo no estaba pegado al cuerpo. Gelserkichen se paró y todas las miradas se fijaron en Carlos del Cerro, a quien se le planteaba un dilema en el que el VAR iba a ser fundamental. Tras una pausa que duró horas, días, incluso meses, en la que el colegiado español trató de ganar tiempo impartiendo una charla a Silva y Färhmann como si fueran alumnos de ESADE. Después de largo rato sin jugar Nabil Bentaleb transformó el penalti en un abrir y cerrar de ojos. “Tanto rato para esto”, que diría una pareja de adolescentes después de haberse conocido mejor.

A los cinco minutos Bentaleb estaba en el mismo sitio escudriñando el rostro de Ederson Moraes. Tratando de ver por dónde se iba a tirar el portero y a dónde iba a poner la pelota. El cancerbero brasileño hacía lo mismo. El argelino cambió el lado; el portero brasileño voló hacia el mismo sin poder hacer nada por evitar la remontada minera. Guardiola se marchó al vestuario contento, pero no mucho: el City tenía la posesión, pero debía afinar más la puntería para salir victorioso de Alemania. El técnico catalán no debía tocar nada más. El Manchester City jugaba a la perfección, imponía su superioridad y solamente le faltaba materializar las incontables ocasiones que iba a seguir teniendo.

Una de las claves del partido estaba e iba a seguir siendo la presión del balón. El Schalke 04 era incapaz de dar dos pases seguidos. Fährmann no quería rifar el balón en largo y en corto siempre había un par de jugadores ingleses ahogando una salida limpia. Todos los jugadores trabajaban en faceta defensiva con gran intensidad. Presionaban, achuchaban, les echaban el aliento a los mineros. Y tanto énfasis y jugadores en campo contrario provocaba espacios atrás. Otamendi sacó la escoba y el árbitro le sacó la segunda amarilla. El City se quedaba con un hombre menos, algo que cualquier equipo hubiera notado; sin embargo, los chicos de Guardiola siguieron a los suyo. Salió Leroy Sané para dar todavía más versatilidad al ataque Cityzen y Vincent Kompany para apuntalar una defensa que no ha tenido gran trabajo. 


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Sané anotando ante su ex equipo, el Schalke 04. (PATRIK STOLLARZ/AFP/Getty Images)


Sané salió y besó el santo. El exjugador del Schalke calló a su antigua afición con un soberano disparo de falta que inutilizó el vuelo de Färhmann. El alemán aunó en su ejecución la precisión y la virulencia necesaria para realizar una falta bellísima estéticamente y que reforzó al Manchester City en lo moral.

A los de Guardiola les daba igual tener un hombre menos. Incluso con nueve jugadores podían seguir mareando al Schalke, que bastante habían hecho ya. Mientras que los alemanes ya tenían suficiente con haber puesto contra las cuerdas al todopoderoso City; éste no quiso conformarse con el empate. Fue a por más. A cerrar la eliminatoria. A marcar tres goles en campo rival. Y lo consiguió cuando no quedaba tiempo. Como se consigue una gesta de forma reglamentaria. Raheem Sterling le ganó la espalda a todo el mundo, metió el cuerpo lo justo para desestabilizar a su defensor y se coló en el área para enmudecer a una ciudad entera.

El City consiguió superar el primer examen serio de la Champions League. Lo que iba a ser una cosa sencilla se fue torciendo con el paso de los minutos. Sin embargo, el Manchester City, sin renunciar a su idea de juego, fue capaz de sobreponerse a todos los obstáculos para llevarse encarrilar la eliminatoria.

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