Todos sabemos ya, y no hace falta repetirlo una vez más, que Gran Bretaña tiene la culpa de que hoy en día billones de personas -y de divisas- se muevan alrededor de un cuero golpeado con el tronco inferior del cuerpo -a no ser que ‘Dios’ te posea-. Pero al igual que el fútbol se ha trasladado a lo largo del mundo gracias a los ingleses, los propios británicos se han visto influenciados a lo largo de su historia lejana y reciente por países de distintas partes del globo.
El hecho de estar en una Isla no supone de gran ayuda. No tienes otro territorio al que huir en caso de que una fuerza exterior te ataque. Lo que provoca que las diferentes características de las diferentes zonas de las que vienen tus invasores se acaben convirtiendo, como unidas por argamasa, en tus características propias. Son los del exterior, por tanto, los que te influyen a ti. Y los que acaban haciéndolo incluso miles de años después.
Cada año, la lista de jugadores extranjeros presentes en la Premier League se ensancha más y más. Y a expensas de lo que suceda con el Brexit, y los daños que provoque la pandemia, esta línea ascendente debería seguir subiendo. En la temporada 1992/93 había 50 jugadores que venían de fuera de las islas, y este curso, 27 años después, han sido 300, para un total de 58 países, más del doble que los 23 del primer año de la competición. Un curso el primero, por cierto, en el que el 30% de los foráneos llegó desde Escandinavia. Nuestro punto de partida.
Escandinavia, la tierra prometida
Si uno piensa en Escandinavia le vienen rápidamente tres imágenes a la cabeza. Violencia vikinga, comercio marítimo y frío. Mucho frío. Y aunque se suele utilizar esta imagen típica de los aguerridos guerreros del norte en todo tipo de “spots” publicitarios, muchas veces esta definición está a mucha distancia de la realidad. Pues algunos de los mejores escandinavos que han pasado por la historia de la liga, y que aún están hoy en día, son jugadores que cosen sin aguja con precisión quirúrgica.
Entre suecos, noruegos y daneses llegan a formar una presencia de 194 jugadores en las últimas tres décadas. Y muchos de ellos, sobre todo aquellos que más han brillado, se han caracterizado por llegar muy jóvenes a las Islas para acabar desarrollando un acento futbolístico muy británico. Pero todos tienen algo en común. Son, por naturaleza, grandísimos líderes. Y toman muy bien la iniciativa.
Peter Schmeichel, Christian Eriksen, Olof Mellberg, Daniel Agger, John Riise, Freddie Ljungberg, Morten Gamst Pedersen, Ole Gunnar Solskjaer… todos comparten esta cualidad. Tanto su capacidad para guiar al grupo del que forman parte, aunque no sean nativos originalmente, como la habilidad para hacerlo con carácter y decisión, son «dones» divinos heredados de sus antepasados ancestrales, provocados por su necesidad de dejar el rebaño y traspasar sus fronteras para ser los líderes de otra manada. Al igual que la innata habilidad con la que cuentan para dejar una huella muy difícil de borrar una vez deciden buscar unas nuevas tierras en las que posar sus pertenencias y desarrollar su vida.

Así le costó al United sustituir a Schmeichel durante más de un lustro -y hasta 9 porteros distintos-, por esto ha sufrido el Tottenham un bajón terrorífico como respuesta a la petición de Christian Eriksen de salir de Londres -tal y como ha acabado haciendo en enero-, y así consiguió Mellberg ser el primer capitán de la historia del Villa proveniente de fuera de las islas. Además del gran agujero que dejó Thomas Gravesen en el centro del campo de David Moyes cuando decidió irse al Real Madrid en 2004, al ganar únicamente 5 partidos de los 16 que restaban por disputarse. Lo que habría sido de los “Red Devils” si no hubieran tenido a Solskjaer en el banquillo por aquel entonces -y ahora también, pero por lo opuesto-, o la carrera que desarrolló Pedersen en los Blackburn Rovers, acabando como el segundo jugador de campo con más partidos en Premier en la historia del club.
Llegar y dominar. Y hacerlo al más puro estilo nórdico. Sigilosamente, aprovechando el cobijo de tu anonimato, y dar un golpe en la mesa en el momento más oportuno, y así hacerte querer. Así llegaron todos ellos, se fueron finalmente, y ha sido y será siempre. Desde aquellos 15 nombres del año 92, capitaneados por Schmeichel, a los 15 que hubo este curso. “Los 15 del Valhala”, podríamos decir.
Los francos también tienen algo que decir
Si antes hablábamos de los vikingos en sus primeras incursiones en Inglaterra -alrededor del siglo VIII-, ahora toca darle el turno de palabra a los franceses. Ya desde los Normandos, que por otra parte son una suerte de descendientes de los escandinavos, hasta la Guerra de los Cien Años, el mayor conflicto protagonizado por ingleses y franceses. Además de numerosos intercambios de poder, y alianzas sorprendentes “porque no quedaba otra”. Por ello, no sorprende que esto también se traslade al verde, y que la nacionalidad francesa sea la segunda más numerosa desde que comenzara la Premier League con 207 jugadores, sólo por detrás de Inglaterra. Con Éric Cantona como una figura inigualable.
Y es que no solo fue el primer francés en disputar la competición, y el único hasta 1995, sino que se le considera también como la primera gran estrella de la Premier League. Una vez abría el grifo del talento -y la locura, de la que tenía una buena dosis en vena- nadie podía echarle el telón al espectáculo. Él era a la vez el director de la película y el jefe de sala, llevando a la perfección toda la maquinaria que tenía a su disposición. Pero no fue el único “derrochador” de carisma que pasó por la Premier, y que además era francés. Una pequeña casualidad que tiene en común con Thierry Henry, Patrick Vieira, Robert Pires, Nicolas Anelka o David Ginola. Y la lista sigue y sigue. Y aunque hoy se haya bajado el ritmo en cuanto al estrellato de franceses en la liga -N’Golo Kanté es el mejor representante de los galos-, su influencia en Inglaterra es inapelable.
Un gran talento para controlar el medio del campo y dar movilidad a los jugadores de arriba, además de para reconstruir posesiones -y caderas rivales- desde atrás y de finalizar con mucha precisión de tres cuartos en adelante. Los jugadores franceses que han triunfado en la liga inglesa -y los que no, también- ocupaban diferentes posiciones en todo el campo, pero mantenían una raíz original muy común: el atleticismo. La potencia, el dinamismo creativo, la agresividad o la capacidad de reacción, características muy necesarias para triunfar en Inglaterra que, por el origen de las grandes promesas francesas, llevaban en su sangre. Preparados para dominar.

Las mejores generaciones de futbolistas franceses se han ido formando desde los suburbios de las grandes ciudades -París, Lyon, Marsella-, los banlieues. Donde aprendían a trasladar al campo esa inquietud que habían desarrollado a lo largo de su infancia para pelear por sobrevivir, con grandes ejemplos a lo largo de todas las épocas. Sobre todo, en lo referente a París, a la Île-de-France, con Henry y Evra en Les Ullis, Kanté en Suresnes, Paul Pogba en Lagny-sur-Marne, o Benjamin Mendy en Longjumeau. Además, también pasó por esto Cantona en Les Caillols, Marsella; al igual que Claude Makélélé, que tuvo que adaptarse a uno de los suburbios de la capital, Savigny-le-Temple, tras llegar de Zaire con 4 años.
Todos coinciden en su origen, y todos coinciden también en su punto máximo de cocción: su paso por la Premier. Una relación codependiente que modeló a los dos países de maneras inimaginables. Y que tiene en Arsène Wenger uno de los grandes artífices de todo ello.
El colonialismo tiene forma de boomerang
Inglaterra es el país que más invasiones ha realizado a lo largo de su historia. Si bien esta parece una afirmación “a riesgo cero”, debe ser comentada con datos en la mano. Ya que, de los 194 países que se conocen, el Imperio Británico aparece como invasor en los libros de historia de 172. Es decir, han invadido el 89% de todas las naciones del mundo. De ahí su influencia en el discurrir del mundo -y en la dispersión del fútbol-. Pero como decíamos al principio, no sólo ellos han influido a los territorios que invadían, si no que esto es algo que también se ha dado a la inversa.
Camerún, Nigeria, Ghana, Egipto e incluso Sudáfrica han marcado al país británico tras dejarse marcar primero por los ingleses. Algo que se traslada muy bien al fútbol, con el constante trasvase de jugadores de estas zonas al fútbol británico. Al igual que Costa de Marfil o Senegal, entre otros, que no dejan de ser colonias francesas, aunque el lema de “compartir es vivir” se haya apropiado de los ingleses.
En la primera edición de la Premier había 1 representante de estas 7 naciones, el nigeriano nacido en Manchester Efan Okoku. Tras una década de fútbol, este número había subido hasta 23. Y a día de hoy, la cifra alcanza ya más allá de las dos docenas. Con Sadio Mané y Mohamed Salah como mejores representantes del fútbol africano en Reino Unido. Aunque no hayan estado solos en las últimas dos décadas, cuando el futbolista africano acabó de explotar.
Patrick Mboma, Samuel Eto’o, o Rigobert y Alex Song por Camerún. Didier Drogba, Nicolas Pépé, o Kolo y Yaya Touré por Costa de Marfil. O Nwankwo Kanu, Jay-Jay Okocha, Daniel Amokachi y John Obi-Mikel por parte de Nigeria. Por no hablar de George Weah o Michael Essien, representantes de Liberia y Ghana respectivamente. Todos ellos, incluso los dos últimos, provenientes de regiones del Sur de la África Occidental y del Oeste de la África Central. En definitiva, una zona generadora de mucho talento bruto para jugar al fútbol.

Y si hay algo a mayores que comparten todas estas figuras es la ingente maestría con la que contaban para recuperar y/o construir desde el centro del campo hacia adelante, y la patente falta de jugadores de puro corte defensivo. Más allá de Kolo Touré, Lucas Radebe, Rigobert Song o Noureddine Naybet, suele ser habitual comprender al futbolista africano, por complexión física y formación técnica, como un jugar muy rápido, generalmente de banda, que además domina a sus rivales gracias a un físico sobresaliente y una capacidad creativa extraordinaria. E incluso cuando se utilizan como recuperadores o stoppers como mediocentros, su potencia física los lleva a unirse al ataque y ser ellos los que finalicen en una segunda o tercera llegada de la jugada. Una particularidad propia de estos jugadores, y que es muy difícil encontrar en futbolistas con otros orígenes. En definitiva, que vengan de otra placa tectónica. De otro continente.
A estas 3 zonas se le unen los Estados Unidos, y el empleo de la estadística avanzada y la sobreexplotación del marketing en todas las áreas del fútbol; la “alegría” y el desparpajo latinoamericano; la practicidad plástica y potente de Alemania o el “buen hacer” de los españoles e italianos, muy presentes en la década que ya acaba este año. Es decir, una liga global que ha tenido, en el exterior y en el interior, una influencia global.