Existe un paralelismo entre la temporada del actual campeón inglés y la vida de un estudiante universitario. Los hombres de Claudio Ranieri son nómadas por Europa durante este período de otoño. Están jugando la Champions League. De vez en cuando vuelven a casa. Se van. Viajan. Se divierten. Conocen otras culturas. Les acompañan los aficionados por el continente. Están haciendo su propio Erasmus futbolístico. Para los que no lo conozcan, el programa Erasmus son unas becas proporcionadas en el continente europeo para que estudiantes universitarios puedan estudiar en países ajenos a los suyos de residencia. Algo parecido sucede con los Foxes esta temporada.
Hay muchos críticos (o escépticos) con el rendimiento del Leicester City en la Premier League. Parecen olvidar que la proeza del pasado curso fue algo irrepetible. Algo que jamás volverá a suceder. Y por ese mismo motivo fue algo memorable, etéreo y único. A día de hoy, los Foxes vuelven a pulular por la parte media de la tabla. Sin ser amenazados por el descenso, pero lejos de los puestos europeos.
Este descenso a lo terrenal, no tiene que obnubilar la unicidad de esta temporada. Aparte de ser el actual campeón y referente del fútbol inglés por su histórica pasada temporada, los Foxes están jugando la Liga de Campeones. Los ciudadanos de Leicestershire han viajado a Dinamarca y todavía visitarán Portugal y Bélgica como mínimo. Por no hablar de un más que probable desplazamiento en los octavos de final.
Algo tan sencillo como esto, es de una dimensión tremenda y latente aún para los aficionados al equipo de Claudio Ranieri. Poder escuchar el himno de la Champions League, jugar partidos a las 19:45 de Inglaterra es un lujo que muchos equipos ingleses de mayor entidad se querrían permitir (como ciertos dos equipos que jugaron este lunes…). Y sus aficionados poder escuchar.
Al Leicester le es indiferente quedar octavo o decimocuarto en la Premier. La anécdota de la Copa de Europa sólo se dará esta temporada y es el momento de disfrutarla. Se han hecho fichajes acertados como Islam Slimani o Ahmed Musa. El proyecto del King Power Stadium ha avanzado unos cuantos pasos en el escalafón nacional. Pero no sería realista equipararle ni tan siquiera a entidades como el West Ham o el Southampton. Por eso es el instante preciso de deleitarse ante el enclave temporal histórico del club.
Está muy encaminado el pase a octavos de final y pensar en un romance europeo más allá de los cuartos de final (ante un hipotético benévolo sorteo de octavos) parece una utopía. Pero lo verdaderamente importante para el Leicester esta temporada es disfrutar y gustarse del trabajo cosechado y la gesta conseguida el curso pasado. Viajar, dar ruedas de prensa en estadios en todo lo largo y ancho del continente, ver la lona blanca estampada con estrellas negras y proporcionar la oportunidad a los fans de visitar otros coliseos futbolísticos distintos a los del panorama inglés. El hueco en la historia ya se labró. Es el momento de gozar los vestigios restantes.