El día en que Pep Guardiola aterrizaba en Manchester, la Premier League era un país recién bombardeado por el Leicester City. Aquellos gladiadores que vestían de azul, que corrían mucho, muy rápido y muy bien, arrasaron con todo y luego desaparecieron. Se abría una escenario inédito, con todos los grandes, los pretendientes a las seis primeras plazas, arrancando desde el mismo punto de salida. Pronto se cumplirán cinco años de la proeza de Claudio Ranieri y, desde entonces, Guardiola ha visto al Chelsea de Antonio Conte derrumbarse con la misma facilidad con la que había sido campeón. A Mauricio Pochettino ser desbancado del proyecto de sus sueños. A Jürgen Klopp construir, pieza a pieza, un Liverpool ganador. A José Mourinho, quien fuera su antagonista en La Liga, morir en las pesadillas del Old Trafford. O el fin del matrimonio que nunca perecía, el del Arsenal y Arsène Wenger.
El día que Guardiola aterrizaba en Manchester decía que estaba allí para probarse a sí mismo, porque sentía que “era el momento justo para venir”. Con cuatro temporadas disputadas desde entonces, el Manchester City se ha hecho con la mitad de Premier Leagues jugadas, con tres EFL Cups, una FA Cup y un par de Community Shields. El balance de títulos es extraordinario para los «citizens», también el lenguaje único que Guardiola ha conseguido establecer en el Etihad Stadium. Porque a los equipos del técnico catalán no se les valora únicamente por terminar los partidos con más goles en el marcador. O sí.
Desde hace algunos años, el relato que comparten los grandes clubes europeos se ha reducido al éxito y al fracaso. Sin grises. Nunca antes había sido tan fácil fracasar. O ganas o eres un perdedor. Nada de lo que haya pasado antes se recuerda cuando, antes de los partidos, suena aquel himno que nunca deja de erizarte la piel. También desde el sofá de casa, desde estadios vacíos, desalmados. El Manchester City, cuatro años después de la llegada de Guardiola, sigue acariciando la vitrina vacía que tiene preparada para su ansiada Champions League. La Copa de Europa es el gran objetivo para los mancunianos. Porque solo elegidos la consiguen y el City necesita esa legitimación para poder mirar a los ojos a los grandes. Para sentirse de verdad como tal.
Y ese vertiginoso objetivo, el de apuntar a los más alto desde la casilla de salida, ha llevado a Guardiola a escribir un punto y aparte. El City le entregó todas las armas y la reciente renovación hasta 2023 hace pensar que los «skyblue» necesitan retocar algunas piezas del proyecto no solo para ganar, sino para ganarlo todo.
Manchester es la mejor casa que Guardiola puede tener: compite en la mejor liga del mundo, trabaja con amigos -como Txiki Begiristain o Ferran Soriano-, el club le apoya en todo y tiene una relación muy buena con Khaldoon Al Mubarak, chairman del club y mano derecha del jeque. “El club ha conseguido seguir estimulando a Guardiola”, nos cuenta Pol Ballús, coautor del libro Cuaderno de Mánchester.
Dice Lorenzo Manchado, técnico analista de fútbol e integrante podcast de La Media Inglesa, que “tienes que seguir ganando para que te crean”. Y esta temporada se cumplirán diez años de la última Champions que Guardiola levantó, curiosamente ante el club vecino. En Múnich se encalló tres años seguidos en las semifinales y en Manchester no ha conseguido cruzar la barrera de los cuartos de final. En su primera temporada, les tumbó el pueril Monaco de Leonardo Jardim, aquel equipo que hizo tambalear el status quo europeo y que contaba con Kylian Mbappé, Bernardo Silva, Benjamin Mendy, Fabinho o Thomas Lemar. El segundo año, media hora mágica del Liverpool en Anfield -con un 3-0 en el minuto 30- les apeó de Europa. En el tercer intento tampoco fue la vencida; el VAR anuló el tanto ganador a Sterling en el descuento justo después de que Fernando Llorente, de forma rimbombante, marcase para el Tottenham. La temporada pasada, el Lyon les eliminó en cuartos de final en un partido muy 2020.
La experiencia en Barcelona, donde entrenó a futbolistas que años antes fueron compañeros, y su paso por el Bayern le ha hecho cambiar la forma de relacionarse con el jugador. Ahora, mantiene más distancia. “Existe una necesidad de renovación porque todos sabemos cómo entrena Guardiola y la exigencia que esto supone para sus jugadores. Tiene una plantilla muy buena y joven, pero para mantener al equipo con voracidad necesita algunos cambios”, comenta Pol Ballús. La política de fichajes del Manchester City se ha ido definiendo con el paso de los años. No importa pagar decenas de millones por un futbolista, siempre y cuanto éste sea joven. Guardiola les hará crecer convenciéndoles de que eso les hará ser mejores. Como cuando a Joao Cancelo le dice que se olvide de lo que ha sido hasta hoy, un lateral profundo con mucha incidencia en ataque, y que juegue prácticamente como interior. El City nunca ha fichado estrellas mundiales, aunque el precio pagado parezca indicar lo contrario.
Sin embargo, los aires de renovación que soplan por la parte azul de Manchester han dejado la posibilidad de dar un golpe importante. David Mooney, director del podcast Blue Moon, lo comenta para La Media Inglesa: “La política del City no es fichar estrellas, me sorprendería que con la renovación de Guardiola el club fuese a por Haaland o Mbappe. Para bien o para mal, el club ha estado fichando jóvenes que pueden quedarse en el club durante años, aunque no siempre ha salido bien, como en el caso de Sané”. El City ficha mucho y por mucho, pero dista de ser galáctico. Ante todo, es equipo.
La Premier humanizó a Guardiola y su City después de conseguir casi 200 puntos en dos temporadas. Algo de lo que el catalán ya avisó en su primera rueda de prensa -“sé lo difícil que es, aquí en Inglaterra, encontrar un equipo que gane cuatro, cinco o seis partidos seguidos. Quizás este es el reto”- y aunque Klopp y él se cargaron la narrativa de la dificultad de la Premier, el temor a dejarse puntos en cualquier estadio nunca desaparece, sobre todo cuando el Manchester City es incapaz de enterrar definitivamente sus problemas en el área rival.

Guardiola seguirá trabajando con gente joven, pero algunas preguntas se resolverán con gente de fuera. “Falta aire fresco dentro del vestuario y Pep es consciente de ello”, dice Ballús. Solo un futbolista en todo el mundo sería capaz de cambiar el rumbo de la política de fichajes. Quien hizo sentir el vértigo del vacío en la antigua casa de Guardiola el pasado verano. Leo Messi estuvo muy cerca de coger un vuelo a Manchester sin billete de regreso. “Harían una excepción con él, dada su relación con Guardiola”, reconoce Mooney. Para el City, entendido como empresa, tener al argentino sería un golpe de autoridad. Porque, aun encontrándose en la recta final de su carrera, no es solo uno de los mejores futbolistas de la historia, es una fuente de ingresos extraordinaria. El valor del club subiría exponencialmente, centenares de patrocinadores se pelearían por estampar el logo de su empresa donde fuera para verlo cerca del argentino, venderían millones de camisetas con su nombre estampado, miles de turistas viajarían desde cualquier rincón del mundo para ver jugar a Messi y otros miles de lugares se pelearían por que el City y el argentino fueran de turismo veraniego (también conocido como amistosos de pretemporada) a sus lindes. Y con ello, la Premier League ganaría aún más atractivo y posibles mejoras contractuales televisivas llegarían para ayudar al resto de clubes. Todo, por un solo futbolista. Todo. Aunque sea solo por verlo un puñado de meses vestido de skyblue.
“Messi sabe lo que hay si viene. Tendrá que adaptarse al sistema. Dudo mucho que el City modifique las bases que ha construido durante los últimos cinco años por un fichaje. Messi lo tiene todo para encajar. No es el de 21 años, pero no habría ningún problema”, reflexiona Ballús. Leo ha jugado en una posición única en el mundo del fútbol durante los últimos años: donde le ha apetecido. Sus 34 años hacen resonar el eco de algunas preguntas sobre su adaptación. Y es que durante los últimos años en Barcelona se ha visto a un Messi poco comprometido en una labor que para Guardiola y su City es incuestionable: la presión. ¿Pero qué puede pedirle el Barça a un hombre que le ha dado absolutamente todo? Ese hombrecito que tenía en sus compañeros a sus mejores aliados, que hacían bailar al Manchester United de Ferguson, y ha terminado por sentirse solo e incomprendido, cargando con todo un club a sus espaldas que le obligaba a defenderse de megalodones desde una balsa de madera con una cuchara de plástico.
Messi es, por marca y el fútbol que aún le queda, el fichaje ideal para el Manchester City. El cambio puede llegar de formas muy variadas, pero el traspaso del argentino sería un antes y un después en la historia del fútbol. Además, Guardiola es especialista en inventarse posiciones y romperse la cabeza para terminar tocando la tecla adecuada. Por otro lado, lo más probable es que Leo no llegase a coincidir en Manchester con el Kun Agüero. El delantero termina contrato y, aunque se ha convertido en una leyenda del club -y en streamer-, su camino, como el de Fernandinho, parece que no seguirá la misma dirección. Salvo sorpresa, abandonarán Manchester, como hace algunos meses hizo David Silva, dejando un hueco que no se ha vuelto a llenar.
Sin embargo, hay algunos futbolistas desde los que se seguirá construyendo. Kevin De Bruyne, a quien Guardiola ha potenciado hasta ser el mejor centrocampista del mundo, vivirá su periodo de plenitud futbolística con el catalán. El mismo camino seguirá Raheem Sterling, que pasó de ser un velocista a un delantero con una sensibilidad especial. O Ruben Dias y Aymeric Laporte, los centrales sobre los que se cimentará el proyecto. Y un Phil Foden que aún ansía minutos, pero que ya demuestra que tiene madera para ser el próximo gran one club man. Hay certezas, como De Bruyne, que no se apagan, pero tampoco lo hacen algunas dudas. Como el papel de Rodri y sus dificultades para gestionar tantas cosas y de forma tan rápida. O si Bernardo será capaz de jugar de David al nivel del Silva de hace un par de temporadas.
Uno de los aspectos que ha cambiado la planificación del staff de Guardiola ha sido el baile de segundos entrenadores. Primero fue Domènec Torrent, uno de sus hombres de confianza, quien abandonó Inglaterra para saltar la valla y convertirse en entrenador. Su destino fue Nueva York, en el equipo franquicia del City. El último en saltar con el coche en marcha fue Mikel Arteta. “Marchó a media temporada y obligó a modificar los planes y mecanismos de funcionamiento. Cambiaron las dinámicas de trabajo del día a día. Todo el mundo tuvo que tapar esos agujeros, no fue el contexto ideal”, recuerda Ballús. “Tengo claro por qué nos echan a los técnicos: por no perder. Lo que aún no sé es por qué nos contratan. Es un misterio, como el de la Coca Cola”, dijo en su día Juanma Lillo, ahora segundo de Guardiola. Y quizá a Pep no le interese demasiado las fórmulas del refresco -o el proceso de crecimiento de las mariposas en Camerún-, pero sí que espera que resuelva varios misterios.
Si fichar fuese como ligar, el Real Madrid intentaría conquistarte explicándote los orígenes burgueses de su familia y todo el legado conseguido. El PSG, con torpeza, te preguntaría si sabes quién es su padre. El Bayern optaría por la elegancia y te invitaría a subir a la zona VIP. El Barcelona optaría por la vía de los contactos: “te puedo presentar a Messi, si quieres». El Liverpool intentaría llevarte a su casa y ponerte buena música; el típico que saca la guitarra en una fiesta. Al Manchester United a duras penas le dejarían entrar al local, pero tambaleándose te soltaría un discursito prometiéndote todos los sueños que te quedan por cumplir.
Todos ellos tienen un atractivo. Un futbolista, la historia, la ambición de competir por todo. El Manchester City, sin grandes estrellas en su haber, más allá de un Agüero que ya hace las maletas o De Bruyne, tiene como gancho a Guardiola. Pep necesita a un club que le ofrece un cheque en blanco para todo y el club confía en Pep para que le entregue la Copa de Europa.
Y así, Guardiola comenzará la etapa más larga que nunca haya tenido como entrenador en un mismo club. Con unos futbolistas que le han acompañado y siguen creciendo y otros que vendrán de fuera. Guardiola y su City seguirán fracasando, dando recitales cada tres días ante cualquier tipo de rival, sin perder la esencia que han construido y que en Manchester ya es dogma, el único principio, su lengua. Guardiola y su City seguirán fracasando porque del fracaso al cielo van goles, van centímetros, tal vez menos.