“Una cosa que se me quedó grabada en el recuerdo es tener que ver la televisión sentado en el suelo. Teníamos un sofá, pero no podíamos usarlo porque no sabías cuando una bala perdida en un tiroteo podría atravesar la ventana”. Steven Pienaar nació el 17 de marzo de 1982 en Westbury, área reservada a la población negra y popular por ser una de las más peligrosas de Johannesburgo, el distrito más poblado de Sudáfrica. Llegó al mundo con un balón bajo el brazo por el color de su piel, en pleno apogeo del apartheid cuando la mayoría de fondos y recursos de la sanidad pública eran destinados a los blancos.
A sus 34 años, Pienaar sigue conservando el físico de un preadolescente, algo que no le ha impedido desarrollar gran parte de su carrera en la liga más física del mundo. El alemán Frank Eulberg narra que hace algunos años en su etapa como ayudante del entrenador del Kaizer Chiefs, el club más laureado de Sudáfrica, dieciséis de los futbolistas de la plantilla medían menos de 1,75 metros. En el país de Nelson Mandela, la desigual distribución de los bienes y derechos causó que los blancos estén sensiblemente mejor alimentados que los negros y su crecimiento no se detenga en ninguna fase de su vida. Ese físico les permite ser más dominantes en los deportes que practican: el críquet y el rugby. Y provoca que los bafana bafana presenten un déficit anatómico cuando se enfrentan a otras selecciones. En Sudáfrica, el fútbol es el deporte de los negros. De aquella generación ochentera que sobrevivió al apartheid y fue capitaneada por Steven Pienaar en la Copa del Mundo que celebraron en 2010.
La semana pasada, Pienaar fue noticia por su traspaso al Sunderland. Llegó libre al que supone su tercer reencuentro con David Moyes. Precisamente el técnico británico fue el mecenas del centrocampista cuando en 2007 pidió su fichaje a la directiva del Everton procedente del Borussia Dortmund. Tras casi cuatro años en los Toffees, el Tottenham le fichó en enero de 2011 pero solo un año después regresaba cedido al Everton, que haría el fichaje permanente ese mismo verano.
Sobre el rol que espera darle al curtido pelotero sudafricano, ha declarado recientemente: “Es alguien que nos ayudará a mantener mejor la posesión. Ha sido un gran jugador y espero que haga con van Aanholt lo que hizo con Leighton Baines en el Everton”. Las palabras de Moyes fueron órdenes para uno de sus pupilos más queridos.
Este domingo debutó con los Black Cats en el Stadium of Light en una derrota por 1-2 frente al Middlesbrough de Aitor Karanka. A pesar del resultado negativo, algunas de las lecturas que se pueden extraer del lance son esperanzadoras. El marcador y la lesión del central John O’Shea obligaron al estratega local a recomponer a su equipo. Sorprendentemente, retrasó a Jack Rodwell a la posición de zaguero y su equipo terminó jugando con el refutado extremo Jeremain Lens como segundo punta y un doble pivote compuesto por el joven Lynden Gooch y Pienaar. Así llegaron los mejores minutos futbolísticos del Sunderland. En el carril central, Lens se estableció como una referencia más robusta que Watmore como receptor del juego directo de su equipo. Por su parte, el volante de los locales tendía a ocupar espacios interiores y desocupaba la banda para que van Aanholt subiese como un torrente imparable. Y allí le encontró constantemente Pienaar. El sudafricano, que vio en la base de la jugada su madurez complementada con la vivacidad de Gooch, activó una y otra vez al profundo carrilero holandés cumpliendo los designios de su entrenador. Y así, por momentos, el ‘3’ de los Black Cats pareció aquel que cabalgó junto al ’22’ el pasto de Goodison Park.