Solo el dinero generado por el triunfo en la Europa League permitió al Manchester United superar al Real Madrid como el club más rico del mundo en el informe anual de Deloitte de 2018. Los Red Devils ingresaron 676,3 millones de euros por los 674,6 del club madrileño. De los quince fichajes más caros de la historia del fútbol, el club del Bernabéu ha realizado cuatro (James Rodríguez, Cristiano Ronaldo, Gareth Bale, Zinedine Zidane). El Real Madrid ha ganado las mismas Copas de Europa que Manchester United, Inter de Milán, Juventus, Borussia Dortmund, Chelsea, Atlético de Madrid, Arsenal y Oporto juntos. El conjunto madridista aspira a ganar en Kiev su cuarta Copa de Europa en los últimos cinco años, un dominio sin parangón en la era Champions League.
Un mero repaso a la plantilla del Real Madrid inspiraría respeto, cuando no temor, entre cualquier equipo del mundo. La mitad de los futbolistas de campo del once del año de la FIFA en 2016 y 2017 jugaban en el Real Madrid. El último futbolista del Liverpool que apareció en ese once fue Steven Gerrard. En 2009.
¿Qué puede oponer el Liverpool ante tal exhibición de dominio económico y deportivo? Una rica historia europea, un equipo unido con un ataque exuberante y abundantes dosis de ilusión, mucha ilusión. En su primera participación europea, en 1964-65, el Liverpool de Bill Shankly alcanzó las semifinales, estableciendo un listón tan alto como precoz contra el que medir toda actuación posterior. Los sucesores de Shankly, Bob Paisley, Joe Fagan y Kenny Dalglish, asentaron a los Reds como el mejor equipo del continente durante casi una década. Entre 1973 y 1985, el Liverpool ganó cuatro Copas de Europa y dos Copas de la UEFA, además de disputar otros dos cuartos de final y una final de la Copa de Europa. Una final, la de Heysel, que interrumpiría abruptamente su hegemonía y la vida de 39 aficionados.
El Liverpool tardó más de una década en volver a saborear la gloria europea, lastrado por las secuelas de Heysel y Hillsborough, que hundieron al club en un pesar que sigue haciendo acto de presencia esporádicamente. La irrupción de una nueva generación de futbolistas de la casa, comandados por Steven Gerrard y Jamie Carragher, así como una nueva generación de aficionados, permitió a los Reds volver a levantar un título continental, la Copa de la UEFA de 2001 con un antológico partido ante el Alavés. Un triunfo que ayudó a consolidar el inquebrantable idilio del Liverpool con las finales europeas.
En 1981, el Liverpool derrotó al Real Madrid en la final de la Copa de Europa de París. Tres años después, en el Olímpico de Roma, donde había ganado su primera Copa de Europa ante el Borussia Monchengladbach en 1977, conquistó la primera final decidida en la tanda de penaltis de la historia de la competición. Habría que esperar hasta aquel loco 5-4 contra el Alavés para encontrar el siguiente título europeo del club de Anfield pero la siguiente final europea de los Reds superaría todas las expectativas. El Liverpool de Rafa Benítez, que había marcado tres goles en los cuatro partidos de cuartos de final y semifinales ante Juventus y Chelsea, marcó otros tres en 45 minutos en Estambul. Y volvió a ganar en penaltis.
Once años después, el Liverpool vuelve a una final europea. Se presentará en Kiev con bajas importantes como Alex Oxlade-Chamberlain o Joe Gomez pero ha recuperado, al menos para el banquillo, a Adam Lallana y Emre Can. En cualquier caso, a pesar de la inspirada temporada de Mohamed Salah, el secreto de este Liverpool radica en la unidad y en la pizarra del menos alemán de los alemanes.
Extrovertido, sonriente, abierto, Klopp conquistó a medio país en su primera rueda de prensa en octubre de 2015 cuando habló de “convertir a los incrédulos en creyentes”. Con su trabajo desde entonces ha conquistado a la otra mitad. El alemán ha devuelto al Liverpool a la Champions League y lo ha conducido a una nueva final con un grupo de jugadores que creen a pies juntillas en él y que bajo su mandato se han convertido en colosos.
Virgil van Dijk, llegado en enero, parece que haga un lustro que viste esa camiseta roja. Jordan Henderson, un tipo que estuvo a punto de acabar en el Fulham después de que Brendan Rodgers autorizara un intercambio con Clint Dempsey, se ha erigido en la versión inglesa de Sergio Busquets (es el quinto jugador de la Premier League que completa más pases por partido) y, sobre todo, en un líder carismático dentro y fuera del terreno de juego. James Milner fichó por el Liverpool para jugar como medio centro y acabó ocupando toda una temporada el lateral izquierdo pero entendió que eso es lo que necesitaba el equipo y aceptó sin rechistar. Y este año ha vivido una segunda juventud a sus 32 años. Giorginio Wijnaldum, Adam Lallana y Alex Oxlade-Chamberlain se reconvirtieron de extremos en interiores de la mano experta de Klopp y jamás añoraron su antigua ubicación. Porque ahora son mejores futbolistas. Roberto Firmino, un extremo fallón en otros tiempos, se ha convertido en uno de los delanteros más inteligentes de la Premier League. Y en un tipo crucial que genera los espacios para que Sadio Mané y Mohamed Salah corran. Y corren mucho.
Este es un equipo que sabe lo que tiene que hacer. Con un líder dentro del terreno de juego en Henderson y otro fuera en Klopp. Y, sobre todo, que disfruta haciendo lo que sabe que tiene que hacer. Es un equipo solidario, donde Henderson y Milner se multiplican para ayudar a los laterales. Donde Van Dijk hace mejor a Dejan Lovren. Firmino desaparece para que aparezcan Mané y Salah. Y donde todos corren a una. Sea para bloquear un balón o para celebrar un gol.
Pocos analistas y casas de apuestas conceden oportunidades a los Reds de levantar la Copa en Kiev. Pero sus mentes analíticas olvidan una cosa. Muchas, en realidad: el zurdazo sin ángulo de Alan Kennedy en 1981, las piernas de spaghetti de Bruce Grobelaar en 1984, el gol de oro del Westfalenstadion, la doble parada de Jerzy Dudek en la prórroga de Estambul. Y tantos y tantos momentos. El Real Madrid mantiene un idilio con la Copa de Europa. Pero el Liverpool lo mantiene con el fútbol.