Víctor Diéguez

El lateral del pueblo

Robertson es un jugador que ha pasado de necesitar un trabajo a firmar un contrato de larga duración con el Liverpool. Y todo ello gracias a subir y bajar la banda de manera incansable durante algo más de seis años.

En agosto de 2012, un chaval escocés llamado Andrew Robertson se quedó desolado al ver los números de su cuenta bancaria. Con indignación, cogió su móvil y twitteó acerca de su precaria situación. “La vida sin dinero a esta edad es una basura #NecesitoUnTrabajo”, escribió el muchacho que por aquel entonces tenía 18 años. Ese tweet, por muy absurdo que parezca, es uno de los más compartidos del que hoy es el lateral izquierdo titular del Liverpool, actual líder de la Premier League. Quién le diría al bueno de Robbo que, gracias a su trabajo incansable, su vida pasaría en algo más de seis años de ser una basura sin dinero a la de todo un ídolo en Anfield.

Al que por aquel entonces era un chaval escocés normal, con más aspiraciones que realidades en su vida, no se le presagiaba un futuro brillante. Es más, el Celtic de Glasgow, equipo de sus amores, le descartó de su cantera por su baja estatura cuando tenía 15 años. Cuando el hoy Red escribió el famoso tweet, se encontraba en el filial del Queens Park, club que milita actualmente en la Scottish League Two (cuarta división). Por mucho que soñase, la realidad de la carrera de Robbo estaba inevitablemente ligada al barro.

Tras un año a caballo entre el filial y el primer equipo, se asentó en el primer equipo del Queens Park. Allí, gracias a sus buenas actuaciones, se le empezaba a ver madera de futbolista. El Dundee United, por aquel entonces en la Scottish Premier League (primera división), no dudó en hacerse con sus servicios para la temporada 2013/2014. Robertson estaba ante la oportunidad de su vida para volver al Celtic y cumplir su sueño. El joven escocés cuajó una magnífica temporada, anotando seis goles y dando ocho asistencias desde el carril izquierdo. Su impacto fue enorme, consiguiendo así la convocatoria de la selección absoluta. Solo faltaba la llamada del conjunto católico para que aquel chaval que se quejaba de no tener trabajo pusiese la guinda a su cambio de realidad.

Pese a ello, nunca recibió esa llamada. En cambio, recibió una para ponerse en el primer escalón del fútbol mundial. El Hull City, que iba a disputar la Premier League, se llevó al prometedor lateral escocés. Robbo había llegado a una de las mejores ligas del mundo. Aquella temporada los Tigers descendieron, pero ya sabía lo que era jugar en la élite. ¿Quién quería jugar en el Celtic si podías hacerlo contra los mejores? Tocaba trabajar para volver a la Premier League, y de eso el bueno de Robertson sabe mucho.

El año en Championship no fue un paso atrás en la carrera del escocés, ya que solo estaba cogiendo carrerilla para volver a primera línea. En el infierno de la segunda división mostró, una vez más, esa capacidad de trabajo incasable que tanto le caracteriza. El Hull consiguió subir en la lotería de los play-offs de ascenso tras su meritorio cuarto puesto en liga. Robbo volvía al máximo nivel, pero esta vez sería la definitiva. No habría más pasos en falso en su carrera.

Una vez más, los Tigers, sumidos en una enorme crisis debido a la inoperancia de su directiva, volvieron a descender a Championship. Pese a ello, Marco Silva estuvo cerca de salvar a un equipo que estaba hundido prácticamente desde el principio. El enorme trabajo del técnico luso permitió brillar a algunos jugadores de la Premier League, haciendo que algunos clubes de la Premier League se interesasen en sus servicios. Quizás, el mejor parado de ese descenso fue nuestro protagonista: el Liverpool pescó en las revueltas aguas del KCOM Stadium a Robertson. Esta gente no era el Celtic, pero eso no le importaba demasiado al lateral.


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Klopp es una figura clave en el crecimiento de Robertson. (Laurence Griffiths/Getty Images)


El escocés llegó a Anfield para hacerle la competencia a Alberto Moreno, teórico titular (por desgracia para los Reds). Tras el ya clásico periodo de adaptación al modelo de juego que plantea Jürgen Klopp, Robertson se adueñó del carril izquierdo. Poco a poco, pasó de ser solo un lateral correcto a ser el lateral que buscaba el técnico alemán. A su incansable capacidad de trabajo, se le añadió un mayor peso en la fase ofensiva. Sus internadas por la banda eran uno de los argumentos más potentes de los Reds en ataque, y esto ya es decir en un club en el que juegan Sadio Mané, Roberto Firmino y Mohamed Salah.

Quizás, el momento en el que se transformó en un ídolo en Anfield fue en aquella mágica noche ante el Manchester City. Los muchachos de Pep Guardiola llegaban invictos, y, en un partido que nos dejó siete goles y se perdió la imbatibilidad de un equipo histórico, Robertson fue el protagonista de la imagen del partido. El escocés, partiendo desde su carril izquierdo, inició la presión ante unos Cytizens que estaban intentando dominar el partido mediante sus apabullantes números de posesión. Empezó a correr desde su campo y no paró. Le dio igual ir él solo a por el balón, él solo quería recuperarlo. Tras un sprint apoteósico, Robertson recuperó el balón en la otra punta del campo, generando así una ocasión de peligro. No acabó en gol la jugada, pero aquel día nació una leyenda en Anfield: había llegado Robertson Carlos.

Ha sido un camino largo el que ha recorrido Robbo hasta llegar a ser el jugador que mejor representa este Liverpool de Klopp, un camino de algo más de seis años que ha tenido descensos, decepciones, una final de Champions e incontables subidas por la banda izquierda. Además del éxito y su reconocimiento en su club (hace poco firmó un contrato de larga duración con los Reds), se le suma la capitanía en una selección escocesa que está de dulce. Poco importa no haber tenido dinero con 18 años o que el club de sus amores le rechazase: ahora ha encontrado un trabajo que merece la pena.

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Víctor Diéguez