Está siendo una temporada complicada para el Leicester. Después de ganar la Premier League, el equipo sufrió el bajón que todo el mundo esperaba. Sin embargo, lo que pocos esperaban es que continuasen yendo hacia abajo de esta manera hasta encontrarse sumidos en la lucha por eludir el descenso. Lo único rescatable del equipo esta temporada es, precisamente, su participación en la Champions League, en la que ganaron su grupo. Aunque en menor medida, en esta ocasión también reaccionaron bajo los focos europeos, bajo cuyo influjo parecen retroceder en el tiempo hasta recuperar su versión del curso pasado. Por su parte, el Sevilla vive una temporada opuesta, situado actualmente entre los cuatro primeros del fútbol español. Acorde a las situaciones de cada uno, fueron los futbolistas entrenados por Jorge Sampaoli los que llevaron la batuta de un partido que debieron dejar sentenciado para la vuelta pero que dejaron escapar quizás influidos por su enorme superioridad. Esa displicencia provocó que, en la recta final, el Leicester lograra un solitario pero potencialmente clave tanto que mantiene viva una eliminatoria que solo tuvo un protagonista durante buena parte de la noche.

El conjunto local dominó prácticamente desde el inicio y a los trece minutos de juego dieron con lo que parecía el principio del fin. Un Leicester lejos, muy lejos de la solidez defensiva que ofreció el año pasado, fue arrinconado contra las cuerdas por el efervescente ataque de los andaluces hasta que sucedió lo inevitable. El capitán Wes Morgan, un accidente siempre a punto de ocurrir, cometió un claro penalti que el argentino Joaquín Correa se encargó de lanzar. A pesar de lo tempranero del momento, ese lance acabó por transformarse en uno de los puntos de inflexión de la noche. Kasper Schmeichel, que se erigiría con el paso de los minutos en el mejor jugador de su equipo, detuvo el lanzamiento y evitó una más que posible capitulación fatídica de su equipo. Entre el caos que se apoderó de los suyos, el guardameta danés emergió para apaciguar a un conjunto nervioso, hundido por los malos resultados cosechados en las últimas semanas.
La oportunidad desaprovechada no desactivó a un Sevilla consciente de su innegable superioridad. Y en el minuto 25 de juego acabó hallar el camino del gol. Un centro del lateral zurdo Sergio Escudero, uno de los mejores del duelo, encontró a Pablo Sarabia libre de marca, que remató con fuerza ajustado al poste derecho de Schmeichel. Christian Fuchs, el responsable del marcaje, ni siquiera vio venir el remate. Era el 1-0 y el inicio de una noche que se antojaba muy larga para los de Claudio Ranieri. Los ingleses, que formaron un conciliábulo sobre el césped durante una interrupción de un par de minutos tras un choque de cabezas entre Ahmed Musa y Sergio Escudero, no hallaban la vía para salir al contraataque, su única vía ofensiva conocida. Además, el equipo seguía careciendo de la tenacidad de antaño para inquietar lo suficiente al Sevilla.
Comenzó la segunda parte y, solamente cuatro minutos después, Vitolo mandó un balón al poste. Aunque sin ángulo para marcar ante la buena colocación de Schmeichel, fue el primer aviso de que el Sevilla no se contentaba con su mínima ventaja. El conjunto de Nervión, dirigido en esta ocasión desde la banda por Juanma Lillo a causa de la sanción de dos partidos de Jorge Sampaoli, siguió dominando. Y fruto de esa superioridad llegó el segundo tanto de la noche. Stevan Jovetic efectuó un magnífico pase con el exterior para que Correa se reivindicase de su decepción anterior encontrando el fondo de la portería visitante para colocar el 2-0 en el luminoso. La sensación imperante era que el Sevilla podía convertir el partido de vuelta en un trámite. Pero quizás ahí fueron incapaces de oler sangre y se dedicaron a jugar con el Leicester cual gato con ratón.
Ranieri optó de inicio por Ahmed Musa en banda, sacrificando al joven Demarai Gray, quizás el único jugador del Leicester cuya cotización ha aumentado esta temporada. Mediada la segunda mitad, el italiano dio entrada a Gray, cuyo desparpajo pareció contagiar a los suyos. El Leicester pareció crecer en confianza, apoyado en una actuación absolutamente providencial por parte del ya mencionado Schmeichel. Y el Leicester comenzó a gozar de una cuota más equitativa de la posesión, que en la primera parte llegó a alcanzar niveles de 80%-20%. El Sevilla pareció perderse en su superioridad y los “zorros” lo aprovecharon. Habían comenzado a mover el balón en campo contrario con acierto y de ahí nació el gol. Danny Drinkwater, que parece empezar a formar una sólida dupla en la medular con el recién llegado Wilfred Ndidi, firmó uno de sus mejores partidos de la temporada y lo coronó con una acción decisiva para poner el 2-1. El centrocampista inglés realizó una pared precisa con Gray para, acto seguido, asistir a Jamie Vardy, que no perdonó para transformar su primer gol este año. Vardy apareció para dar una muestra de su oportunismo, esa faceta que llevó hasta límites insospechados la pasada temporada y que fue capaz de emplear en esta ocasión para que su equipo sacase petróleo de un terreno que parecía más árido que el desierto del Sahara. A pesar de las sensaciones nefastas con las que el Leicester abordaba el encuentro, se marchó de Andalucía con un resultado fantástico que le permite soñar con una enésima proeza en el partido de vuelta. Sigue antojándose complicado pero ¿no fue precisamente el Leicester quien demostró al mundo que no hay nada imposible?
