La venta de Philippe Coutinho es una operación financiera digna de Gordon Gekko, aquel bróker sin escrúpulos interpretado por Michael Douglas en aquella película llamada “Wall Street” que trazó nítidamente la ambición de la mayoría de los habitantes de las altas esferas financieras de Nueva York. Comprar un activo por diez millones de libras y venderlo cinco años después por catorce veces ese valor es una transacción a todas luces exitosa. En el aspecto deportivo ya es otra cosa.
Jürgen Klopp pierde a mitad de temporada a su mejor jugador. El club, además, pierde a un futbolista que fichó con veinte años, convirtió en uno de los mejores del mundo y ahora deja marchar cuando todavía no ha alcanzado su cúspide como futbolista. Además, venderle en enero implica que el club no podrá encontrar un sustituto adecuado para Coutinho, poniendo en riesgo su objetivo prioritario: clasificar para la próxima edición de la Champions League.
Desde su nueva posición de interior, Coutinho es capaz de dictar el juego del equipo: retrocede para recoger el balón de los centrales, conduce y enlaza con el tridente ofensivo. Pero también le permite acercarse al área para aprovechar sus mejores virtudes, comenzando por su visión de juego, su habilidad para el último pase y su potente disparo. A eso se une su destreza a balón parado, un arma crucial en faltas directas, saques de esquina y faltas laterales. Sin él, el Liverpool tal vez gane solidez defensiva pero perderá capacidad para controlar los partidos a través de la posesión y derribar la resistencia de equipos replegados cerca de su área.
El Liverpool no tenía más salida que venderle este mes después de haberle retenido contra su voluntad en verano y de que el jugador mostrara su firme decisión de marcharse este mes aunque tuviera que forzar su salida. El club de Anfield cometió un error estratégico en verano, cuando habría podido venderle por una cantidad similar a los 160 millones de euros actuales (120 fijos más 40 en variables) y encontrarle un sustituto. Pero los directivos del club y el entrenador fueron rehenes de sus propias declaraciones, en las que habían afirmado por activa y por pasiva que el jugador no abandonaría Anfield en agosto.
Quizás pensaron ingenuamente que en enero la situación sería diferente: que el Barcelona sin Neymar se habría estrellado, que el Liverpool estaría luchando por la liga o que el interés del Barça en Coutinho se habría difuminado durante este tiempo. Nada de eso sucedió. El Barcelona es líder indiscutible de la liga, el Liverpool está cuarto en la Premier League y el Barça está más decidido que nunca a fichar al brasileño ante el rendimiento regular de jugadores como Gerard Deulofeu, Denis Suárez o Paco Alcácer. Así que, en lugar de vender al jugador en verano y fichar un reemplazo, ahora se encuentra con una pérdida irremplazable que no podrá subsanar a corto plazo.
En el largo, el proyecto de Klopp sufre un duro revés. Los fichajes de Virgil van Dijk, Mohamed Salah y Naby Keita, encaminados a conformar una plantilla capaz de competir por la liga, pierden lustre. Hace ya demasiado tiempo que el Liverpool alterna un paso adelante con un paso atrás. Cuando el equipo estuvo a punto de conquistar la liga en la temporada 2013-14, el club debió haber blindado a sus futbolistas y construir sobre esa base. En su lugar, los mejores jugadores se han ido marchando, algunos incluso a rivales directos. Luis Suárez se marchó al Barcelona, Raheem Sterling al Manchester City y ahora Philippe Coutinho sigue los pasos del uruguayo. Y no serán los últimos que se marcharán. Todo apunta a que Emre Can se irá gratis en verano tras acabar contrato. Gordon Gekko se tiraría de los pelos.
El Liverpool, que no gana una liga desde hace más de 25 años, se encuentra un escalón por debajo de Chelsea, Manchester City y Manchester United, quizás los tres únicos clubes ingleses que están en situación de impedir que cualquiera de sus jugadores se marche. En este sentido, los Reds se han transformado con el paso de los años en un club de segunda fila entre los grandes europeos, como Arsenal o Tottenham, incapaces también de evitar la venta de sus mejores jugadores, como Thierry Henry, Robin van Persie, Luka Modric o Gareth Bale. Solo existe una forma de romper esta dinámica: ganar títulos. Y eso, sin Coutinho, se antoja algo más complicado.