Ilie Oleart

El Manchester City debería hacer sus campañas en los Emiratos

El Manchester City ha anunciado una campaña para fomentar la igualdad entre hombres y mujeres en el fútbol. Una iniciativa bienvenida con un inevitable regusto a hipocresía.

El jueves 25 de enero, el Manchester City lanzó la campaña “Same City, Same Passion” a bombo y platillo. Esta iniciativa tiene como objetivo promocionar el fútbol femenino y su equiparación con el masculino. Según el club, la campaña “ha sido creada para demostrar que las similitudes con el fútbol masculino son mayores que las diferencias”.

Hace cuatro años, el Manchester City relanzó su equipo de fútbol femenino que, desde entonces, se ha convertido rápidamente en el dominador del fútbol doméstico y en una de las potencias de la escena europea. El año pasado alcanzó las semifinales de la Champions League y, en la presente edición, ya se encuentra en cuartos de final.

Como parte de la campaña, el club ha fusionado sus redes sociales dedicadas a hombres y mujeres en un solo canal para ofrecer a sus aficionados una única vía a través de la cual informarse sobre el fútbol masculino y el femenino. De todos modos, la cuenta dedicada al equipo femenino seguirá existiendo para informar al minuto sobre sus partidos.

Se trata de una iniciativa pionera e innovadora que es más que bienvenida en un deporte que sigue adoleciendo de tintes machistas. Otros clubes, como el Arsenal, ya han dado pequeños pasos en este sentido. Los Gunners anunciaron la temporada pasada que su equipo femenino dejaba de ser Arsenal Ladies para convertirse únicamente en Arsenal, al considerar que sus dos equipos, tanto masculino como femenino, debían ser representantes del club en el mismo plano de igualdad.

Sin embargo, es inevitable sospechar que esta iniciativa del Manchester City debe más al departamento de relaciones públicas del club que a una postura sincera respecto a la igualdad entre hombres y mujeres. Lo cual no equivale a criticar la campaña, que puede hacer mucho por el fútbol femenino. Pero conviene recordar de dónde proviene el dinero que financia el club.

El jeque Mansour, el dueño del Manchester City, es hermanastro del jeque Khalifa, el monarca absoluto de los Emiratos Árabes Unidos. Un parentesco que le ha proporcionado miles de millones de dólares y ha permitido al Manchester City contar con algunos de los mejores jugadores del mundo.

Los Emiratos son una monarquía absoluta. En otras palabras, una dictadura mal disfrazada. El país, una federación formada por siete sultanatos, aplica las habituales restricciones a la libertad de expresión y la libertad de prensa; el poder judicial está controlado por la monarquía; y unas elecciones democráticas no son más que un sueño, por ahora, imposible. Los críticos con el poder desaparecen sin dejar rastro y, por supuesto, sin proceso judicial de por medio.

Existe la creencia errónea de que la fortuna del jeque Mansour procede exclusivamente del petróleo. Lo cierto es que la realidad es otra. Los Emiratos, al igual que sucede con sus vecinos de Qatar y Arabia Saudita, se lucran también gracias a un sistema de explotación económica sin precedentes en el mundo civilizado.

En los Emiratos, solo el 13% de la población son nacionales de pleno derecho. En Dubai, ese porcentaje asciende ligeramente hasta el 15% y en Abu Dabi hasta el 20%. El resto de la población, formada mayoritariamente por inmigrantes, es la que hace el trabajo. En un artículo reciente, el periódico inglés The Guardian, comparaba esta situación con el apartheid vivido en Sudáfrica durante la segunda mitad del siglo XX. Según el rotativo, “las personas con la nacionalidad están en la cima de la estructura social, mientras que los expatriados blancos tienen algunos privilegios, como sucedía con las personas de color y los asiáticos en los últimos días del régimen sudafricano, mientras que el trabajo sucio (desde la construcción hasta la limpieza) lo llevan a cabo inmigrantes despreciados procedentes del sur de Asia”.


«Deberíamos ser capaces de alabar el fútbol del Manchester City y condenar a sus dueños… que son tan hipócritas como para fomentar la igualdad en Mánchester y gobernar un país donde se puede violar a las mujeres impunemente»


El régimen ha realizado algunos cambios de cara a la galería en los últimos tiempos. Según la ley, los empleadores ya no pueden amenazar a los inmigrantes con deportarlos a su país de origen si no cumplen sus caprichos sin rechistar. En la práctica, la monarquía reprime a los abogados y activistas que se atreven a aceptar los casos de esos inmigrantes.

Al igual que en el caso de los inmigrantes, la situación de la mujer sigue siendo precaria. Las mujeres en los Emiratos deben recibir permiso de un varón de su familia para volverse a casar, una obligación derivada de la Sharia la ley islámica. Este requisito se convirtió en ley federal en 2005. Esto provoca que, a menudo, las mujeres viudas o divorciadas deban recibir ese permiso de sus propios hijos.

En los Emiratos no existen leyes específicas sobre la violencia doméstica. La legislación penal del país permite que un marido castigue a su esposa y a sus hijos menores dentro de los límites marcados por la Sharia. El Tribunal Supremo del país ha establecido que un marido puede golpear a su esposa mientras no deje marcas físicas. La mujer puede perder su derecho a la manutención si se niega a mantener relaciones sexuales con su esposo sin una excusa válida, lo que, a la práctica, autoriza la violación dentro del matrimonio.

Las mujeres víctimas de agresiones sexuales deben afrontar un vía crucis para obtener justicia. A menudo son acusadas de mantener relaciones sexuales no permitidas cuando denuncian una agresión. Fue el caso de la australiana Alicia Gali, que estuvo ocho meses encarcelada en 2008 tras denunciar que había sido drogada y violada por tres compañeros de trabajo. La sudafricana Roxanne Hillier pasó siete meses en la cárcel tras ser acusada de haberse quedado a solas con su empleador varón, a pesar de que los informes médicos demostraron que no habían mantenido relaciones sexuales. Una británica fue acusada de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio en Dubai después de denunciar que dos hombres de Birmingham la habían violado mientras grababan la escena con su teléfono móvil. Ellos abandonaron el país horas después, así que no fueron arrestados. Algo que sí le sucedió a la víctima. Estos son solo algunos ejemplos pero este tipo de casos son muy frecuentes.

Además de los impedimentos sociales y legales para liberarse del yugo familiar y conyugal, las mujeres también deben afrontar su incapacidad para valerse económicamente por sí mismas. En 2008-09, solo el 21% de las mujeres en los Emiratos trabajaban. De ellas, el 80% estaban catalogadas como empleadas del hogar. Unas cifras que contrastan con el número de mujeres universitarias, que representan el 70% del total en los Emiratos. Es decir, que las mujeres pueden estudiar pero no trabajar.

Deberíamos ser capaces de alabar el fútbol del Manchester City, quizás el más entretenido de Europa ahora mismo, y condenar a sus dueños. Los medios ingleses, con Sky Sports o la BBC a la cabeza, no se han atrevido hasta ahora a dar este paso. Los intereses del capital de Oriente Medio en Europa son cada vez mayores y han tejido una red de relaciones cada vez más tupida. El jeque Mansour posee ya una red de clubes en todo el mundo a través del City Football Group (que incluye el New York City, el Melbourne City o el Girona, entre otros). El Paris Saint-Germain está en manos del capital qatarí, que también ha entablado estrechas relaciones con otros grandes clubes como el Barcelona. En breve podría concretarse la venta del Newcastle a Amanda Staveley, que ya actuó como intermediaria en la compra del Manchester City por parte de capital de Oriente Medio y podría hacer lo mismo en este caso.

Los aficionados al fútbol suelen protestar contra los dueños que fracasan deportivamente, como los estadounidenses Ellis Short o Randy Lerner en Sunderland y Aston Villa, respectivamente. O contra aquellos que atentan contra las finanzas o los emblemas del club, como la familia Glazer, que compró el Manchester United a base de endeudar el club, o el egipcio Assem Allam, que pretendió cambiarle el nombre al Hull City. En cambio, suele importarles poco la procedencia del dinero. El capital de Oriente Medio ha convertido a Manchester City y PSG en potencias futbolísticas mundiales. Pero eso, a sus aficionados, les da igual. Aunque sus clubes sean tan hipócritas como para fomentar la igualdad entre hombres y mujeres mientras en el país de donde vienen sus fondos, las mujeres pueden ser violadas impunemente.


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Ilie Oleart