Alberto Ardila

El milagro en Craven Cottage lleva el apellido Ranieri

Claudio Ranieri desembarca en el banquillo del Fulham con la necesidad de salvar a un equipo configurado para objetivos mucho más ambiciosos.

Fue imposible evitar que nos invadiera la nostalgia cuando nos enteramos de que Claudio Ranieri volvería a sentarse en un banquillo de la Premier League. Todavía está demasiado reciente la proeza que logró hace ya tres años: la de elevar al modesto Leicester City a los altares del fútbol. El campeonato de liga logrado por los Foxes forma parte ya de los anales de la historia balompédica y no es para menos porque puede que estemos ante la hazaña de la década, o quién sabe si del siglo. Puede sonar hiperbólico, pero al César lo que es del César, nadie daba una libra por los del King Power en agosto de 2015.

Recuerdos y nostalgias aparte, el técnico italiano ha protagonizado una de las noticias de la semana al materializarse su aterrizaje en el banquillo del Fulham, en detrimento de un Slavisa Jokanovic que ya hace tiempo caminaba sobre el alambre. El técnico saliente se marcha por la puerta de atrás después del ascenso, con los Cottagers colistas y unos números realmente pobres: 5 puntos de 36 posibles. Su marcha y la llegada de Ranieri suponen una mutación total del librillo futbolístico en Craven Cottage. Del juego vistoso y combinativo con el que ascendieron (aunque este año se ha desplegado con cuentagotas) a un estilo mucho más pragmático, poco ortodoxo, pero puede que más eficaz.

El Fulham tiene una necesidad imperiosa de empezar a ganar partidos, sin importar demasiado la poesía ni los adornos, y puede que en ese sentido la apuesta por Claudio sea un acierto. El técnico llega tras un paso por el Nantes con más luces que sombras, sin embargo, sus 32 años de gestión en banquillos por hasta cinco países hacen de él uno de los entrenadores más sabios, veteranos y con más recorrido del panorama actual. A sus 67 años de edad coge al cuadro londinense en la UCI y con una hinchada un tanto decepcionada (porque no hay que olvidar que este Fulham estaba diseñado para cotas muchos mayores: ha sido el recién ascendido de las grandes ligas que más dinero ha invertido en traspasos en la ventana de fichajes estival: casi 110 millones). El Fulham será el decimocuarto proyecto en el que se enrole Ranieri –tercero en Inglaterra tras Chelsea y Leicester- y el reto no puede ser mayor.

El que escribe es consciente de que a más de uno se le habrá pasado ya por la cabeza la pregunta del millón: ¿Será capaz Claudio Ranieri de igualar o acercarse a la gesta que consiguió con los zorros? Imposible saberlo y jugar a ser adivinos se lo dejamos a otros. Gusta (y mucho) pensarlo, pero para eso tiene que solucionar problemas mucho más primarios y seguro que al bueno del italiano no le han pedido que arme un proyecto capaz de competir de tú a tú a los gigantes, al menos de momento. No obstante, hay un paralelismo que despertará la esperanza de los aficionados del Fulham: el técnico llega al banquillo en una situación desesperada y de emergencia, tal y como sucedió en el condado de Leicestershire.

Ranieri no engaña a nadie y en su poder está el haber convertido a un equipo lleno de futbolistas ‘working class’ en una familia invencible. Trabajo, mucho esfuerzo, sacrificio y solidaridad son premisas que podrían casar con su filosofía. Solo con ellas pudo hacer que jugadores que venían de tercera y cuarta división francesa como N’Golo Kanté y Riyad Mahrez se hayan convertido en estrellas mundiales. O que Jamie Vardy haya dejado de mascar tabaco para hincarle el diente a las porterías rivales en decenas de ocasiones. También que Wes Morgan y Robert Huth fuesen un muro infranqueable. El Leicester se convirtió en una familia en la que, como tal, lo colectivo primó sobre lo individual y el concepto de ‘equipo’ se elevó a la máxima potencia.

Está por ver si ‘il Padrino’, como se le conoce en determinadas zonas de Italia, consigue lo más difícil: poner a Calum Chambers a defender bien, hacer de Tom Cairney ese jugador decisivo que se presupone, a Jean Michaël Seri a liderar la sala de máquinas o hacer de la sociedad André Schürrle-Aleksandar Mitrovic una mina de goles y asistencias.  Trabajo tiene porque el Fulham promedia menos de un gol por partido (0,9). Sin embargo, uno de los objetivos prioritarios debería ser cortar la hemorragia defensiva de un equipo que se desangra por momentos, tal y como atestiguan sus 31 tantos encajados en 12 choques.

En este momento no puedo evitar acordarme del tuit que puso Gary Lineker cuando el Leicester hizo oficial la contratación del técnico artífice del título de liga: ¿Ranieri? ¿De verdad?». Qué sorpresa la mía cuando echo un vistazo a la cuenta del inglés hoy mientras pienso: “no creo que haya sido capaz de ponerlo otra vez”. Pues sí, queridos lectores, Lineker ha escrito lo mismo que puso hace cuatro años y como acabe con el mismo final que por aquel entonces, me sé de uno que va a tener una estatua ecuestre a orillas del Támesis. De momento, apuntad una fecha: 9 de marzo de 2019. Ese día el Fulham visita el estadio del Leicester City con todo lo que eso conlleva. Qué bonito es este deporte. 

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Alberto Ardila