Ander Iturralde

El mismo viejo Fulham al que esperábamos no volver a ver

En el primer partido de la nueva temporada de la Premier League sucedió una derrota y una victoria: el Fulham víctima del primer concepto. Sin embargo, también se puede ser víctima de la victoria, así como puede que el Fulham haya creído que su equipo que acabó cuarto en Championship estaba preparado para competir en la élite.

Prepararnos es lo que deberíamos hacer para el próximo mes. El primer mes de competición de una temporada siempre es un festival de sobrerreacciones. Todo pequeño indicio, por muy incompleto o directamente engañoso que pueda ser, es algo a lo que nos aferraremos aun sabiendo que probablemente no deberíamos. Y que nadie se confunda, servidor será culpable de aferrarse y de, incluso, perpetrarlos. ¿El Arsenal? Campeón. Eso si no lo es el Leeds, claro. ¿El Chelsea? Subcampeón. ¿Los equipos de Manchester? Pues descendidos, que para algo no han jugado. Si no has “sucedido”, si no has hecho algo en los últimos cinco minutos, ni te molestes en intentarlo: ya nos hemos olvidado. Por eso el Fulham va a descender de manera más catastrófica que la primera vez.

O quizás no, o quizás no. Pero más allá de la sobrerreacción, hubo algo profundamente desconcertante en la puesta en escena del recién regresado Fulham. Algo vital dentro de la imagen del equipo parecía estar ausente. Puede que fuese simplemente el hecho de que el delantero titular fuese Aboubakar Kamará en vez de Aleksander Mitrovic. Pero esa misma inquietud, esa misma intranquilidad, era abrumadoramente familiar. Después de un año sabático “fuera de vista” en segunda división, que debió servir para recuperarse de las quemaduras y con suerte volver al primer intento, es posible que haya alimentado una cierta distorsión que tiene el equipo, el club sobre sí mismo. En una entrevista que concedió el pasado verano, post-descenso, el director de operaciones del cub Tony Khan al medio independiente llamado Fulhamish, detectabas una enorme honestidad en sus palabras. Pocos presidentes de clubes darían su tiempo a un medio fundado por fans de su club para contestar preguntas. Menos todavía inmediatamente después de una de las temporadas más desastrosas de la historia de la entidad.

Así como honestidad, podías extraer una enorme brillantez dentro de su cabeza. Pero acompañado de ello, también una cierta ingenuidad – aunque ese tampoco sea del todo el término más preciso para describirlo. Quizás fuese más bien una falta de maquiavelia. Juntado a una inesquivable falta de experiencia. Si bien una frase así te abruma de lo que cliché que es, de lo que apesta a “real football man”, al “quita, que tú no sabes” de esas voces omnipresentes de personas que han dedicado toda su vida al fútbol, también hay algo de verdad en la idea. En este caso, en las detalladas explicaciones e ilustraciones de las decisiones que tomó el Fulham previo a la temporada y luego durante la misma. Esa percepción, de estar aprendiendo sobre la marcha más de lo que es recomendable, se ha extendido más de tu Sam Allardyce de turno diciendo en la radio lo ingenuos que son y cómo – aun sin decirlo explícitamente – en realidad no tienen ni idea de lo que están haciendo en un club como el Fulham.

A todo habría que sumarle el hecho de la extraña línea narrativa que acabó siguiendo la temporada del segundo ascenso del Fulham. Un favorito que ascendió a pesar de sí mismo, por decirlo de alguna. Porque fueron un equipo que comenzó la campaña como el segundo gran favorito al ascenso después del Leeds (al que se enfrentan este sábado). De hecho, eran ellos dos y luego, a una cierta distancia, el resto. Habiendo podido “recoger los restos de la destrucción” en el tramo final de la temporada anterior en Premier (sumaron 9 de sus últimos 15 puntos disputados), prevalecía esa sensación de que el Fulham había podido adaptarse a Scott Parker como su entrenador y que podía aterrizar en carrera. Porque además el mejor delantero de Championship por una distancia sideral, Mitrovic, había permanecido en el equipo.

Pero nunca fue como soñaron, como esperaron. No permanecieron un sólo instante a lo largo del curso en los dos puestos de ascenso directo. Subieron hasta el tercer lugar tras la cuarta jornada y el resto del año se convirtió en una perpetua lucha contracorriente dentro de la cual pudieron amarrar un sitio en el playoff, de forma quasi-inamovible finalmente. Lo peor de todo, sin embargo, fue la falta de convicción que proyectaron para la opinión pública. Habían subsanado ese agujero negro al llamaban defensa, pero en el proceso no volvieron a ser ese torbellino que encandiló las miradas de todos dos años antes, sino un equipo de pragmática posesión y de búsqueda incesante a Mitrovic como si literalmente se tratase de un faro en la nocturnidad del océano.

Si Tony Khan, director de operaciones de una compañía de Pro-Wrestling al mismo que del Fulham, puede parecer que está aprendiendo sobre la industria del fútbol sobre la marcha, Scott Parker acabó dando esa misma impresión en más de una ocasión respecto a la labor de entrenador. De nuevo, daba la sensación de que estaban ganando a pesar de ellos mismos, a pesar de no tener la situación tan amaestrada y dominada como la tuvieron bajo la dirección de Slavisa Jokanovic en el último ascenso. Pero cuando importó, nada de ello importó. Doblegaron al Cardiff City y una genialidad de Joe Bryan, víctima de las que más durante la fatídica temporada en la Premier, hizo al equipo y a él mismo resarcirse. Un gol para ascender y con un enfático signo de exclamación.

La preocupación se había desvanecido por una noche de Wembley. Todos sus vicios y problemas, en ese momento de triunfo, dejaron de serlo. Y poco más de un mes después son, en la práctica, un equipo de la Premier League.

Un mes y pico mirado con lupa, desde entonces. Porque de alguna manera extraña el descenso del Fulham fue “el descenso de todos”. De todos quienes creíamos que este recién ascendido era uno verdaderamente especial. Resulta que eso lo eran el Wolverhampton y, un año más tarde y más todavía, el Sheffield United. Del Fulham lo esperábamos todo y no recibimos nada. Inútiles flashes de esperanza y violentas sesiones de yoga. Por eso el descenso fue tan duro, porque iba a ser todo lo contrario. Una especie de muestra fue cuando ficharon a Mario Lemina hace un par de semanas (descarte del Southampton, llegado después de una cuestionable temporada cedido en el Galatasaray) todos tuvimos un colectivo espasmo fruto del trauma. Del trauma de malos fichajes. Problemas del primer mundo, ya se sabe.

El debut nos volvió a presentar a ese viejo mismo Fulham. El Fulham de Kamará, Neeskens Kebano, Denis Odoi y anti-Capitán América Tim Ream. Que ninguno hemos superado lo que pasó hace dos temporadas lo pudimos observar en las palabras de Parker después de la derrota contra el Arsenal, haciendo alusión a que sólo era una derrota, que no podían permitir que se convirtiese en “algo mayor”, en algo “más grave de lo que es”. Pero detrás de su instancia a ello, apreciabas la angustia y el estrés. Todos estamos pensando en lo que pasó hace dos temporadas. Porque ser humillados por el Arsenal ya lo vivieron en Octubre de 2018.

Sí, están Marek Rodak en portería, Michael Hector en defensa o Harrison Reed en el centro del campo, ha habido algunos cambios de personal… pero los fantasmales ruidos volvieron a retumbar por Craven Cottage con claridad al entrar por la puerta un equipo como el Arsenal en lugar de uno como el Charlton Athletic. Luego, el partido vio lo que ya hemos dicho: a ese extraño jugador de fútbol llamado Aboubakar Kamará y no a ese tornado rematador de balones llamado Aleksandar Mitrovic. Tampoco a ese jugador tan imperfecto como habilidoso (el más habilidoso de todo el equipo) y que responde al sonido de Anthony Knockaert. 


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El Fulham recibió al Arsenal a puerta cerrada en Craven Cottage / Fuente: Fulham Football Club


Una concatenación de miedos confirmados a medida que cada soplido de los Gunners parecía tirar abajo a este castillo de naipes. Otra vez ese desdén existencial en el rostro de Tim Ream, otra vez esa ingobernable frustración en los gestos de Mitrovic, aunque fuesen en su mayoría desde el banquillo. Un día, una actuación que solamente tenía que no asustar. No tenía que ser buena, simplemente tenía que no apretar el gatillo de los traumas. Por culpa de ello, es probable que no haya un equipo más violentamente susceptible a la sobrerreacción que este Fulham. Por lo menos al mercado de traspasos le queda un mes antes de cerrar, por lo menos esta vez no serán abatidos por la sorpresa de la derrota. De tanto ganar, aunque sea en segunda división, te desacostumbras a lo que es perder. Pero aquí el problema, como se escuchaba en la tonalidad de las palabras de Parker, es el recuerdo de haber sido derrotados y de haberlo sido tanto y sin respuesta.

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Ander Iturralde