José Antonio Reyes nació hace casi 36 años en Utrera. Con un talento innato para el fútbol, pronto destacaría ante los ojos de los técnicos de las categorías inferiores del Sevilla -su equipo del alma-. Tras una fulgurante carrera por todos los escalafones de las categorías inferiores del conjunto hispalense, llegaría el momento del salto a la primera plantilla en la campaña 1999/2000. Lo hizo con solo dieciséis años, adjudicándose así el récord como jugador más joven en debutar en la historia del club en Primera División. Fue en el minuto 86 de un partido a domicilio ante el Real Zaragoza, siendo Marcos Alonso el entrenador que le dio la oportunidad. Posteriormente, siguió jugando en el Sevilla y demostrando su gran zurda, su descaro, picaresca, saber estar y personalidad. Arsene Wenger lo llevaba siguiendo desde hace mucho tiempo, viéndole como una potencial incorporación para el Arsenal. No se equivocaba el bueno de Wenger cuandodefinitivamente dió el paso de llamar a las oficinas del club sevillista para hacerse con sus servicios y curtirlo en Londres a sus órdenes.
En el mercado de invierno de la temporada 2003-04 fue traspasado al Arsenal por aproximadamente 30 millones. El propio Reyes salió con lágrimas en los ojos de Nervión, pero comprendía que el cheque que el Arsenal iba a dejar en las oficinas sevillistas sería la salvación económica para el club, sumido en una preocupante crisis. Reyes sabía en su fuero interno que algún día volvería al césped del Sánchez Pizjuan con su gente. Ya en Londres, formaría parte de uno de los mejores Arsenal de la historia. Dicho equipo era conocido como “Los invencibles”, ya que no llegaron a perder un partido en toda la temporada. Se proclamaron campeones de la Premier League, siendo Reyes el primer español en lograrlo. El utrerano también se haría con una Community Shield en 2004 y una FA Cup en 2005. Eran días de leche y miel, de oro y plata para el niño de Utrera, que parecía que su talento no tenía techo. Con una frescura que asombraba a propios y extraños, el utrerano se hizo un hueco en los corazones y en las alineaciones de Wenger, el cual lo tuvo como una especie de protegido y de hijo pródigo.

Reyes siempre fue el mismo, estuviera en los mejores restaurantes de Londres o en su calle de Utrera. Su casa en la capital británica era siempre un hervidero de amigos y familiares, con ese inconfundible olor a gastronomía andaluza que tanto llevaba por bandera allá donde fuera. Sus años en Londres fueron sin duda de los mejores en su carrera, demostrando toda esa habilidad innata que ya mostró en las calles de su pueblo. Goles, magia y mucha constancia es lo que Reyes aportaba a ese Arsenal que ya es historia y leyenda del deporte rey. Lo mismo finalizaba una contra tras una carrera de 50 metros que recuperaba de un zarpazo el esférico y montaba una endiablada contra con resultados fatales para los rivales. Los que lo vieron jugar tienen dos cosas claras: la primera, que hacía tiempo que no habían visto a nadie igual, y segunda, que estaban más tiempo levantados del asiento celebrando las acciones de Reyes que sentados. Sin duda en la retina de los aficionados Gunners, Reyes siempre tendrá un recuerdo muy latente.
Tras su paso por el norte de Londres recaló en otros conjuntos como el Benfica, Real Madrid, Atlético de Madrid o Espanyol. Incluso probó fortuna en la liga de China, volviendo poco después a España para jugar en el Extremadura. Después de su paso por todos estos clubes dejó un rosario y estela de amigos, trofeos, goles y buenos momentos. En definitiva, dejó todo lo que un deportista puede soñar: que los aficionados lo recuerden con cariño, emoción y una sonrisa en la boca. Ya no está Wenger en el Arsenal, tampoco el estadio de Highbury que le vio despuntar y hacerse futbolista, pero lo que sí queda es un recuerdo, el de un niño de Utrera que de la nada lo fue todo a base de goles, garra y coraje. Con su fatal desenlace, la leyenda de Reyes queda para la posteridad. Descansa en paz, José Antonio Reyes.