Jordi Cardero

El orgullo del pueblo

Jay Rodríguez regresó este verano a la que es su casa, Burnley. También la de su padre, Kiko Rodríguez, un exfutbolista gallego que llegó a Inglaterra en el final de su carrera. La afición Claret recibió con orgullo a su hijo pródigo, quien, lejos de ser considerado un traidor por su marcha, se ha convertido en un héroe local.

Era el año 2007 y Jay Rodríguez estaba a punto de firmar su primer contrato como jugador profesional. Steve Cotterill, técnico del Burnley, se lo llevó a un amistoso a Austria con el primer equipo. Como cualquier canterano, Jay Rodríguez cumplió su sueño debutando, pero no se conformó. Más de una década después, el delantero inglés ha vivido las dos caras del fútbol. La del éxito, haciendo carrera en la Premier League y debutando con los Three Lions. Pero también la de la frustración, a raíz de una grave lesión que le alejó del Mundial del 2014 y, quién sabe, si de haber hecho carrera en los grandes clubes del país. El pasado verano, Jay regresó donde todo empezó, a Turf Moor, en un viaje de vuelta con un punto de nostalgia, pero con aún mucho por demostrar.

En aquel amistoso en Austria, el atacante, lejos de los nervios de las primeras veces, decidió ser protagonista. El árbitro señaló un penal a favor de los Clarets y Jay, con tan solo 17 años, cogió el balón dispuesto a lanzarlo. Nadie le dijo que no. Marcó, pero lo más significante fue la decisión que tomó, una valentía que definiría toda una carrera. Así empezó la historia, aún por escribir, de un joven de Burnley con raíces españolas que quería triunfar en el mundo del fútbol.

Los abuelos de Jay Rodríguez, nacidos en Galicia, emigraron a Inglaterra en los sesenta en busca de trabajo. Entre viajes de ida y de vuelta, su padre Kiko Rodríguez terminó instalándose en Burnley. El fútbol siempre le tocó de cerca a Jay. Kiko fue un delantero prolífico que rondó centenares de campos amateurs durante muchos años, pero nunca llegó a convertirse en futbolista profesional. Pese al camino que ha tenido Jay, Kiko siempre vio más futuro en Joe, hermano del delantero del Burnley. Con cinco años, Joe ya demostraba una buena sintonía con el balón. No fue hasta los ocho años cuando Jay empezó a tener curiosidad por chutar el esférico. Y eso que tampoco hay demasiadas cosas que hacer en Burnley.

Jay dio sus primeros pasos con el balón con la camiseta del Barrowford Celtic, un club a las afueras de la ciudad. A tan solo cinco millas de Turf Moor, que vigilaba su proyección, tuvo como entrenador a Vince Overson, un exfutbolista que hizo carrera como defensa con los Clarets, el Birmingham City o el Stoke City. Jay empezó jugando como delantero, pero a causa de su baja estatura de entonces, también partía en muchas ocasiones como centrocampista. Así lo hizo en su primera cesión al Stirling Albion escocés en la temporada 2007/08.


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Así celebraba un joven Jay Rodríguez en 2008 el gol que dejaba al Burnley a las puertas de la final de la Carling Cup. / Getty Images


En su regreso a Turf Moor en 2008, marcó su primer gol en partido oficial. Fue en la Carling Cup, ante el Fulham. Un solitario tanto que permitió a los Clarets avanzar a la cuarta ronda. Jay Rodríguez anotó el gol en el minuto 88, algo que repetiría en las semifinales del mismo torneo. En el escalón previo a la final, el Tottenham Hotspur doblegó al Burnley por un contundente 4-1. Aun así, las semifinales se jugaban a doble partido. Jay Rodríguez, con la capa del superhéroe, marcó el 3-0 en la vuelta tras una volea, en un enfrentamiento histórico para el Burnley. Todo habría sido perfecto si no fuese porque los goles fuera de casa no contaban doble. Y como todo lo que empieza bien acaba mal, Román Pavliuchenko marcó el gol Spur a tan solo dos minutos de que Clarets y Spurs se la jugasen desde el punto de penalti. Para sellar la dolorosa derrota, Jermain Defoe aseguró que el Tottenham jugase la final de copa ante el Manchester United con un cuarto gol, ya en el minuto 120. No todo fueron llantos aquella temporada, ya que el Burnley consiguió ascender a la Premier League.

Con tan solo 19 años, el club volvió a ceder a Jay. Esta vez al Barnsley. A los Clarets no les iría nada bien la temporada 2009/10 y regresaron a la Championship. Sin embargo, aquel año se presentó como una gran ocasión para que Jay consiguiera irrumpir definitivamente en el primer equipo. Además, en la ventana de fichajes de ese verano el Burnley vendería al delantero Steven Fletcher al Wolverhampton por más de 6 millones de libras, hasta entonces la venta más cara del club. Era el mejor escenario para que Jay explotase. Y lo hizo. Abonado a goles importantes, volvió a hacerlo en un partido de liga ante el Preston North End. Con un 1-3 en contra, el Burnley consiguió empatar de la misma forma con la que hoy gana partidos y hace dos temporadas consiguió clasificarse para Europa League: a base de lanzar melones (y cualquier otro tipo de fruta, utensilio o arma que se os pueda pasar por la cabeza) al área. Tras dos goles consecutivos de Chris Iwelumo, que aquel día anotaría un hat trick, Jay Rodriguez marcó de cabeza en el último minuto. El 4-3 ante el Preston es uno de los partidos más recordados en Burnley.

Su carrera no paró de crecer y en el verano de 2012 fichó por el Southampton a cambio de siete millones de libras. Un año después, en 2013, debutaría con la selección inglesa, gracias a los 15 goles anotados en Premier League. Fue el primer futbolista nacido en Burnley, de los últimos 80 años, en vestir la camiseta de los Three Lions. Lo hizo junto a su compañero de equipo Adam Lallana, cuando Mauricio Pochettino entrenaba a los Saints. Sus primeros años en St. Mary’s Stadium le valieron para optar a jugar el Mundial del 2014 con Inglaterra, pero una grave lesión en la rodilla le destrozó el sueño de cualquier futbolista. Pese a jugar con el Southampton durante cinco temporadas, el Liverpool no le ficharía.


«En el verano de 2012 fichó por el Southampton a cambio de siete millones de libras. Un año después, en 2013, debutaría con la selección inglesa, gracias a los 15 goles anotados en Premier League».


Chris Boden, editor de la sección de deportes del Burnley Express, cree que “si no hubiese tenido la lesión, podría haber jugado perfectamente en uno de los equipos del Big Six”. El West Brom de Tony Pulis apostó por el inglés y pagó 12 millones de libras a los Saints en 2017. Si en el Southampton Jay anotó 35 goles en 126 partidos, en The Hawthorns anotaría 33 en 89 encuentros. Con los Baggies, curiosamente, jugó un amistoso ante el Deportivo de La Coruña, donde conserva sus raíces. Y si aquel fue un primer viaje al pasado, el pasado mercado de fichajes lo repitió, pero en este caso a Turf Moor.

“Existe un gran orgullo por Jay en el pueblo. No hay resentimiento porque haya cambiado de equipo, sino orgullo por haber triunfado en la Premier League”, explica el periodista Boden. Con la camiseta del West Brom, en una de sus visitas a Burnley, anotó un gol. Boden recuerda que “tuvo una recepción fantástica. Marcó, pero no lo celebró”.

Jay Rodriguez y el Burnley se volvieron a cruzar en el camino, pero más que un último paseo antes del retiro (aún tiene 30 años), es una oportunidad para dar un golpe de autoridad. Aun así, no está teniendo fácil entrar en las alineaciones de Sean Dyche. El delantero inglés compite con Ashley Barnes y Chris Wood, una pareja asentada, por un puesto en el once y deberá volver a rematar macetas y lavadoras para encontrarse con la titularidad.

El fútbol fue cruel con Jay. En su mejor momento como profesional, tuvo una de las peores lesiones posibles. Afortunadamente no terminó con su carrera, como sí habría pasado 20 años atrás, pero le privó de muchas aventuras. Una vida al borde del abismo, en la agonía, desde los puntos de penalti y goles ganadores en el último minuto. Y un enorme respeto por sus raíces. No jugará el “fútbol sexy” que denomina Boden, pero el “orgullo del pueblo” va mucho más allá de trofeos y camisetas.

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