Andrés Weiss

El origen de la comercialización del fútbol inglés

El dinero es la maquinaria que, hoy en día, mueve el fútbol. Y el gran culpable de todo ello fue Irving Scholar, un hombre adelantado a su tiempo. A cualquier tiempo, en realidad.

La posible compra del Newcastle por parte de un grupo de inversión comandado por Mohammed bin Salman, a expensas de esos flecos que siempre cuelgan de los contratos y tanto molestan, es el último eslabón de una inacabable cadena. La de la comercialización del fútbol, que comenzó a producir su engranaje desde antes de que el concepto del fútbol como un puro negocio se hiciera realidad con la Premier League.

La llegada de capital extranjero de dudosas procedencias, la aparición de figuras no relacionadas con el mundo del fútbol para llevar el timón de prestigiosos equipos, y por ende, la globalización del fútbol inglés, es todo en sí mismo una consecuencia directa de la Football Association, y la decisión que tomó en 1983. El irrevocable momento en que el cuero fue cambiado por billetes, y el dinero inundó el fútbol.

La aparición del “directivo empresarial y emprendedor”

En 1912 la FA había decidido implantar la Regla 34, que impedía que los dividendos –la parte de los beneficios de una compañía que se entrega a los accionistas– no superaran el 7.5% del total de los beneficios de un equipo, evitando así que los futuros inversores tuvieran meramente un interés económico y aceptaran entrar en el club por su relación con la ciudad, su afición al equipo o de manera casi altruista. Además, según esta norma, los directores de los conjuntos no podían ser pagados por su trabajo, y a los propietarios se les negó la posibilidad de liquidar el equipo y vender el terreno del club, aprovechándose así del valor del mismo. Esta regla, que fue concebida para defender a las instituciones, acabó quedándose algo obsoleta, pues conforme el tiempo iba avanzando, fue tirando consigo las reglas económicas del pasado.

El dinero que se podía recibir por un contrato de patrocinio o de televisión puso a la libra esterlina en el subconsciente de los directivos, y empezaron a aparecer áreas más relacionadas con el ámbito puramente económico y empresarial que con el propiamente futbolístico. Lo que hizo que la FA hiciera “la vista gorda”. Al ver que los equipos, y en concreto las personas que los representaban, estaban buscando distintos caminos para aumentar el dinero invertido en los equipos, y convertir el deporte en un negocio mucho mayor, decidieron hacer como si nada estuviera sucediendo. Cuando el Tottenham Hotspur consiguió saltarse su famosa Regla 34 en 1983, y le enseñó al resto de equipos cómo enrriquecerse a costa de su equipo, se llegó a un punto de no retorno.

Un movimiento que cambió la concepción que se tenía del fútbol, trayendo figuras a las diferentes directivas de personas que encajarían más en una concepción arcaica del mundo empresarial pero también tenían cabida en esta nueva modernidad futbolera. Y hay tres nombres que destacan por encima del resto, con una abultada diferencia. Ellos son David Dein, Martin Edwards y, en último lugar, el artífice de todo ello, Irving Scholar. Respectivamente, del Arsenal, Manchester United y Tottenham.


David Dein (Arsenal), Martin Edwards (Manchester United) e Irving Scholar (Tottenham) fueron los grandes impulsores del modelo de propiedad que actualmente reina en la Premier League.


Dein, junto a Scholar, fue uno de los grandes promotores de la creación de la Premier League. Él, un amante empedernido del deporte americano, tenía muchas ideas gestadas en su cabeza que quería aplicar al fútbol inglés, pero la tradición se oponía a ellas. Ampliar a 2 cambios por equipo, llevar a 15 minutos los descansos, poner el nombre y el número de cada jugador en la camiseta. Incluso ideas modernistas como añadir a los estadios grandes pantallas -los famosos “Jumbotrons”- o darle a cada equipo una mascota particular, ideas sacadas directamente de la NFL, fueron de su cosecha personal. Y que en los estadios tuvieras que estar sentado, una reacción al Informe Taylor, también fue “cosa suya”. Pero no fue el -único- gran transgresor del mundo de los despachos inglés. Scholar, un joven promotor inmobiliario afincado en Mónaco, es la figura que estuvo detrás de todo.

Salvar lo que amas, ¿pero a costa de qué?

“Estaba viendo que iba a haber un problema, y que iban a acabar enfrentándose a la mayor deuda que había en el fútbol, como lo hicieron. Era algo insólito en aquel momento. Tener una gran deuda era algo nunca visto y mi miedo, como fan, era que la única forma que tuvieran para salir de esta fuera vendiendo jugadores. Eso era un anatema -maldición- absoluto para mi.”

Estas palabras -sacadas del libro White Hart Lane: The Spurs Glory Years de Martin Lipton- pertenecen al hombre que cambió el Tottenham, y ya puestos, el fútbol inglés, porque veía al equipo de su vida muy cerca de la desaparición.

Esta acuciante deuda era una consecuencia directa de la renovación del West Stand del estadio acometida 2 años atrás, en 1980, cuando se decidió demoler esta grada para sustituirla por una más segura y, en definitiva, mejor. El problema fue que la obra superó con creces el presupuesto inicial, y tardó 15 meses en hacerse efectiva. Al igual que ha sucedido con la construcción del Tottenham Hotspur Stadium, pues no tienen los Spurs buena suerte con la renovación de sus hogares.

Esto dejó a los directivos con muchas dificultades, ya que el gasto en la reconstrucción del equipo tras el descenso de 1977 hacía crecer una deuda que podía tornarse muy peligrosa. Rondaba los 5 millones de libras, 3 o 4 veces más que el gasto en fichajes en una temporada de cualquier equipo de Inglaterra. Ya que la media del gasto de los equipos que habían invertido dinero en jugadores los dos últimos cursos había sido de menos de 1 millón de libras al año. El Tottenham, en concreto, había invertido poco más de 2 millones de libras entre los últimos dos mercados. Es decir, estaban contra las cuerdas.


Scholar fue comprando acciones del Tottenham de manera discreta hasta que se hizo con el control del equipo.


Fue así como, según cuenta Scholar, empezó a adquirir acciones en el Tottenham, sin evitar la turbiedad en sus actos. Ya que, para evitar que los mandamases del club pudiesen intuír sus actos y lo que pasaría si adquiría muchas acciones, compró las participaciones de individuales dejando su nombre original como representante, aunque fueran suyas de facto. Así, poco a poco, fue recibiendo y moviendo capital hasta llegar a tener cerca del 35% del club, contando con lo que recibiría de Sidney Wale, que de hecho era parte del Consejo Directivo. Entonces, la Junta se enteró, llegó a las noticias, y le dieron un asiento en el Boardroom. Ya estaba dentro. Poco tiempo después, su campaña recibió un pequeño -mayúsculo, en realidad- empujón, debido al enorme esfuerzo económico que realizó Paul Bobroff, adquiriendo otro 15% y apoyando a Irving, que ya contaba con la mitad de la entidad en su poder. En noviembre del 82 tomó el control del club, pero no llegó a ser presidente hasta 1984, pues dejó a Douglas Alexiou, yerno de Wale, en el cargo para así mantener algo de la estructura previa.

El ‘dribbling’ legal que lo cambió todo

Entonces, Scholar puso en marcha la máquina. Primero, se sentó con los abogados del club para estudiar todas las vías con las que contaban para entrar en el London Stock Exchange –la bolsa de valores de la capital inglesa–, un movimiento que ayudaría a paliar los efectos de la reconstrucción de White Hart Lane y de la diferencia entre los beneficios, estáticos y sin variaciones, y los gastos en el mercado de transferencias, cambiantes como el viento. Pero había un pequeño inconveniente, pues la FA se interponía en su camino. Pero como comentamos en la introducción, lograron evitar sus trabas sin problemas.

Decidieron, en una acción empresarial sin precedentes, convertir al equipo, Tottenham Hotspur, en subsidiario de una empresa o sociedad “independiente”, Tottenham Hotspur plc, que fue la que entró en la Bolsa de Londres. Es decir, el club pasó a ser controlado por esta compañía, sobre la cual no se aplicaban las normas de la FA. Este “rodeo” fue imitado, en los años siguientes, por la mayoría de los clubes ingleses, pues los resultados que obtuvieron fueron más que optimistas.

La oferta inicial fue de 1,08 libras por acción, aunque en el primer día el precio llegó a caer hasta los 90 peniques. De donde no se levantó hasta 3 años después. Pero, a pesar de ello, la oferta fue superada 4 veces y media y hubo un total de 12859 solicitantes, según cifras oficiales del club. Gracias a esto, llegaron a superar los 3 millones añadidos al capital de la empresa. Y en la primera junta de accionistas, los beneficios sin impuestos rozaron el millón, muy por encima de los 100 mil del año anterior.

Aunque esto fue la punta del iceberg, como se suele decir. No solo fue el primer club en entrar en el mercado de valores, si no que además promovió a los cuatro vientos la apertura a los negocios extra-deportivos y todo tipo de patrocinios. Contrató a la empresa Saatchi & Saatchi, una marca líder en el ámbito de la gestión pública y la comunicación, para realizar una campaña de publicidad. Ratificó en 1983 el acuerdo ya preexistente con Le Coq Sportif, y en 1985 consiguió a Hummel. Pero la decisión más revolucionaria de todas fue el incluír patrocinio en la camiseta, decisión que llegó el 16 de diciembre del 83, al añadir a HOLSTEN en el centro de su uniforme.

El mayor inconveniente, como siempre, acabó siendo la fugacidad. Lo que rápido llega puede verse sucedido por la evaporación de lo logrado, o llevar “gato encerrado”. Y aunque ese año se clasificaron para la Copa de la Uefa del 84, al quedar 4º, y la acabaron ganando, la caída al barro fue igual de precipitada que la llegada a la cima. Aunque mucho más dolorosa.

Como se suele decir, todo lo que sube baja

Las desgracias de Heysel y Bradford provocaron que los equipos se dieran cuenta de que el fútbol debía cambiar, pues estaba decayendo exponencialmente. En el 85 los clubes de la First Division consiguieron que el 50% de todos los patrocinios e ingresos por televisión fueran para ellos. Y aunque esto fue el inicio de lo que acabaría siendo la Premier League, al Tottenham le quedaba un camino muy tortuoso por delante. En los siguientes 6 años, hasta que Scholar dejó el club, una de las decisiones que tomó fue renovar el East End en 1988, reduciendo la famosa grada de The Shelf, que fue sustituida por oficinas ejecutivas. Este proyecto, que había sido rechazado por el consejo de Haringey, municipio en el que se encuentra el club, tenía un presupuesto inicial de 4 millones de libras. La obra, para sorpresa de todo el mundo, se atrasó, y el debut ante el Coventry -que iba a ser el debut de Paul Gascoigne con el equipo- se tuvo que posponer poco antes de su hora prevista para su comienzo. Para más inri, esa sección de la grada estuvo cerrada toda la temporada, y en el verano siguiente se retomó una vez más. Finalmente, acabó costando el doble de lo previsto, llegando a superar los 8 millones.

Esto, unido al gasto realizado ese verano en fichajes -7 millones invertidos- y al del año siguiente -2 millones-, llevó al club a estar en una situación muy delicada. Teniendo, incluso, que llegar a pedir dinero “prestado”. Tal y como sucedió cuando, en el verano de 1990, el club necesitaba liquidez para acabar de acometer el fichaje de Gary Lineker, que dejaría el Barcelona ese verano. E Irving Scholar decidió acudir a Robert Maxwell, que había sido miembro del Parlamento y se avecinaba al final de su vida, con una fortuna cimentada a base de misteriosas operaciones.

El conocido periodista le cedió más de 1 millón de libras, y se postuló para comprar el club. Pero Scholar perdió esta última batalla ante la Junta del Tottenham, pues no aceptaban que Maxwell pasara a tener el control del equipo, y finalmente acabó siendo comprado por Alan Sugar y Terry Venables en junio del 91, unos meses después de que Scholar dejara su puesto por culpa del colapso financiero en el que se encontraban.

A pesar de este mal final -y sus dos tristes temporada en Notthingam- el legado que Scholar le dejó al fútbol en general, y al equipo en particular, es histórico e innegable. Le dio una nueva perspectiva, y lo puso en la mesa de negociación para crear la competición que, a día de hoy, es la más seguida del mundo. Fue, como el mismo se veía, un hombre adelantado a su tiempo. Y como es costumbre decir, nadie puede ser profeta en su tierra.

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Andrés Weiss