Uno pensaría que una selección que representa a un país con tres millones de habitantes y que participa en una gran cita internacional por primera vez desde la Copa del Mundo de 1958 está abocada al fracaso. Nada más lejos de la realidad.
Gales se ha presentado en Francia con muchos motivos para ser optimista. Para comenzar, Chris Coleman halló en la fase de clasificación un sistema que da solidez al equipo y permite explotar las mejores virtudes de sus jugadores. Coleman utilizó el 3-4-2-1 en las victorias en Israel y ante Bélgica en casa aunque en su debut ante Eslovaquia realizó una pequeña modificación para reforzar el centro del campo y apostó por un 3-4-3 con varias sorpresas en la alineación y Gareth Bale en punta.
Es imposible recalcar suficiente la importancia de Bale en esta selección. El jugador del Real Madrid adora representar a su selección por un evidente orgullo patrio y, no en menor medida, por la libertad que le otorga Coleman. De los once goles de la fase de clasificación, marcó siete y asistió en dos. También fue él quien abrió el marcador en el partido inaugural con un gol de falta directa.
La defensa de tres ha resultado un éxito (Gales encajó solo cuatro goles en la fase de clasificación). Ben Davies se ha reconvertido con éxito de lateral a central zurdo y ha permitido liberar a Neil Taylor, menos fiable en defensa, para actuar como carrilero. James Chester completó una línea de tres muy de la vieja escuela tras ganarle la partida a James Collins, el defensa central del West Ham.

Por supuesto, la selección también tiene carencias evidentes. La principal, en la punta de ataque. Hal Robson-Kanu, el elegido de Coleman y favorito de la afición, se sacrifica, corre y es disciplinado. Pero no es precisamente una garantía de gol a pesar de marcar el tanto de la victoria en el debut con un remate semifallido. Sam Vokes tiene mucho más gol (15 goles en Championship con el ascendido Burnley) pero no ha acabado de funcionar en la selección.
En el corazón del equipo también existen problemas. Joe Allen es titular indiscutible pero Joe Ledley ha llegado muy mermado físicamente a la Euro y no fue titular ante Eslovaquia. Ya es un milagro que entrara de cambio considerando que se rompió la pierna hace poco más de un mes. Su puesto lo ocupó David Edwards, el centrocampista de los Wolves de la segunda división inglesa. Una relativa sorpresa considerando que dejó en el banquillo a Andy King. Posiblemente, Coleman consideró que Allen y King son jugadores con evidente gusto por el toque pero con patentes limitaciones físicas para sostener un equipo con esa vocación ofensiva.
La tercera carencia de la selección es el balón parado. Su única derrota en la fase de clasificación llegó ante Bosnia, que marcó dos goles por esta vía. Como también hicieron Irlanda del Norte y Ucrania en los amistosos de marzo ante Gales. En un torneo corto, es crucial evitar goles de estrategia y a buen seguro que Coleman se ha aplicado en esta vertiente del juego.
Los de Coleman dieron un paso de gigante para superar la fase de grupos con su victoria ante Eslovaquia. Una victoria ante Inglaterra sellaría su clasificación para la siguiente fase. Una oportunidad de oro para una selección que participa en una Euro por primera vez en su historia.
