Inglaterra accedió a cuartos de final tras finalizar primera de grupo gracias a sus dos victorias ante México y Francia, y el empate en el debut ante Uruguay. El equipo de Alf Ramsey fue el único de los ocho cuartofinalistas que culminó sus tres primeros choques sin recibir ningún gol, prueba fehaciente de que el técnico inglés había logrado dotar a su equipo del equilibrio que llevaba buscando desde hacía un par de años. Los argentinos, por su parte, pasaron con los mismos puntos gracias a sendas victorias ante España y Suiza, y un empate ante Alemania Occidental, a la postre finalista.
El encuentro entre ingleses y argentinos se presentaba más que parejo. En 1964, dos años antes del Mundial, los argentinos se habían impuesto por 1-0 en Brasil en un torneo amistoso donde también participaron Portugal y Brasil. Un partido, por cierto, que ayudó a Ramsey a transformar su sistema en un 4-1-3-2 con el duro centrocampista Nobby Stiles como guardia pretoriana de la defensa.
La mañana antes del partido, el 22 de julio, Stiles se temió lo peor cuando vio a Ramsey caminar hacia él. “Se acabó, estoy fuera”, pensó. No era un secreto que la FIFA, molesta por una dura entrada sobre el centrocampista francés Jacques Simon dos días antes, quería a Stiles fuera del equipo y presionó a la federación inglesa para que Ramsey le apartara. Los rumores eran que el técnico inglés había mantenido una agria discusión con los jefes federativos en defensa de Stiles.
Ramsey cuestionó a Stiles a bocajarro: “Quiero saber si le diste la patada a propósito”. Stiles, un católico devoto, lo negó tajantemente. “Llegué muy tarde, sé que pareció muy feo pero fue cuestión de tiempo, no lo hice a posta”, contestó Stiles.
“Te creo”, respondió Ramsey, “confío en tu palabra como inglés”. Y acto seguido, Ramsey dio media vuelta para decirles a los miembros de la federación que estaba dispuesto a dimitir en ese preciso instante a menos que permitieran jugar a Stiles. A los directivos no les quedó más remedio que claudicar ante la amenaza del técnico.
Antes del partido, los dos asistentes de Ramsey, Harold Stepherdson y Les Cocker hablaron con Stiles individualmente. “Fue gracioso”, contó Stiles, “porque los dos me dijeron, muy serios, que Alf había puesto en juego su reputación por mí y debía hacer todo lo que estuviera a mi alcance para no decepcionarle. Siempre fui propenso a enfadarme con las decisiones incorrectas, así que comprendí a qué se referían. Si cometía cualquier estupidez, dejaría en evidencia a Alf y debilitaría su posición”.
El otro nombre propio en la previa del encuentro fue el de Jimmy Greaves. En aquel momento, el delantero del Tottenham era el máximo goleador de la selección inglesa. Tras su mala experiencia en el AC Milan, Greaves había marcado 137 goles en 174 partidos de liga con los Spurs y era considerado comúnmente como el mejor delantero inglés desde la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, Greaves no había logrado marcar en ninguno de los tres partidos de la fase de grupos y Ramsey se mostraba inquieto con la sequía de su goleador. Así que tomó una decisión drástica. Aprovechó que los médicos ingleses tuvieron que coserle cuatro puntos en la espinilla tras el encuentro ante Francia para sustituirle por Geoff Hurst, el delantero del West Ham. La decisión resultaría crucial ante Argentina y en el resto del campeonato.
Los ingleses eran conscientes de que Argentina era posiblemente el rival más duro del torneo. Por aquel entonces, no existía una rivalidad entre ambos países. Más bien al contrario. El fútbol fue introducido en Argentina por los 10.000 expatriados británicos que habitaron Buenos Aires en la segunda mitad del siglo XIX. El primer partido de fútbol en Argentina fue disputado entre dos equipos formados por británicos que trabajaban en el ferrocarril. Algunos de los clubes de fútbol más antiguos del país, como Rosario Central, Newell’s Old Boys o Quilmes, fueron fundados por expatriados británicos.
El choque de 1966 no fue el primer enfrentamiento entre ingleses y argentinos sobre un campo de fútbol. Inglaterra venció por 2-1 a Argentina en Wembley en 1951, en el primer partido internacional entre ambos equipos. En 1953 jugaron dos encuentros en Buenos Aires. El primero, que finalizó con victoria argentina por 3-1, no fue reconocido como oficial por Inglaterra, que alineó a un equipo suplente. Sin embargo, FIFA y Argentina sí lo reconocen como tal. En el segundo encuentro, Inglaterra alineó a sus mejores jugadores, incluido Alf Ramsey, pero el partido fue suspendido a los 36 minutos a causa de una lluvia torrencial con 0-0 en el marcador. El siguiente encuentro no llegó hasta el Mundial de 1962, cuando la victoria de Inglaterra por 3-1 eliminó a Argentina. En 1964, Argentina ganó 1-0 en el ya mencionado torneo amistoso de la Taça de Nações.
“Sabía por nuestro enfrentamiento de 1962 que eran proclives a responder a la más mínima provocación pero nunca había visto a un equipo tan decidido a ganar por cualquier medio”, afirmó Walter Winterbottom, predecesor de Ramsey en el cargo, sobre el encuentro de cuartos de final ante Inglaterra. “Tenían jugadores fantásticos, algunos de los mejores del campeonato. Si se hubieran concentrado en jugar a fútbol, quizás nos habrían ganado”, afirmó Stiles. Lo cierto es que el partido no tardó en convertirse en una guerra. Los argentinos sospechaban que existía un complot entre Inglaterra y Alemania para eliminar a las selecciones sudamericanas, en el cual estaba involucrado el árbitro alemán Rudolf Kreitlein.

El partido ha quedado para la historia por la polémica expulsión del capitán argentino Antonio Rattín. A los pocos minutos, Rattín fue amonestado por una falta sobre Bobby Moore y, a la media hora de juego, vio una segunda amarilla tras discutir con el colegiado por una falta sobre Hurst. En la previa, Ramsey había identificado al espigado Rattín como el jugador más importante de los argentinos. “Le habíamos visto por televisión”, recordó Stiles, “y nos impresionó el tiempo que parecía tener siempre. El problema es que siempre que perdía el balón, metía la pierna”.
La prensa argentina afirmó que Kreitlein había expulsado a Rattín porque “no le gustó cómo le había mirado”. La prensa británica habló de “violencia verbal”, aunque el colegiado no hablaba español. Durante la discusión, Rattín señaló su brazalete de capitán para darle a entender al colegiado que su única intención era hablar con él con ayuda de un intérprete. Años más tarde, el propio Rattín explicaría el incidente desde su punto de vista: “Le mostré mi brazalete y me dijo “¡Out, out!”. Y me expulsó. ¿Cómo podía entender lo que estaba diciendo si él hablaba alemán y yo español? Es un mentiroso. Murió hace mucho tiempo. Espero que Dios le tenga en su gloria… y no le deje bajar a arbitrar más partidos”.
Para Kreitlein y los jugadores ingleses, la barrera del idioma no fue un obstáculo para comprender lo que Rattín le estaba diciendo. Según Ray Wilson, “no entendí las palabras pero el tono, la forma de pronunciarlas y los gestos dejaron claro que estaba protestando, por decirlo de alguna manera”.
Ken Aston, el supervisor inglés de los colegiados, apareció en el campo para tratar de convencer a Rattín de abandonar el terreno de juego pero solo provocó la reacción airada de los argentinos, convencidos de que existía un complot entre alemanes e ingleses para eliminar a los argentinos y disputarse la final. El propio Rattín insinuó después que no era una coincidencia que un inglés arbitrara el partido entre Alemania Occidental y Uruguay, en el que dos jugadores sudamericanos fueron expulsados. Los argentinos desconfiaban de la FIFA, presidida por el inglés Sir Stanley Rous (sustituido poco después por el brasileño Joao Havelange, en parte a causa de estos incidentes) y consideraron incluso que existía una conspiración para eliminar a Brasil, cuyos partidos de la fase de grupos fueron arbitrados por dos alemanes y el inglés George McCabe, que no sancionó una durísima falta de Joao Morais sobre Pelé.
El juego estuvo detenido durante ocho eternos minutos. Por supuesto, Stiles fue incapaz de mantenerse alejado de la acción, lo cual provocó que recibiera algún que otro escupitajo (“seis o siete durante el partido”, confesaría luego). Desde el banquillo, Ramsey presenció la escena presa del pánico temiendo una reacción violenta en cualquier momento. En lugar de eso, observó cómo Stiles se alejaba de la acción. “Es difícil describir lo que sentí”, contó luego Ramsey. “Por supuesto que fue un alivio pero fue más que eso. A pesar de su deseo de ganar y del gran trabajo que hizo para Inglaterra, aquellos tipos [así era como Ramsey se refería a sus jefes en la federación] estaban dispuestos a dejarle fuera del equipo para complacer a la FIFA”.
Finalmente, Rattín fue escoltado por la policía fuera del terreno de juego. Mientras se iba, golpeó el banderín, con la bandera británica, para finalmente sentarse sobre el césped.
Con diez jugadores, los argentinos se reorganizaron y, lejos de darse por vencidos, amenazaron la portería inglesa en varias ocasiones. Stiles tuvo que intervenir un par de veces al borde del área para abortar un par de peligrosos ataques. En otra ocasión, el argentino Oscar Mas superó en velocidad a George Cohen y la defensa inglesa tuvo fortuna de que no encontrara ángulo para disparar.
En el minuto 77, Ramsey respiró por fin aliviado. Hurst, el sustituto de Greaves, marcó de cabeza para adelantar a los locales. Inglaterra acabaría aguantando el resultado demostrando que había aprendido del pragmatismo argentino en 1964, cuando derrotaron a los ingleses en Brasil.
Una instantánea de los momentos posteriores al final del encuentro ha quedado grabada en la memoria colectiva. En ella, Alf Ramsey impide a su jugador George Cohen intercambiar su camiseta con un rival. “Cuando Alf vio lo que estaba sucediendo”, contó Cohen, “vino corriendo y me dijo “no te cambiarás la camiseta con él”. Estaba furioso por la forma en que jugaron”.

Según Cohen, lo que molestó a Ramsey no fueron las duras entradas, sino “los escupitajos, y los tirones de los pelos de la nuca y de las orejas”. Para el lateral inglés, “fue una pena porque Rattín era un jugador excepcional y ellos tenían un equipo muy bueno técnicamente”.
La violencia del césped se trasladó al túnel tras el partido. Ramsey ordenó a sus jugadores que no abandonaran el vestuario para evitar males mayores. Los argentinos golpearon la puerta pero no lograron abrirse paso gracias a la presencia de la policía, así que orientaron su rabia hacia el colegiado alemán, que fue agredido en el túnel, donde algunos jugadores argentinos orinaron.
Tras el encuentro, Ramsey no pudo contener su rabia ante la prensa: “Todavía no hemos alcanzado nuestro mejor fútbol. Llegará contra el tipo adecuado de rival, un equipo que venga a jugar a fútbol y no a actuar como animales”. Poco podía imaginar Ramsey entonces que esta frase abriría una agria rivalidad entre ambas naciones que ha llegado hasta nuestros días. En una afirmación premonitoria, un periódico argentino publicó: “Primero nos robaron las Malvinas y ahora la Copa del Mundo. Si nosotros somos animales, ellos son ladrones”.
Años más tarde, algunos jugadores de la Copa del Mundo de 1966, incluido Rattín, se reunieron en Wembley para jugar un torneo de fútbol sala. Allí, Stiles distinguió a lo lejos al francés Simon: “Nunca había tenido la oportunidad de pedirle disculpas por aquella entrada, así que me acerqué y le dije que fue un accidente. Simon sonrió pero entonces apareció Greaves, que había presenciado la escena a lo lejos. Pasó junto a nosotros y le susurró a Simon al oído: “¡No le hagas caso a este pequeño malnacido!”.