Allá por el mes de noviembre, el Liverpool decidió prescindir de los servicios de Brendan Rodgers. El elegido para relevar al entrenador norirlandés fue Jürgen Klopp. La primera temporada del técnico alemán en Merseyside dejó un sabor incierto. Con una discreta posición en la Premier League, la apuesta unánime a la Europa League resultó fallida. Una primorosa remontada frente al Borussia Dortmund en cuartos de final se malogró cayendo en la final frente al Sevilla. Y por ende, sin plaza de Champions League en esta temporada.
El verano se presentaba como el momento idóneo para que Klopp pudiera formar su propio proyecto en Anfield Road. Con los jugadores deseados por él, y no los elegidos y adquiridos por Rodgers. Pero pasado el ecuador del mercado estival no ha sido así. Los fichajes, aunque de cierta calidad, no parecen responder a las exigencias del aficionado Red ni a las necesidades del propio Liverpool.
El club ha fichado a Sadio Mané, Georginio Wijnaldum, Ragnar Klavan, Loris Karius y Joel Matip. Los dos primeros son mediapuntas de grandes destellos pero que carecen de continuidad en los partidos. Es decir, tienen las mismas virtudes y los mismos defectos que Philippe Coutinho e incluso Adam Lallana. Ragnar Klavan y Joel Matip son dos buenos centrales pero tampoco tienen la capacidad de marcar una diferencia notoria respecto a Dejan Lovren y Mamadou Sakho. Tan sólo el fichaje de Karius parece un acierto para desplazar al irregular Simon Mignolet.
En Anfield Road se ha instaurado un clima de mediocridad y falta de autoestima desde hace demasiado tiempo. El Liverpool es una de las instituciones más ilustres del fútbol en toda la historia. Pero no es de recibo tener como laterales titulares a Nathaniel Clyne y Alberto Moreno. Y como creadores de juego a Emre Can, James Milner o Jordan Henderson. A pesar de la polivalencia y versatilidad de todos ellos. Con estas piezas es realmente complicado pensar en una vuelta a los cuatro primeros puestos de la clasificación. Y mucho más en volver a competir por la Premier League. La competencia en el fútbol inglés es feroz. Y los Reds parecen más una oveja que un lobo.
Queda un mes de mercado y las deficiencias en la plantilla se pueden subsanar. Pero a poco más de diez días de que empiece la liga, la sensación con el Liverpool es de desesperanza. De suspiros. De otro año a la estela de los grandes. De seguir fallando a la historia y la tradición de la institución. Sigue estando el genio Jürgen Klopp. Pero con esta plantilla parece difícil que alguien vaya a frotar la lámpara.