Cynthia Serna

El trío amoroso entre Infantino, el City y el fair play financiero

Football Leaks ha dado a conocer los detalles de los supuestos acuerdos privados a los que llegó la UEFA con el Manchester City y PSG para evitar puniciones por sus desigualdades financieras. Y en el medio de la tormenta del fair play financiero, Gianni Infantino.

En 2015 Gianni Infantino comunicó su interés en dar el gran paso para convertirse en presidente de la FIFA. El hasta entonces Secretario General de la UEFA prometió darle un soplo de aire fresco a una organización que se había visto salpicada por las recientes controversias de la mano de Michel Platini y Sepp Blater, ambos inmersos en un mar de corrupción, de irregularidades y de prácticas que poca justificación encontraban en el fútbol. Ambos fueron suspendidos y condenados a ocho años alejados de cualquier práctica relacionada con el balompié.

Fue entonces cuando Infantino aprovechó los mares tormentosos para impulsar su candidatura a presidente de la FIFA. En 2016, año en que se celebró la elección, el suizo-italiano ganó por goleada en la segunda vuelta de las votaciones al candidato favorito para hacerse con el altar, Salman bin Ibrahim Al Jalifa, presidente de la Confederación Asiática de Fútbol.

En su recién estrenada presidencia, la polémica tardó bien poco en hacer su particular acto de presencia. Y es que, más vale malo conocido que bueno por conocer. Infantino apareció en los Panama Papers y fue investigado por el Comité Ético de la FIFA por, entre muchas otras cosas, emplear el dinero de la organización para bienes materiales personales como vuelos, trajes, colchones, flores, y máquinas de ejercicio a precios cuestionables; así como negarse a mostrar su contrato con la FIFA al Comité Ético. La cosa quedó ahí y no se llegó a indagar mucho más allá.

Los mundiales de Rusia 2018 y Qatar 2022 también salpicaron al presidente de la FIFA y trajeron consigo más polémica de la ya creada por el supuesto trato de favor que se les otorgó a ambas sedes del campeonato. Sin embargo, la avaricia rompe el saco, y si el río suena, agua lleva. El presidente de la FIFA, de la mano de Football Leaks y el diario alemán Der Spiegel, se ha vuelto a ver envuelto en la polémica, esta vez por medio del Fair Play financiero y de su ligera, por no decir inexistente, aplicación tanto en Manchester City como Paris Saint-Germain.

Hace cinco años, cuando Infantino todavía desempeñaba el cargo de secretario general de la UEFA, ésta implantó el Fair Play Financiero: un conjunto de normas y reglas para equiparar el terreno económico dentro del fútbol europeo, para evitar que grandes magnates y oligarcas beneficiaran a sus clubes y para poner freno a un proceso desequilibrante entre los más grandes y los más humildes, económicamente hablando. La idea era que los clubes fuesen investigados cada año para asegurarse de que no rompían el código del FFP (Financial Fair Play) e Infantino tuvo un rol primordial en la implantación de dichas normas junto con Michel Platini -que quiso reforzar su candidatura y posición como presidente de la UEFA-.

Las reglas eran simples: el déficit de un club entre las temporadas 2011-2013 no podía superar los 45 millones de euros, y en las tres temporadas consecuentes, tampo podía sobrepasar los 30 millones. Unido a todo lo anterior, la UEFA también estaría pendiente de que los contratos publicitarios y de patrocinios con las empresas no distorsionaran la competición, ya que muchos de ellos inyectaban a los clubes cantidades infinitamente superiores y de esta manera les proporcionaban un mayor margen para realizar movimientos en los mercados de fichajes y en los contratos de sus futbolistas.

Tanto Michel Platini como Infantino se encargaron de dejar claro que cualquier brecha en el contraro del Fair Play Financiero supondría un castigo al club y consecuencias materiales traducidas en una suspensión de su participación en la Champions League. La temporada 2013-2014 fue la primera en la que los clubes se vieron inmersos en una inspección minuciosa de sus cuentas, compras, gastos, déficits, patrocinios y libros financieros para asegurar ese “juego limpio” en términos económicos. Mientras, la UEFA se había pasado meses investigando a varios clubes que creían habían podido violar las reglas del Fair Play Financiero, entre ellos, Manchester City y PSG: dos clubes que se habían convertido en magnates del fútbol gracias al poder adquisitivo de sus dueños.

Según ha filtrado Football Leaks y Der Spiegel, Infantino, una persona que junto con Platini se encargó de dar forma a esas reglas que iban a sanear una práctica que cada vez preocupaba más al mundo del balompié -o al menos, eso creíamos desde fuera los de siempre-, habría ayudado tanto al Manchester City como al PSG a pasar dichos controles financieros y habría mitigado las multas y castigos de ambos por medio de reuniones secretas y acuerdos privados.

Cuando el Abu Dhabi United Group for Development and Investment, un grupo inversor de los Emiratos Árabes con Mansour bin Zayed Al-Nahyan como máximo accionista, se hizo con el control del club por unos 250 millones de euros, el Manchester City dio un golpe sobre la mesa y se convirtió en un nuevo rico: un club que tenía incesantes cantidades para comprar, para renovar plantilla y para pedir jugadores con tan solo señalar con el dedo. 

Los gastos aumentaron considerablemente y el Manchester City debe su reciente éxito, en parte, a la masiva inyección de capital de mano de la familia más poderosa de Abu-Dhabi. El City ya era consciente en 2013 de que las nuevas reglas del Fair Play Financiero les colocaban en una situación complicada y que traería problemas a Mánchester, pues solo entre 2009 y 2011, el club había gastado unos 451 millones de euros, unas cifras muy alejadas de los nuevos «estándares» de la UEFA.

Las personas encargadas de la monitorización del cumplimiento del Fair Play financiero también notaron ciertos desequilibrios en los contratos de patrocinios del Manchester City, que categorizaron de “significativamente más altos” que el del resto de clubes, ya que entre todos sumaron la cuantiosa cifra de 50 millones de euros y, además, venían de empresas relacionadas entre sí. Para rematar todo lo anterior, el capital que se pagó por los patrocinios fue un 80% mayor de su valor en el mercado.

Aunque llegar a un acuerdo resultó un tanto difícil debido a las exigencias del abogado del club, Simon Cliff, Infantino acabó por poner al club de Mánchester la misma multa que a sus compañeros parisinos: veinte millones de euros; una cifra que para magantes y oligarcas es como para un mortal un chicle de cinco céntimos en un quiosco del parque. Como bien dijo el Director Ejecutivo del club inglés después de firmar el acuerdo, Ferran Soriano, se trataba de algo que “materialmente no nos afecta”. Después de esta sanción irrisoria, tanto City como PSG amasaron una cifra superior al billón de euros entre ambos en fichajes de nuevos jugadores en los años sucesivos.

Los conflictos de intereses entre los clubes y organizaciones como la UEFA han acabado por minar la reputación de iniciativas como el FFP (Financial Fair Play), que sí que se consiguen implantar en clubes más humildes y con menos capacidades financieras, pero que no aplican sus capacidades punitivas ante gigantes como el Manchester City o el Paris Saint-Germain. Es un poco como cuando tus padres te echaban el sermón, pero te dejaban salir con tus amigos igualmente después de la charla educativa.

El mundo del fútbol siempre ha sido consciente de las irregularidades económicas de clubes como el Manchester City, pero rara vez se han producido consecuencias acordes a dichos crímenes financieros. La confirmación, no solo de éstas, sino de la implicación directa del actual presidente de la FIFA, Infantino, deja muy mermadas a ambas instituciones y vuelve a plantear el debate de a dónde va a ir a parar el deporte que, hace no tanto, era tanto de nosotros como lo era de ellos.

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Cynthia Serna