Desde que se rumoreó (con acierto) que Unai Emery sería el nuevo entrenador del Arsenal no se han dejado de escuchar voces discordantes sobre esta decisión. Con mayor (los pocos) o menor (los más) criterio para emitir cada uno su opinión. En este mundo de las redes sociales nos hemos acostumbrado a emitir opiniones sin argumento alguno más allá de «esta es mi opinión y esto es así». La mayoría de estos opinadores virtuales se decanta por considerar el nombramiento del técnico español como un error mayúsculo, casi histórico, por parte de los directivos Gunners. El tiempo dará y quitará razones pero a mí personalmente me parece una decisión acertada. Yo sí explicaré mis motivos.
En contra del hondarribiarra (gentilicio de Hondarribia, o Fuenterrabía en español, vamos a esparcir cultura guipuzcoana) se esgrime principalmente que no es un entrenador de élite, que no ha demostrado nada cuando ha tenido bajo sus mandos una gran plantilla y que no sabe gestionar un grupo cuando hay grandes estrellas. También se alude a su idea de juego usando sobre todo el término técnico «cagón».
Aunque el favorito inicial para suceder a Arsène Wenger tras casi 22 años era Mikel Arteta, los directivos encargados de elegir a su sucesor, el director general Ivan Gazidis, el director deportivo Raúl Sanllehí y el jefe de ojeadores Sven Mislintat, se quedaron pasmados ante la exhaustiva presentación de Emery. En esta explicación, el español demostró un profundo conocimiento de la plantilla y presentó un plan detallado de cómo esperaba devolver al equipo a la élite. Además, los responsables de su fichaje dijeron que concordaba con lo que buscaban, entre otras cosas, practicar un fútbol atractivo, como el propio Emery afirmó en su presentación: «Queremos ser protagonistas siempre e imponer nuestro estilo a nuestros rivales».
No voy a hablar de sus números con el PSG porque lógicamente su contexto en el Arsenal será radicalmente diferente, pero creo que sí nos valen a modo de evaluación sus temporadas en el Sevilla. Recogió un equipo que venía de no clasificarse para Champions a mitad de la temporada 2013-14 y que, por supuesto, no era el cuarto mejor en España en potencial, algo así como lo que se va a encontrar en su desembarco en Londres. En esa primera media temporada en Sevilla ganó la Europa League tras derrotar al Benfica en la tanda de penaltis y quedó quinto en liga, siendo su equipo en cuarto máximo goleador con 69 goles a favor en 38 partidos. En su siguiente temporada, obtuvo el mismo título europeo, de nuevo fueron quintos y esta vez fue el tercer equipo más goleador de España, con 71 goles en 38 partidos. En su última temporada en Nervión consiguieron su tercera Europa League consecutiva (recordemos que el historial europeo del Arsenal se resume en la Copa de Ferias de 1970 y la Recopa de 1994) y en liga fueron séptimos, con tan solo 51 goles en 38 partidos, sextos máximos goleadores de La Liga.
Respecto al tema de gestión de grupos, poco puedo argumentar porque ni conozco las intimidades del vestuario sevillista ni las del parisino, como tampoco el Gunner, por cierto. Por supuesto, se han filtrado situaciones como que los pesos pesados de algunos de estos equipos mantenían una relación tensa con él porque el técnico les exige mucho trabajo en el campo y fuera de él… Aparentemente, exigir a los jugadores que sean profesionales modélicos y creer que incluso los mejores pueden serlo aún más es pecado en muchos sitios en el fútbol actual.
Ahora reflexionemos sobre qué es lo que más se ha echado en cara a Wenger los últimos tiempos: un libreto táctico anticuado, poca preparación de los partidos, plantillas descompensadas, fragilidad defensiva… No hace falta una gran imaginación para colocar a Unai como alguien que puede corregir todas esas deficiencias. Métodos de trabajo modernos, exhaustivos hasta el más nimio detalle y un conocimiento de los rivales tan minucioso como el que más son sus señas de identidad. Cuando estaba en Sevilla, solía darle a cada jugador un pen drive con instrucciones específicas para el próximo partido. En una ocasión, sospechaba que uno de sus jugadores no estaba leyendo esos archivos así que, a la semana siguiente, le dio un USB vacío. Como intuía, el jugador no le dijo nada.
Sinceramente creo que la situación actual del Arsenal, con menos poder económico que sus rivales, tras dos años sin Champions League y sobre todo con el adiós de un entrenador muy carismático que ha estado 22 años decidiendo hasta el color de los baños en el Emirates, necesita de un entrenador que traiga orden, que revitalice la plantilla con nuevas ideas y que sepa exprimir a unos jugadores que, sin ser de élite en muchos casos, puedan competir cada fin de semana y cada jueves. Emery lo ha hecho en el pasdo y creo que lo puede volver a hacer.