La Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue uno de los episodios bélicos más cruentos de la historia. En los primeros compases del conflicto, los soldados aliados que estaban desplegados en el frente de Flandes eran británicos en su mayoría, si bien es cierto que estaban apoyados por franceses y belgas. Todos ellos estaban en una zona que se extendía desde el Mar del Norte hasta Suiza. El día de Navidad, la muerte dejó paso a la vida, sucediendo en Yprés (Bélgica) algo impensable para todo aquel que se encontraba en el frente. Hubo una tregua que pasaría a la historia, ya que se dejarían de lado los rifles para reunirse en un campo de fútbol improvisado.
Existen testimonios de diversos militares en relación a la tregua del 25 de diciembre. Uno de ellos es el de William Quiton, un soldado inglés, en su diario, dónde se muestra cómo fue llegando a ese momento de respiro desde el día anterior: “Al caer la tarde del día 24 hubo algo en las líneas alemanas que hizo que nos frotáramos los ojos, por encima de sus parapetos observamos lo que parecían pequeñas luces de colores, los alemanes habían recibido pequeños abetos para animar las fechas y se les ocurrió decorarlos con velas y candiles”. No solo en la decoración quedó el espíritu navideño alemán, ya que Quiton asegura oírles cantar villancicos. Nostálgicos y alegres al mismo tiempo, comenzaron a entonar canciones populares, provocando una respuesta idéntica desde el lado inglés que se alargó toda la noche. Al amanecer del día de Navidad, los alemanes volvieron a dar señales de concordia. Con este panorama, un soldado inglés llamado Willie Loasby comenzó el camino que daría inicio a la confraternización física.
Loasby sería uno de los grandes protagonistas de este episodio festivo. El día de Navidad este soldado levantó las manos para demostrar que sus intenciones no son agresivas, trepando el parapeto para saltar fuera de su trinchera. Andando por la nieve que separaba ambas trincheras, fueron apareciendo gestos relajados y sonrisas a medida que avanzaba. Cuando terminó de recorrer los 36 metros que había de distancia, lo esperaba un suboficial alemán. Se miraron a los ojos, y estrecharon sus manos. Había tregua.

Lo que ocurrió en esa jornada fue algo impensable. Se sabe por las cartas y diarios que los desconocidos comenzaron a charlar, a mostrarse fotos de sus familias, y a compartir comida y bebida. Incluso, según cuenta el historiador inglés Stanley Weintraub, unos y otros se ayudaron a cavar fosas y enterrar a sus caídos. De repente, alguien apareció con un balón de fútbol (unos dicen que eran soldados ingleses y otros escoceses los que dieron la ideal del partidillo). Había hasta 16 jugadores de los Hearts de Edimburgo combatiendo en el frente y que se apuntaron como voluntarios rápidamente. Hay testimonios que corroboran dicho episodio tal y como revela el diario del teniente inglés Charles Brockbank: “Alguien sacó una pequeña pelota, así que, por supuesto, empezó un partido de fútbol». De inmediato se pusieron de acuerdo, y cada equipo señaló los arcos con sus cascos.
El teniente alemán Johannes Niemman escribió en una carta: “No era sencillo jugar en un lugar congelado, pero eso no nos detuvo. Mantuvimos las reglas del deporte a pesar de que el partido solo duró una hora y no había árbitro, muchos pases fueron largos y el balón constantemente se iba lejos. Nosotros, los alemanes, descubrimos con sorpresa cómo los escoceses jugaban con sus faldas, y sin tener nada debajo de ellas. Incluso les hacíamos una broma cada vez que una ventisca soplaba por el campo y revelaba sus partes. Sin embargo, una hora después, cuando nuestro Oficial en Jefe se enteró de lo que estaba pasando, éste mandó a suspender el partido. Un poco después regresamos a nuestras trincheras y la confraternización terminó. El partido acabó con un marcador de tres goles a favor nuestro y dos en contra”. Otro testimonio mantenido como cierto es la carta redactada por el Teniente alemán Kurt Zehmisch: «Los ingleses sacaron un balón de fútbol de sus trincheras, y de inmediato nos pusimos a jugar un partido. Qué maravilloso fue aquello, a la vez que realmente extraño». Quizá la versión más fehaciente sea la que aporta Chris Baker, fundador y director de The Western Front Association, quien afirma que «hay evidencias de que se organizó un pequeño partidillo de fútbol en una zona en tierra de nadie cerca de Messines”. Este dato lo atestiguan muchos de los que allí estuvieron presentes, ya sea mediante cartas o diarios.
Como siempre ocurre en estos casos, los buenos momentos siempre duraron poco. Los oficiales superiores tenían órdenes opuestas a todo intento de amistad entre enemigos, por lo que la tregua finalizó de inmediato. Se confiscaron cartas, fotos y presentes, habiendo incluso fusilamientos por dicha tregua. Existen relatos más confusos, los cuales aseguran que hubo diferentes partidos en diferentes zonas: uno entre alemanes y tropas escocesas, otro entre los Sutherland Highlanders contra alemanes (acabando 4-1 para los británicos), otro entre artilleros ingleses contra infantes germanos cerca de Ypres, y otro entre británicos y alemanes cerca de Le Touguet. En este último caso, se dice que el balón fue una lata de conservas vacía.

Mucho tiempo después, coincidiendo con el centenario de dicho episodio en 2014, la federación Inglesa convirtió este aniversario en un gran símbolo. Gracias a este equipos de todas las categorías y edades colgaron fotos mixtas con el rival, evocando el espíritu de aquel partido. También en la base militar de Aldershot, al sur de Inglaterra, se disputó un partido con dos equipos formados por soldados ingleses y alemanes. Antes de jugar, se cantó Noche de paz en los dos idiomas, acompañados por las voces de más de 2.500 espectadores. El encuentro concluyó con victoria inglesa por 1-0. También, por los cien años del partido en el bosque de Ploegsteert , la UEFA honró a los futbolistas de ambos bandos y se celebraron partidos amistosos entre ingleses y germanos. La BBC realizaría en los años ochenta un emocionante documental con entrevistas a tres testigos de aquel momento, cuando tenían 80 años: “Como todas las Navidades, dedicaré una parte de mis pensamientos a aquello. Y recordaré a mis amigos que nunca lograron volver a casa”, agregaba uno de los entrevistados. El 21 de noviembre de 2005, el último veterano de guerra aliado superviviente de la tregua, Alfred Anderson, murió en Newtyle, Escocia, a los 109 años. Como dato histórico, hay que decir que no hace mucho se subastó por varios miles de libras en Inglaterra una carta de ocho páginas que Loasby le escribiría a su madre horas más tarde, comentando como se había fraguado todo el proceso de tregua y lo que acontecería después.
Este episodio nos hace ver como la voluntad humana, mediante el fútbol y el deporte, puede vencer a la sinrazón y la violencia. No hace tanto tiempo como se cree, en algún lugar de Europa un grupo de soldados decidió desafiar a todo lo que les rodeaba, intentando ser felices por unas horas con un balón de por medio, pese a que unas horas después volviese a aparecer la violencia. Por desgracia, cuando la muerte volvió a aparecer, poco pudo rodar el balón en los años venideros, ya que la Primera Guerra Mundial dejó estragos por Europa. El hecho de que estos tipos dejasen de lado todo por el fútbol me hace recordar una frase de Maquiavelo, que resume este y todos los conflictos: “Las guerras comienzan cuando se desea, pero no terminan cuando se quiere”.