Dicen que está perdiendo magia. Que ya no es lo que era que contarán los nostálgicos. Como sobre casi cualquier cosa, por otra parte. Especialmente en el fútbol. Las cosas cambian, pero también lo hacen las personas a pesar de que muchos insistan en que sólo son las cosas las que cambian y no ellos. Pero como en tantas otras cosas, también hay algo de cierto en que es disinto. Quizás la FA Cup algún día se rompa de tanto usarla. Aunque si lo hace probablemente lo hará por expectativas desmedidas sobre cuál es su cometido existencial. La marcada desigualdad competitiva entre los seis primeros en la Premier League y el resto fuerza, desde el colectivo, a la FA Cup a que nos ofrezca machadas constantes. Una tras otra pero tampoco que sea siempre que entonces no tiene gracia. Y que los equipos grandes pongan a todos los titulares, porque si a mí -persona sedienta de presenciar caos y reticente a ponerme simplemente a ver una película de Jason Statham- me importa, a ti, equipo snob, también debería. Cada año parece venir la FA Cup a hacer preguntas confusas (con tintes existenciales-futbolísticos) y de más confusa respuesta. Pero seguimos, porque nos gusta. Y porque las razones para que nos guste sobran, aunque sean muy poco convencionales.
Acaba de terminar el Manchester City-Liverpool. Todavía estás intentando recuperarte y de repente ya es viernes por la noche y ha empezado la jornada de FA Cup y el Tottenham está jugando contra el Tranmere, el tercer equipo de Liverpool, el de culto, el que desborda personalidad. No así armas, sin embargo, con las que frenar a un Tottenham radiante un viernes por la noche en Tranmere con Heung-Min Son y los suplentes. Sería después de 40 minutos de encomiable entereza local que llegaría el primer golpe. Golazo de Serge Aurier para abrir la lata. Como latas de cervezas se hubiesen abierto muchas -si no fuese la cerveza servida de grifo- a lo largo de una larga noche para el Tranmere. Aunque grifo de goles sería precisamente lo que aportaría el Tottenham. Pero volviendo a Aurier: en una realidad alternativa, en un universo paralelo, en el que la vida pudiese ser una FA Cup constante, Aurier podría ser el mejor jugador de fútbol existente.
Compitiendo con fervor con Fernando Llorente. En ese punto entre parodia y post-parodia en el que se encuentra, aprovechó una rara oportunidad para recordar sus cualidades. Unas seguramente no preparadas para hacer mucho más de lo que está haciendo en el Tottenham, desafortunadamente. Pero imaginad por un momento, ¿un mundo en el que él es el delantero estrella de este equipo y Harry Kane el suplente que sale para los últimos minutos? La imaginación humana puede ser fascinante. Tanto como Pochettino en su explicación sobre por qué sacar a Kane al campo con 0-6 en el marcador. “Respetar al equipo, respetar al oponente. No van a tener muchas más oportunidades de ver a Harry Kane jugar aquí en una competición como la FA Cup. Por diferentes motivos decidí hacer un cambio y poner a Kane en el campo, pero una de ellas es que es importante mostrar respeto para que pudiesen ver a Harry Kane, que es un icóno en el fútbol inglés. Es difícil en esa división [4ª] ver algo así. Era importante verle en acción”.

A un equipo dos divisiones por encima del Tranmere, el Rotherham de segunda, el Manchester City le metió otros siete. También a cero. Sólo dos puntos por encima en la Premier League, sigue resultando mucho menos sorprendente verles a ellos tritutar a un rival de esta forma que al Tottenham. Combinaciones estelares y un Rotherham perdido en una galaxia que no es la suya. Pero lo intentaron y eso no se les puede reprochar. A quienes cuentan con un entrenador, Paul Warne, que ha llegado a ser apodado “Paul Warniola”. Un dato de estos que te cambian la vida. Como de la noche a la mañana cambió la vida de otro técnico, pero en este caso del Oldham. Habiendo comprado hace unas semanas entradas para ir a Londres a ver al propio Oldham con sus amigos, Pete Wild (“Pedro Salvaje”, ojo con esto) fue ascendido de su puesto de entrenador (interino) en la academia del club al de entrenador del primer equipo. Y fue a Craven Cottage para el Fulham-Oldham. Donde lo “viejo” venció (1-2) a lo “lleno” pero sin poder hacer nada por salvar este lamentable juego de palabras. Como juego lamentable el de los capitalinos, pero ningún mérito a restar del Oldham. A ver si a quien necesitaba de entreandor el Fulham era al señor Salvaje. Como salvaje fue la entrada, el sábado, en el primer minuto de partido, de Andrew Fox en el Crystal Palace-Grimsby. Primero vio la amarilla, después, a través de la “asistencia arbitral en vídeo” también conocida como VAR, vería la roja. El Grimsby, el equipo con un barco y tres peces en su escudo, resistió con diez y un gran esfuerzo antes de caer ante otra de esas facetas de la FA Cup: la de laboratorio de pruebas. Sacó de inicio el Crystal Palace a su delantero noruego Alexander Sorloth con esperanzas de que en realidad sea bueno. Al final Jordan Ayew, otro jugador cuya titularidad en la punta de ataque es un experimento perpétuo, fue quien marcó el gol ganador.
Donde no ganó ni el fútbol fue en el Sheffield Wednesday 0-Luton Town 0. No fue el único empate pero sí el único a cero. Como a cero dejó su portería un Manchester United cada día que pasa más alegre. Volvió a haber un entrenador portugués llamado José en Old Trafford este sábado. Aunque de apellido Gomes y dirigiendo al Reading. Pero elló no impidió el 2-0 local y la ampliación del pleno de victorias. Mientras, ni un triste replay pudo llevarse a la boca el Ipswich Town. ¿Sumaría su segunda victoria de toda la temporada -estamos en enero; por matizarlo- contra el Accrington Stanley? No. Pues eso, 1-0, derrota en la otra punta del país y en un estadio en el que, sentado, cabe un 10% de lo que cabe en el tuyo. No es que el Ipswich vaya a llenar mucho su campo, pero no está mal recalcar los números. Dos, por su parte, fueron los goles que consiguió Álvaro Morata con el Chelsea contra el Nottingham Forest. Y también un fallo absolutamente surrealista con el portero descolocado y desde el área pequeña. Menos mal que era un fuera de juego. Menos mal. El que revelucionó jugada sí jugada también -para asistir al propio Morata- fue Callum Hudson-Odoi. Uno que empieza. Y otro que acaba: Cesc Fábregas despidiéndose entre lágrimas del equipo con el que ganó su única Premier League y del país en el que brilló más que en ningún otro. Se podrá disfrutar de él todavía en Mónaco.
Después de caer por 6-0 el fin de semana anterior en Hull, el Bolton de segunda recibió al Walsall de tercera para ganarle por 5-2. Sus aficionados, apreciando el contraste, se pusieron a cantar: “¡¿Podemos jugar contra vosotros todas las semanas?!” Algo que no sucederá la semana que viene tampoco: Middlesbrough 5-Peterborough 0. Un equipo de Tony Pulis ganando por 5-0. Es como uno de esos eclipses que ocurren una vez cada cinco vidas. Y hablando de cosas raras: por primera vez esta temporada al Burnley le pitaron un penalti a favor en casa. Hasta que no se lo pitaron. Revisaron mediante el VAR y, con Matej Vydra tomando carrerilla para chutar, el árbitro dice que no, que era fuera de juego. Y aquí no ha pasado nada. No obstante, el Burnley recibió otro penalti. Esta vez sí. Y ganaron 1-0 con él, en el derbi de los “equipos que no son el mismo equipo” que disputaban contra el Barnsley. Ahora se ha asentado el Burnley en la Premier y se le distingue más fácil que hace diez años. Una época en la que Neil Warnock también se quejaba, por supuesto. El Cardiff perdió en una de las grandes sorpresas de la jornada. ¿El Cardiff perdiendo una sorpresa? Sí, sólo hay que ir al contexto, o al universo, adecuado. Su portero Alex Smithies hizo un gesto incomprensible tirándose hacia un lado cuando el Gillingham disparaba por el centro. Y el Gillingham ganó 1-0. Pero volviendo a Warnock. “Es una desgracia”, dijo con el mayor desdén posible sobre que el Liverpool haya querido ceder a Nathaniel Clyne a un equipo mejor como el Bournemouth antes que a su Cardiff City. Cosas de la vida.

Si hay algo frustrante en la FA Cup es que fracasen año sí, año también los siguientes con mayor capacidad para ganarla después de los Manchesters, el trío londinense y Liverpool: los que no van a descender en la Premier League. Es comprensible que aquellos quienes se juegan la vida en la élite priorizen eso mismo, pero de Everton, Leicester, West Ham o incluso Watford o Newcastle, se debería esperar un poco más. Una FA Cup para cualquiera de ellos podría marcar una era. No tanto esto probablemente para un Leicester que ya está fuera, por culpa del Newport County de cuarta división. El Newcastle va a jugar un replay, con el Blackburn de segunda, mientras el equipo se consume dentro de su propia percepción de que lo mal que les va todo y del “milagro” que sería no descender. En una liga con Huddersfield, Cardiff, Fulham, Burnley y Southampton. El Everton al menos cumplió la primera prueba. Con algunos apuros, pero ganó al Lincoln de cuarta. Como el West Ham al Birmingham City mientras Marko Arnautovic discutió con Pellegrini por ser sustuido por precaución física a los veinte minutos. Andy Carroll salió por él, despejó un balón sobre la línea, y casi marca un golazo después de superar al portero contrario pero antes de echársela larga a sí mismo… y caer intentando alcanzar ese balón como sólo Carroll sabe. Pero fue tal el día que hasta acabó marcando después. El Watford ganó en Woking, una ciudad que si por algo se ha dado a conocer en España ha sido por Fernando Alonso y que la escudería McLaren tiene allí su centro de operaciones.
Alguna operación en forma de fichaje será la que tendrá que hacer el Huddersfield en las próxima tres semanas si quiere tener alguna oportunidad de salvarse del descenso. De la FA Cup ya no hay salvación, donde ha sido eliminado por un buen Bristol City de segunda. Y en un duelo de segunda, el QPR ganó contra el Leeds de Marcelo Bielsa su primer partido de FA Cup que no era un replay desde 1997. 1997. Por su parte, visitando a alguien de tercera se encontró el Arsenal en el noroeste inglés, en la costa. Para quienes lo vivieron en la época, ver un partido en el campo del Blackpool era como volver a la temporada que pasó el club en la Premier League en 2010-2011. O como volver, al menos, a cuando se salvaron milagrosamente del descenso a tercera en 2014. Bajaron más tarde, volvieron a subir, y su entrenador dimitió después de una jornada el pasado mes de agosto. En el Arsenal jugó Ramsey tocando sus últimas notas en el equipo mientras tocaba sus primeras Joe Willock, con dos de tres goles. La FA Cup es un campo de pruebas, una realidad paralela, pero también una sorpresa a la vieja usanza. Y en campo del más fuerte porque no siempre tiene que ser en el del equipo pequeño. Aunque que sea con un equipo que siempre marca o encaja en el descuento como el Norwich ayuda. En el descuento, pasó precisamente eso: todo el Norwich volcado en el área rival para ser el contragolpe del Portsmouth lo que decidió el partido y creó un ganador: 0-1. No muy lejos del Norwich en la cima de segunda está el Sheffield United, pero aquí en la FA Cup, perdió en casa. También 0-1. Y contra un equipo de quinta división que venía desde Londres: el Barnet. Quizás ya no sepamos lo que pensamos o dejamos de pensar de ella, pero la FA Cup sigue teniendo algo. Lo tuvo este pasado fin de semana otra vez.
