Para un entrenador, analista o aficionado que mira más allá del balón en un partido, es un auténtico regalo la actual Premier. En un fin de semana, en unos pocos partidos, se pueden ver prácticamente todos los estilos de juego que este deporte entiende. Es sólo cuestión de elegir cuál quieres ver, qué te pide el cuerpo para ese sábado o domingo por la tarde, miras la parrilla de partidos y seguro que hay algo que se adecua a tu estado de ánimo. Es como escoger canción en Spotify atendiendo a los moods que te proponen.
Se puede ver al Wolverthampton de Nuno Espírito Santo y apreciar un repliegue en bloque bajo casi ejecutado a la perfección, ver dónde quieren robar y en qué situación eligen salir y por dónde. Ver movimientos de contragolpe y tomar nota de como ocupan los carriles siempre que pueden salir porque han robado donde más les conviene con el equipo rival lo más descolocado posible, porque si el rival no arriesga y mueve mucho sus piezas, no le van a hacer ocasiones.
Está la opción de ver al Arsenal o al Tottenham, mezclando mucha juventud con veteranía y con dos entrenadores que analizan a los rivales exhaustivamente e intentan siempre hacer lo que más les duele. Unai Emery y Mauricio Pochettino dejan huella en sus equipos minimizando a los rivales, desnudando sus puntos flacos y opacando sus virtudes. Ver como sus jugadores van creciendo a lo largo de un campeonato y como sus equipos evolucionan, siendo poco predecibles.
A quien le guste ver cómo un entrenador nuevo intenta convencer a sus jugadores que son mejor que lo que hasta ahora parecían implantando un modelo de juego muy diferente al de hasta ahora, dar la vuelta a la tortilla, tiene al Fulham, al Southampton o al mismísimo United. Equipos que no estaban cumpliendo sus expectativas y que han traído a entrenadores con ideas muy diferentes a las de sus predecesores. Es muy bonito ver hasta qué punto pueden lograrlo a mitad de una temporada. Ver a un plantilla como la de Craven Cottage intentando replegar y guardar la portería con los jugadores que hasta hace unos meses solo pensaban en tener el balón todo lo posible, al equipo de Ralph Hasenhüttl haciendo pressing casi suicida por momentos arriba al Chelsea en Stamford Bridge y rascar un empate, o al United pensando más en sí mismo que en los demás, debería obligarnos a reflexionar sobre la importancia de los entrenadores a la hora de elegir los modelos de juego y de los directivos al elegir qué jugadores se dan a qué entrenadores, para intentar que todo vaya en harmonía.
Mirar a Everton o West Ham para ver jugadores de primer nivel que luchan por hacerse un hueco en el universo Premier, demostrar que están para el top six tanto ellos como sus entrenadores. Ver a Richarlison de Andrade o Felipe Anderson entre otros, talentosos brasileños en una liga que hasta hace poco no les habría entendido salvo honrosas excepciones de talentos mundiales.
Pep Guardoila o Maurizio Sarri intentando (y consiguiendo) evangelizar sus ideas extremistas sobre el juego de posición. Hace poco pitaban el juego del City en el Ettihad y en otros campos prácticamente se reían de intentar jugar con ese estilo en las islas. El inicio del Chelsea esta temporada y sobre todo la liga de los récords conseguida el año pasado por los citizens hacen que en Inglaterra miren con otros ojos ese fútbol hasta ahora impensable en aquellas latitudes.
La unidad de entrenador, equipo y afición contra el propio enemigo en casa es conmovedora en el Newcastle. La lucha sin sentir el apoyo de tu máximo dirigente contra todo y contra todos por permanecer en la élite del fútbol inglés, maximizando recursos todo lo posible y poniendo en apuros a equipos con inversiones que duplican e incluso triplican la propia, con un estilo muy “Benítez”, ya marca propia del entrenador español hecha durante años en Inglaterra. Para un entrenador, analista o aficionado que mira más allá del balón en un partido, es un auténtico regalo la actual Premier.

Dirigir la mirada al Bournemouth para fijarse en un proyecto continuado, sabedor de sus flaquezas pero confiando el barco a un prometedor entrenador poniendo a su disposición todo lo que el club puede darle, lo mismo que hacen sus jugadores. Siguen sus planes de partido sabedores que de su pizarra parten la mayoría de las opciones de puntuar contra quien sea, como llevan años haciendo.
El sencillo pero efectivo (este año menos) juego del Burnley y sobre todo como intentar hacer lo mismo dos años seguidos puede no ser demasiado buena idea, o si lo es, hasta qué punto puede afectar a una plantilla llevarse un revés pronto en la temporada. La gestión que está haciendo Sean Dyche de ese grupo tocado desde agosto al que parece que nada le sale, pero con su estilo más británico seguramente que el de ninguno intentan salvar la categoría.
Brighton, Huddersfield o Cardiff, nos invitan a ver a equipos que ya en enero juegan finales sobre todo contra los equipos que luchan contra ellos para no bajar. Podemos fijarnos en sus partidos para ver cómo plantillas que en agosto dábamos como casi seguras descendidas juegan al lado del temor al descenso durante casi una vuelta. No es fácil jugar con esa presión, el miedo al error en jugadores que de por sí seguro van a cometer más de uno.
En el Crystal Palace podemos observar al más veterano de los entrenadores, con muchísimo recorrido también internacional, de vuelta de todo tipo de experiencias que cogió a un equipo desahuciado y con sentido común y trabajo le ha sacudido muchas de las miserias. Ver a un conjunto entregado a un jugador franquicia como es Wilfried Zaha es posible si escogemos a los de Roy Hogdson para pasar la tarde.
El Leicester es otro ejemplo de club unido contra la adversidad. Sucesos durante una temporada pueden hacer que la unión por lo sentimental haga más que los planes de juego que Claude Puel estaban intentando transmitir y que parecía no estaban funcionando demasiado bien. Juego más combinativo que el que los había llevado a lo más alto, más sofisticado que aquello que sus propios jugadores recuerdan como lo que de verdad funciona, les estaba llevando a una temporada con más pena que gloria. Tener que unirse por encima de sistemas parece haber sido una solución, un interés mayor para toda la plantilla, honrar a un presidente que les impulsó a ganar todo.
Dejo para el final a Jürgen Klopp porque creo que es sin duda el entrenador que más ha cambiado un equipo desde su llegada. Por supuesto lo fichajes le han ayudado pero el Liverpool de hace año y medio comparado con este es como ver otro deporte. Potenciación de sus mejores jugadores, estilo reconocible siempre por su velocidad, agresividad… y sobre todo, creer que en que podía haber una alternativa al City de los cien puntos y apostar a que eran precisamente ellos, con un estilo muy diferente.
Poder ver estilos tan dispares, enfrentados unos a otros cada fin de semana, con la mayor cantidad de estrellas futbolísticas que una sola liga aúna, sólo está a la altura de la Premier League hoy en día. Queda mirar los partidos del fin de semana, ver qué nos pide el cuerpo y disfrutar de la mayor variedad de propuestas tácticas del planeta. A disfrutar de la pizarra.